Diario de un obispo en tiempo de coronavirus (V) Luis Ángel de las Heras: "Que nada ni nadie nos impida ser 'mensajeros de vida' ahora y siempre"

Luis Ángel de las Heras
Luis Ángel de las Heras

"Me fue imposible comunicar con la residencia de mi padre. Sí pude hablar con algunos sacerdotes de la diócesis"

"Al final del día recordé el viacrucis con jóvenes que se suprimió en Ribadeo. El año pasado fue una oración de calle sentida, participada"

"Felicité a los sacerdotes por ser luz y ayudar a encontrar a Dios en medio de la niebla"

"¿Qué podía venir ahora? Con los ojos de la fe pascual un tiempo parar mostrar rostros llenos de luz y ser mensajeros de vida en medio del sufrimiento que no solo continúa, sino que aumenta y se extiende"

"Para decir alto y claro que la vida del Resucitado sigue siendo soplo vital, luz en la noche, fermento de la nueva humanidad, aurora de fraternidad universal"

El Domingo de Ramos comenzó la Semana Santa más atípica que conocimos. Dios acompaña a su pueblo en todo momento, especialmente en el sufrimiento. Tiene pleno sentido celebrar la de este año con la consigna —hashtag— #PascuaEnCasa.

Amaneció nublado y lluvioso en Ferrol. Hoy no hubieran salido procesiones por la mañana. Hubo muchas propuestas para colgar ramos en las ventanas o presentarlos a través de videos, dibujados o confeccionados por niños de catequesis, sus padres, sus catequistas. En la concatedral de san Julián de Ferrol celebré en privado invitando a agitar los ramos de este domingo en el corazón.

El papa Francisco nos recordó que Dios no nos deja nunca solos y que hemos de contactar al que sufre, está solo y necesitado. Recordé, por supuesto, a la familia de Cáritas, diocesana y parroquial, a los capellanes de los hospitales y voluntarios de pastoral de la salud, a los sacerdotes y personas consagradas. Todos ellos siempre muestran a quien lo necesita que Dios no nos deja nunca solos y contactan con quienes sufren, están solos y necesitados.

Luego, con motivo de la XXXV Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano, invitó a los jóvenes a jugarse la vida, mirando a los héroes de estos días que se dan a sí mismos para servir a los demás. Convicciones para todos e invitaciones para todos, no solo para jóvenes: gastar la vida por Dios y por los demás, sin mirarnos tanto a nosotros mismos. Este tiempo va desenmascarando algún que otro narcisismo disfrazado y poniendo camino del destierro mucho egocentrismo insolidario.

Religiosas con ramos en una ventana. Santiago de Compostela
Religiosas con ramos en una ventana. Santiago de Compostela EFE

Esa tarde ferrolana en casa pasó entre sol y agua, como tantos días al año, y me fue imposible comunicar con la residencia de mi padre. Sí pude hablar con algunos sacerdotes de la diócesis, y nos alegramos mutuamente. Predominó el lamento sereno por no poder celebrar la Semana Santa en las parroquias como siempre. Y constaté, con gozo, el cuidado mutuo desde la distancia entre sacerdotes y feligreses.

En las primeras horas del Lunes Santo llegó la noticia del fallecimiento de Juan de Dios Martín Velasco el domingo en Madrid. Comentaron que su prolífica producción teológica de libros y artículos marcó a una generación de estudiosos de la filosofía y de la fenomenología de la religión. Desde luego, gran hombre, gran intelectual y gran sacerdote. Igualmente grande fue su cercanía a los sencillos. Gente muy humilde me compartió el recuerdo agradecido de D. Juan que les había ayudado en situaciones bien difíciles. Su pensamiento y su compromiso dan fe de un Dios que se hace presente en medio de su pueblo para iluminarlo y cuidarlo.

Ya comenzaron a retransmitirse procesiones de años pasados en redes sociales y canales de televisión. Además, fueron llegando numerosas ofertas cristianas para seguir cada uno desde su casa y celebrar la Semana Santa. La fe, en medio de dudas y oscuridades, ayudará a comprender y situar esta crisis en este momento de la historia.

Experiencia humana y mística, en memoria de J. Martín Velasco
Experiencia humana y mística, en memoria de J. Martín Velasco

Este día se anunció la suspensión de las peregrinaciones diocesanas a los santuarios marianos de Fátima y Lourdes previstas para los próximos meses de mayo y julio. No puede ser de otro modo. Recordé a cuantos peregrinos de edad avanzada suelen repetir cada año y algunos más jóvenes que invitados por los más mayores peregrinan buscando. Unos y otros caminan con sed de Dios y quieren llenar sus vidas.

Me llegaron más fotos de Cáritas parroquiales. Demasiadas para publicar. La caridad no solo no cierra, sino que se amplía cada día. Casi todo el mundo teme el día después, que puede haber empezado ya.

Por la tarde pude hablar por fin con la residencia en la que vive mi padre. Habían tenido el teléfono estropeado. Está estable. No me preocupa. Hay otros compañeros que han fallecido o están peor. Dolor e impotencia. Seguí interesándome por las residencias de ancianos y personas con discapacidad. En la diócesis hemos sido afortunados hasta el momento. En otros lugares, verdaderos dramas. También en comunidades religiosas lejos de aquí, de las que tengo noticia. De nuevo, dolor e impotencia. Por supuesto, silencio y esperanza.

Al final del día recordé el viacrucis con jóvenes que se suprimió en Ribadeo. El año pasado fue una oración de calle sentida, participada, sencilla y testimonial. Hoy rezo por todos los jóvenes que se van encontrando con Jesucristo. Que ese encuentro los lleve a vivir con misericordia, creatividad y esperanza hasta que adquieran la valentía y la generosidad a la que el papa Francisco les invitó ayer. Necesitamos la profecía juvenil.

El Martes Santo celebré la Misa Crismal sin la presencia de los sacerdotes. Aunque se hizo extraño —en estas circunstancias todo lo es— quizá fue lo más oportuno, porque no es posible saber cuándo podremos reunirnos todos. Fue un recuerdo de que el Señor nos unge en nuestra fragilidad, la que reconocemos en estos momentos. Nos permitió poner en las manos sacerdotales del Señor Jesús esta crisis la de la humanidad entera, de la enfermedad y el luto, que provocan llanto. De este modo la consagración y bendición de los óleos este año estuvo envuelta en plegaria de sanación con consecuencias humildes y paulatinas de consuelo y júbilo.

Al caer la tarde, el delegado del clero y el ecónomo diocesano enviaron una carta al obispo y a todos los sacerdotes de Mondoñedo-Ferrol invitándonos a realizar un gesto de desprendimiento económico para colaborar con Cáritas diocesana.

La iniciativa se presentó con discreción haciéndola coincidir con la campaña de Cáritas española “Cada gesto cuenta”, con motivo del día del amor fraterno el Jueves Santo. El mismo día en el que se conmemora la institución de la eucaristía y el sacerdocio. Es preciso hacer frente a las muchas necesidades de las personas que han visto empeorada su situación económica debido a la emergencia sanitaria y sus consecuencias.

Última Cena, Andy Warhol
Última Cena, Andy Warhol

La nómina de los sacerdotes es baja. Cada uno verá lo que puede aportar. Nos sumamos así, como otras veces, a otra buena gente que suele dar de lo que no le sobra para ayudar sin esperar reconocimiento ninguno. A vuelta de correo, algunos ya escribieron comunicando que aportaban la cantidad total de su nómina de abril. Algo tiene que ver con el óbolo de la viuda del Evangelio.

Terminó el día con una mirada de bendición desde la terraza de casa donde fue sencillo pensar y orar desde la certeza de que Cristo es el nombre de la esperanza en estos momentos y siempre, por lo que seguimos luchando y orando para que este año tan marcado por la desgracia se torne en año de gracia.

La mañana del Miércoles Santo nos sorprendió —o no tanto— la publicación de la entrevista al papa Francisco del escritor y periodista británico Austen Ivereigh. Hondura de pensamiento. Dolor por el sufrimiento de tanta gente a causa de la pandemia. Reflexión y disposición para afrontar el mañana que vemos en el hoy de esta crisis. Las palabras de Francisco dan en la diana de los acontecimientos para que fijemos la mirada en lo esencial y concentremos los esfuerzos al unísono en lo que verdaderamente importa y hay que esforzarse.

Una vez más pensé que conviene estar atento a sus palabras, y las guardé para volver sobre ellas. Él avisa que en el futuro ayudará recordar lo que está pasando ahora. Tal y como había vivido estas semanas, me identifiqué especialmente con la preocupación que él dijo que sentía en la oración: cómo acompañar al pueblo de Dios y estar más cercano a él. Y, por supuesto, la inquietud sobre cómo va a ser la responsabilidad de pastor en el “después” de este tiempo, que, de algún modo, ya comenzó, es y va a ser doloroso. 

Me alentó su consejo de “no bajar los brazos” con una creatividad sencilla. Me revolvió con su audacia evangélica y me cuestionó que yo, a veces, mida tanto las consecuencias de lo que pienso, digo y hago. Me exigió su mirada a los pobres para devolverles la humanidad, sin descartes. Me conmovieron sus palabras dirigidas a los ancianos y los jóvenes, a quienes tantas veces habla al mismo tiempo con una sabiduría que desborda. En medio de la amenaza, anima a los ancianos que tienen miedo a mirar hacia otro lado, a pensar en los nietos y soñar, mientras a los jóvenes les reclama que sean profetas. Pide que nos hagamos cargo de la historia y de los despojados. Francisco está dolorido y firmemente esperanzado. Gracias, Santo Padre. Hoy me llenó el día en la mente, en la oración y en el corazón.

Por la tarde tuve un recuerdo para el viacrucis viviente de Valadouro que hubiera querido acompañar este Miércoles Santo. Queda aplazado, pero bien presente. Al igual que la procesión del Cristo de los Navegantes en Ferrol, cuya historia recuerda que el Señor quiere quedarse siempre con su pueblo.

"Dios en medio de la niebla". Semana Santa en Mondoñedo-Ferrol
"Dios en medio de la niebla". Semana Santa en Mondoñedo-Ferrol

Jueves Santo

A primera hora felicité a los sacerdotes con un Tweet por su entrega generosa al ministerio y por ser luz y ayudar a encontrar a Dios en medio de la niebla, cuando en la vida no se ve clara la fe, como ocurre ahora y otras muchas veces.

Acompañé la felicitación con dos fotografías de una niebla que la tarde anterior entró por la boca de la ría de Ferrol.

El Jueves Santo fue un día para rumiar que entregar la vida es dar vida a otros. Es lo que hizo el Maestro, el Señor. Es lo que hacen tantos valientes que arriesgan su vida estos días. Llevamos viviendo un Jueves Santo de amor fraterno y de lavatorio continuado. Llevamos muchos días a los pies de los hermanos y no hemos de cansarnos. Además, los cristianos estamos urgidos a servir, toalla en mano, como el Maestro. Es una ocasión preciosa para experimentar sin glosa que «Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Es lo que estamos celebrando en cada eucaristía y es lo que estamos dispuestos a hacer, hasta las últimas consecuencias, quienes hemos sido llamados a la vocación sacerdotal.

Terminar el Jueves Santo con la sobriedad propia de estos días me permitió dar hondura al misterio y creer un poco más lo que viví este día y compartí en la homilía que preparé par la Misa de la Cena del Señor:

“El lavatorio fraterno, eucarístico y sacerdotal está fundado en el amor que se entrega para dar vida. No hay amor más grande para cambiar la vida, para abandonar todo aquello que no tiene que ver con este amor sublime, para aceptar la donación sacrificial que Cristo hace por sus amigos y hacer cada uno de nosotros lo mismo. Hacerlo como los mártires —recuerda san Agustín— es comprender hasta dónde podemos llegar nosotros si comemos de este pan y bebemos de este cáliz. A través de este testimonio, el de la entrega de Cristo y de los cristianos, brilla una esperanza de vida nueva que permite trascender la tragedia de enfermedad, dolor y muerte que experimentamos estas semanas”.

Antes del descanso secundé la invitación del servicio diocesano de comunicación para hacer un “ayuno digital” el Viernes Santo, con la convicción de que lo necesitábamos, nos haría bien y nos ayudaría a centrarnos en el misterio de la Cruz.

Viernes Santo

¡Qué sosiego —el ayuno digital— para contemplar la Cruz y a los crucificados! Fue un día para el silencio con su más hondo significado en estos tiempos. Donde parece que Dios ha abandonado a su propio Hijo. Donde parece que Dios no está y no tiene una palabra. Donde no hay palabras ni puede haber gestos de consuelo para quienes están perdiendo a sus seres queridos estos días. Cada jornada parece un Viernes Santo igual que el anterior.

Sin embargo, aunque se nuble el don de la fe, podemos descubrir el grito de Dios que da vida a través del sufrimiento y de la muerte. La Cruz de Jesús es árbol de vida. Desde ese silencio sepulcral y respetuoso, este Viernes Santo me invité a mí mismo a aprender a abrazar la Cruz para navegar sin naufragar, porque la Cruz de Jesús es ancla, timón y vela desplegada. Abrazar su Cruz y las cruces de tantos hermanos es en realidad dejarse abrazar por el Crucificado y los crucificados. Sus heridas nos curan.

Entre tanto dolor que encuentra esperanza, el viacrucis de la noche desde Roma, presidido por el Papa, puso la nota de dramatismo y confianza en la fuerza del Crucificado desde las historias de muerte y vida que hubo en cada reflexión de las catorce estaciones. Sencillamente respondieron a la invitación de meditar sobre la Pasión de Cristo, actualizándola en su propia vida, cuatro personas detenidas, los padres de una niña asesinada, la madre de una persona detenida, una catequista, una persona condenada a cadena perpetua, la hija de otra persona con la misma condena, una educadora, un sacerdote acusado y después absuelto, un juez de vigilancia penitenciaria, un fraile voluntario y un agente de policía penitenciaria.

Fue un momento intenso para recordar a las personas que durante este tiempo están en prisión y acumulan sufrimientos como los evocados en el viacrucis. Se impuso el silencio y quedó en la lejanía un atisbo de confianza con una espera incierta que se adivinaba muy prolongada.

Cuando tenga algún motivo de queja, sea cual sea, espero saber mirar el sufrimiento de los crucificados de este mundo —donde está presente el Crucificado del Viernes Santo—, para evitar actitudes, expresiones o iniciativas injustas e insolidarias.

Sábado Santo

El sábado se acabó el ayuno digital que fue tan provechoso el viernes. Comenzó a prepararse la celebración de la Resurrección, e incluso llegó el aviso del toque de campanas en toda España el domingo a mediodía para anunciarla.

¿Cómo anunciar la vida en medio de tanta muerte? Precisamente el silencio dio paso a la Vida. En la Cruz pudimos vislumbrar a Dios que se ha entregado para darnos vida. Hoy proclamaremos que ha vencido a la muerte. ¿Qué mayor victoria puede haber? Sin embargo, cuesta creerlo y es comprensible que se pueda pensar que la fe pasa por momentos de oscuridad.

Pero, ciertamente es el momento más oportuno para proclamar que Cristo está vivo. Para decir alto y claro que la vida del Resucitado sigue siendo soplo vital, luz en la noche, fermento de la nueva humanidad, aurora de fraternidad universal. Es el momento propicio para comunicar que la Resurrección hace saltar los cerrojos del pesimismo, los muros del odio y los cepos de la derrota.

No importa que llevemos en nosotros las cicatrices de la duda, el temor, las infidelidades, el pecado. Lo que importa es que no sean losas sepulcrales que nos opriman y dejen abatidos, que no sean muerte en vida. Lo que importa es que sepamos vivir el arrepentimiento, con lágrimas como Pedro, y creer en el perdón del Señor, que sigue llamando a quienes le han fallado y vuelve a confiar en ellos sin recriminarles que lo hayan abandonado. No puede dar más oportunidades.

La Vigilia Pascual, sin bendición del fuego ni del agua, fue una celebración enteramente de bendición. Un momento intenso de la semana para renovar la fe que esta situación deja desnuda, como el madero de la Cruz, y poner la confianza en Dios a corazón abierto.

Así pude enviar unas cuantas felicitaciones sinceras, con el derecho a la esperanza que viene de Dios y no de un mero optimismo perecedero, como dijo magistralmente el Papa en la Vigilia Pascual, cuando llamó a Jesús autor de la esperanza, como lo es verdaderamente.

Me pareció que las palabras del papa Francisco merecía la pena grabarlas en esta noche santa de este Tiempo de P (Pascua y Pandemia): «En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios». Compadecidos, no nos dejemos quitar el derecho a la esperanza.

Domingo de Resurrección

Felicitación pascual grabada en video. Fue justo reconocer que en este Domingo de Resurrección estábamos tocados por el dolor. Lo que lleva a decir con el mismo temblor de los discípulos: ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Recogiendo la Semana, me pareció que, con los ramos en el corazón y ungidos en nuestra fragilidad, podíamos haber comprendido un poco mejor que dar la vida es dar vida y que abrazar la cruz es dejarse abrazar por Cristo y por los crucificados de la tierra, hermanos nuestros.

¿Qué podía venir ahora? Con los ojos de la fe pascual un tiempo parar mostrar rostros llenos de luz y ser mensajeros de vida en medio del sufrimiento que no solo continúa, sino que aumenta y se extiende, aunque disminuyan los contagios y, afortunadamente, gracias a Dios, aumenten las curaciones.

El final de la Semana Santa de 2020 fue una llamada a ser testigos de Cristo con sonrisa luminosa que lo es por parecerse a la de Jesús. Es decir, por reflejar que se está dispuesto a darlo todo por los semejantes, especialmente por los últimos y los que más sufren. Invité a recorrer el camino pascual, sostenidos por el Resucitado, con en el esfuerzo de la esperanza que es más necesaria cuantos más motivos hay para la oscuridad.

Encontré una preciosa hoja de ruta que diseñó el papa Francisco la noche y la mañana de Resurrección cuando pidió que deje de matarse a los inocentes, acaben las guerras, no se fabriquen armas, se busque la unidad para enfrentar los desafíos actuales, se rechacen los egoísmos y no se dejen solos a los más necesitados. Habrá que comenzar por traducir y aplicar estos llamamientos en cada casa y en cada persona, en cada comunidad parroquial y de vida consagrada, en la diócesis…

La Octava de Pascua nos permitirá celebrar un día lleno de vida en medio de tanto desafío, dolor y muerte. Eso es lo que debemos poner en primer lugar, aunque estemos cansados de confinamiento, un eficaz medio para atajar los contagios y salvar vidas. Que sigamos aprendiendo a poner a los demás por delante de nosotros mismos. Es lo que me llevó a decir que hemos de mirar al hermano de tal modo que sepa que él nos precede en preocupación y cuidado, con gestos bañados en oro de caridad, y así seremos testigos de quien ha vencido a la muerte, sencillos, cordiales y esperanzados mensajeros de vida. Pues eso, que nada ni nadie nos impida ser “mensajeros de vida” ahora y siempre.

Delas Heras
Delas Heras

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