La Almudena acoge la clausura del proceso diocesano de martirio en Madrid Madrid manda a Roma 14.000 folios sobre 140 siervos de Dios víctimas de la persecución religiosa del siglo XX

Martínez Camino, con el dossier, en La Almudena
Martínez Camino, con el dossier, en La Almudena Luis Millán/Infomadrid

Todos ellos fueron víctimas de la persecución religiosa en España en los años 30 del siglo XX y están «unidos por su fidelidad hasta la sangre a la fe en Jesucriso y al amor a la Iglesia», como subrayó el obispo auxilar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ

La catedral de Santa María la Real de la Almudena acogió el pasado viernes, 16 de diciembre, la solemne sesión de clausura del proceso diocesano de la causa de martirio promovida por la archidiócesis de Madrid, la diócesis de Getafe, la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), la Acción Católica de Madrid y la Acción Católica de Getafe, con un total de 140 siervos de Dios. Todos ellos fueron víctimas de la persecución religiosa en España en los años 30 del siglo XX y están «unidos por su fidelidad hasta la sangre a la fe en Jesucriso y al amor a la Iglesia», como subrayó el obispo auxilar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ

  • Timoteo Rojo Orcajo y 60 compañeros sacerdotes diocesanos. Timoteo Rojo Orcajo, de 45 años, era el canónigo archivero de la catedral de San Isidro. A él le debe Madrid que el cuerpo incorrupto de san Isidro Labrador no hubiera desaparecido en la revolución, pues se encargó, con otros compañeros, de buscarle un buen escondite. No consiguieron arrancarle el secreto. También le debemos la primera biografía del venerable Francisco de Asís Méndez Casariego, otro santo canónigo madrileño, al que el mártir describe como buscador de perlas, pues se había dedicado a recoger y dar cobijo y formación a chicas y golfillos de las calles de Madrid.
  • Rufino Blanco Sánchez y 78 compañeros laicos. Rufino Blanco Sánchez, de 75 años, era un sabio maestro y pedagogo, muy conocido en los ambientes de su especialidad, cofundador de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio. En marzo de 1936 había ingresado en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, con un notable discurso, en el que no ocultaba la honda inspiración religiosa de su ciencia y de su vida. Tuvo nueve hijos, de los cuales, Julián, periodista, que se encontraba en casa de su padre cuando llegaron los revolucionarios en busca del anciano paladín del magisterio católico, no quiso dejarlo solo y lo acompañó al martirio.

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A lo largo de los dos últimos años, gracias a Dios, que «ha guiado los trabajos con su providencia amorosa» en expresión de monseñor Martínez Camino, y a la labor de la Comisión Instructora —presidida por el delegado episcopal de las Causas de los Santos, Alberto Fernández Sánchez—, la Comisión Histórica —presidida por Javier Sebastián Moreno— y el postulador, Pablo Sánchez Garrido, se ha acopiado y acreditado toda la información disponible tanto documental como testimonial.

Ahora, por encargo del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, el propio obispo auxiliar llevará al Dicasterio de las Causas de los Santos casi 14.000 folios sobre estos «santos de la puerta de al lado» que «todavía no están beatificados» o quizá nunca lo estén, pero «sabemos que son cristianos excepcionales» como lo era, por ejemplo, san Isidro Labrador. 

Tras la lectura de todos los nombres de los siervos de Dios, que se pueden consultar en la web de la Delegación de las Causas de los Santos del Arzobispado, se produjo el juramento de monseñor Martínez Camino como portador de las actas, al tiempo que el cardenal Osoro, el tribunal delegado y el postulador juraron haber cumplido la misión encomendada y que guardarán el secreto de oficio.

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«Lo más grande es ser santos»

En una intervención al final de la sesión, el arzobispo dio gracias al Señor «por tener a nuestro lado testigos de la fe, personas que han sido capaces de entregar la vida», de «no renegar de Nuestro Señor» y de «afirmar la opción fundamental de la vida de un ser humano, que es sentirse hijo de Dios y testigo de Nuestro Señor Jesucristo en este mundo, en las circunstancias que fuere». «Lo más grande es ser santos, ser hombres y mujeres de Dios que anunciamos con nuestra vida a Jesucristo», aseveró, antes de mostrar su agradecimiento a monseñor Martínez Camino, al delegado Alberto Fernández y a «todos los que habéis trabajado para que podamos vivir este momento en los días previos al nacimiento del Señor».

En este sentido, el purpurado remarcó que, aunque «el juicio lo va a dar la Iglesia», este acto dedicado a los 140 siervos de Dios era «un día de gracia» y que «podemos acogernos de modo privado a su intercesión». «Oremos por la beatificación de estos hermanos, oremos por su mediación, oremos para que el Señor y el Espíritu Santo susciten en nuestra diócesis de Madrid y en toda la Iglesia sacerdotes y laicos que de verdad sean testigos humildes, llevando en su vida y anunciando con su vida la alegría del Evangelio», abundó.

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