"Los indígenas me pidieron a gritos que me quedara con ellos" Manuel Seliva: "Casaldáliga deseaba que yo fuera su sucesor"

Manuel Seliva
Manuel Seliva

"La virtud de la solidaridad la considero como la mejor seña de identidad del cristiano"

"Hace quince años que les comenté a cinco amigos la idea de pasar una temporada en la Amazonia con Pedro Casaldáliga en plan solidario y para aprender de él. Todos aceptaron. Entonces  yo,  con un médico, una enfermera y tres profesionales, salimos rumbo a Brasil para atender  las necesidades de los indígenas de varias poblaciones de la Amazonia, junto con Pedro Casaldáliga"

"Mi mejor experiencia fue dejar de ser un quejica, un defecto que tenemos los que vivimos en el primer mundo por dar demasiada importancia a cosas que no la tienen. Me admiró la sencillez y la alegría de  los indígenas"

Mi amigo Manuel Seliva,  es un cura de barrio obrero de los de siempre: entregado, humilde y fiel. Y eso que, tras colaborar durante casi dos años con Pedro Casaldáliga, el obispo de los pobres de Sao Felix do Araguaia, estuvo a punto de ser su sucesor. "Casaldáliga, por mi sintonía con él, deseaba que yo  fuera su sucesor porque veía en mí la persona más idónea para continuar su labor entre los pobres, la mejor forma de seguir y practicar el Evangelio"

¿Cuáles fueron tus orígenes?

Somos 7 hermanos y nacimos en La Línea de la Concepción (Cádiz). Mis padres eran pescadores y yo con 13 años ya me embarcaba con ellos. Emigramos a Barcelona, estudié en el seminario y me hice sacerdote. Mi orientación era servir a los pobres, trabajando en parroquias con una misión solidaria con los más necesitados. 

Manuel Seliva
Manuel Seliva

¿Cuál fue la última parroquia en la que estuviste antes de que el arzobispo te jubilara?

Fue en la parroquia de Sant Martí del Clot de Barcelona, un barrio con muchos emigrantes y clase obrera.

¿Qué obras sociales estableciste?

 Establecí Cáritas y un comedor social. Me puse en contacto con varias tiendas de comestibles del barrio para recoger con una furgoneta alimentos  para Cáritas y el comedor social. Todas colaboraron con gran generosidad.  A las familias que acudían a misa les aconsejaba que sus hijos llevaran algún producto de comida como arroz, pasta, aceite, lata de conserva… para depositarlo en dos cajas que había a cada lado de la entrada de la iglesia, y así  ser educados en la virtud de la solidaridad, que la considero como la mejor seña de identidad del cristiano.

Un día me comentaste que estuviste una temporada en la Amazonia (Brasil) con Pedro Casaldáliga. ¿Cómo tomaste esa decisión?

Hace quince años que les comenté a cinco amigos la idea de pasar una temporada en la Amazonia con Pedro Casaldáliga en plan solidario y para aprender de él. Todos aceptaron. Entonces  yo,  con un médico, una enfermera y tres profesionales, salimos rumbo a Brasil para atender  las necesidades de los indígenas de varias poblaciones de la Amazonia, junto con Pedro Casaldáliga, que estaba desbordado por tanto trabajo. Pedro  iba siempre vestido de campesino, y por eso los terratenientes, contrarios al apoyo que daba a las justas reivindicaciones de los campesinos, lo confundieron con otros sacerdotes, llegando a matar  en distintas ocasiones a seis de ellos. A Pedro le asistía una monja, pero su ayuda no era suficiente, por eso decidimos ir a colaborar con él. 

Casaldáliga
Casaldáliga

Los seis colaboradores nos trasladábamos en canoa por el Amazonas para asistir a los poblados situados en la orilla. Me llamaban “el capitano” por llevar siempre una gorra.

¿Tuvo el Gobierno algún detalle con Pedro Casaldáliga? 

El Gobierno le cedió a Pedro una casa en el centro de la Misión con un gran patio que era la delicia de los niños, donde jugaban, aprendían y cantaban canciones divertidas en castellano, incluso en catalán. Eran niños muy receptivos para cantar y expresarse en portugués y en castellano, sin ningún problema.

¿Qué experiencias tuviste?

En los comedores sociales, siempre me ponía en la cola como los demás para servirme la comida y comer con los indígenas. Luego, me unía a ellos para fregar los utensilios de cocina. Mi  intención era mostrarme como uno de ellos.

Casaldáliga, por mi sintonía con él, deseaba que yo  fuera su sucesor porque veía en mí la persona más idónea para continuar su labor entre los pobres, la mejor forma de seguir y practicar el Evangelio. 

Mi mejor experiencia fue dejar de ser un quejica, un defecto que tenemos los que vivimos en el primer mundo por dar demasiada importancia a cosas que no la tienen. Me admiró la sencillez y la alegría de  los indígenas, a los que les gustaba cantar y bailar, y  saber prescindir de muchos bienes y atenciones sin sentirse mal, como nos ocurre a nosotros. 

Tumba de Casaldáliga
Tumba de Casaldáliga

¿Cuánto tiempo estuviste en la Amazonia?

Un año y medio, hasta que el arzobispo de Barcelona me reclamó para que volviera y me hiciera  cargo de la parroquia del Clot, y transmitiera a las parroquias vecinas mi personalidad sacerdotal ejemplar y solidaria. 

¿Los indígenas y Pedro Casaldáliga aceptaron que te marcharas?

No, de ninguna de las maneras. Tuve  un encuentro multitudinario con los indígenas que me pidieron a gritos que me quedara con ellos. Lo mismo sintió  Pedro, ya que me había manifestado su deseo de que  fuera su sucesor.  No tuve más remedio que volver a Barcelona, ante la insistencia del arzobispo.

¿Has llegado a escribir esa extraordinaria experiencia vivida en la Amazonia y también en la parroquia del Clot de Barcelona?

No, porque he dedicado toda mi vida sacerdotal al servicio religioso y humanitario de los demás, sobre todo de los más vulnerables. Así que no he tenido tiempo para escribir, excepto en los boletines parroquiales.

El papa Francisco, ante la grave carencia de sacerdotes en la Amazonia , hizo las propuestas en el 2019 de ordenar sacerdotes a hombres casados previamente formados, y de nombrar diaconisas y  catequistas preparadas. ¿Hay constancia de haberse llevado a cabo esas propuestas?

No, que yo sepa. El problema que yo veo para que esas propuestas prosperen es que los indígenas  tienen un importante retraso educativo; sobre todo las mujeres, que al no ir al colegio, no tienen estudios. Cuando son mayores se dedican exclusivamente al hogar y a atender al marido y a los hijos.

Seliva
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