El nuevo obispo de Sigüenza-Guadalara pide "eliminar la escorial superficial" en su primera homilía Ruiz Martorell: "Aprendamos a ver con mirada limpia a todas las personas, especialmente a las más necesitadas"

Ruiz Martorell entró, a lomos de un caballo blanco, en Sigüenza
Ruiz Martorell entró, a lomos de un caballo blanco, en Sigüenza

El nuevo obispo de Sigüenza-Guadalajara, Julián Ruiz Martorell, entró en la catedral de la primera de las sedes (el 26 lo hará en Guadalajara) a lomos de un caballo blanco, como marca la tradición, acompañado del Nuncio Auza

Navidad "nos enseña el valor de la humildad, de la sencillez, de la pobreza, de la austeridad, de la genuina alegría, del gozo de compartir, de la felicidad que encontramos cuando nos sentimos inmensamente amados por Dios y testigos de su amor en el mundo"

"En Navidad, el Señor mismo se hace luz en medio de nosotros, para que podamos contemplar en el rostro de cualquier persona el perfil de un hermano. Nuestros ojos aprenden a ver con mirada limpia a todas las personas, especialmente a las más necesitadas”. El nuevo obispo de Sigüenza-Guadalajara, Julián Ruiz Martorell, entró en la catedral de la primera de las sedes (el 26 lo hará en Guadalajara) a lomos de un caballo blanco, como marca la tradición, acompañado del Nuncio Auza.

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"Necesitamos descalzar nuestros pies porque estamos a punto de pisar tierra sagrada, la tierra que el Señor santifica al plantar su tienda entre nosotros. Necesitamos purificarnos, renovarnos interior y profundamente para disponernos a celebrar el gran acontecimiento de la Navidad", recalcó el prelado, animando a "eliminar la escoria superficial que se adhiere a nuestro ser como una segunda piel para que nuestra ofrenda, la ofrenda de nuestra vida, sea agradable al Señor".

Centrándose en las fiestas de Navidad, Ruiz Martorell pidió "estar atentos a la gran enseñanza del misterio que nos disponemos a celebrar". Un misterio, apuntó, "que nos enseña el valor de la humildad, de la sencillez, de la pobreza, de la austeridad, de la genuina alegría, del gozo de compartir, de la felicidad que encontramos cuando nos sentimos inmensamente amados por Dios y testigos de su amor en el mundo".

Y más en estos días, en los que "a mano del Señor, el dedo creador de Dios, está a punto de tocar de nuevo a la humanidad. Con un toque respetuoso, acogedor, renovador. La mano del Señor se abre a la humanidad para suscribir una alianza nueva, más perfecta, magnífica".

"Hemos de vivir esta experiencia transformadora. Hemos de dar testimonio de esta oportunidad histórica. No podemos descuidar el encuentro trascendental", finalizó el prelado, quien agradeció a su antecesor, Atilano Rodríguez, “la cercanía demostrada durante estos meses".

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