
La celebración de la Eucaristía, según relata el mismo Padre Ángel Camino, fue sobrecogedora: «Desde el comienzo hasta el final, un silencio sepulcral. ¡Qué conexión entre el pueblo y el Papa! ¡Qué silencio, qué oración, qué alegría!». Una alegría que, como él mismo describe, «no es exultante, sino serena y profunda». Una alegría que «procede de Dios, y por tanto, también del papa León XIV».
El nuevo Pontífice, afirma el Padre Ángel, «se mostró desde el primer instante como un hombre enraizado en Dios, completamente centrado». «Ha vuelto a aparecer el mismo León: sereno, profundo…», ha añadido. Y ha subrayado que esta misa de inicio de pontificado ha tenido matices distintos a las de otros papas, porque «la Iglesia también va evolucionando», destacando en particular «la sencillez» con la que se ha desarrollado toda la liturgia.
Respecto a la homilía, el nuevo papa León XIV, señala el vicario, «vuelve a poner a la Iglesia en misión» y destaca que su deseo es que la Iglesia sea, ante todo, «comunidad», en la que lo esencial sea «el amor y la unidad».
Tras la celebración, la familia agustiniana ha querido invitar al cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid —quien también participó en la misa— a compartir un almuerzo en la casa de los agustinos en Roma. «El arzobispo también está feliz de ver cómo en la Orden reina la serenidad, una serenidad que se transmite a la humanidad», ha explicado el Padre Ángel.