Francisco José Prieto Fernández, con motivo de la Jornada Pro Orantibus El arzobispo de Santiago a la vida contemplativa: "Os llevamos en el corazón porque nos recordáis el amor de Dios"

Jornada Pro Orantibus
Jornada Pro Orantibus

Con motivo de la Jornada Pro Orantibus, celebrada este año el domingo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Francisco José Prieto Fernández, ha dirigido una carta pastoral titulada "Orar con FE, vivir con ESPERANZA", en la que expresa su reconocimiento y gratitud hacia las comunidades de vida contemplativa presentes en la diócesis

El prelado destaca, además, que esta celebración se enmarca en el contexto del Año Jubilar 2025 y del 1700 aniversario del Concilio de Nicea, e invita a renovar la profesión de fe como expresión de comunión

(Archicompostela).- Con motivo de la Jornada Pro Orantibus, celebrada este año el domingo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el arzobispo de Santiago de Compostela, Mons. Francisco José Prieto Fernández, ha dirigido una carta pastoral titulada “Orar con FE, vivir con ESPERANZA”, en la que expresa su reconocimiento y gratitud hacia las comunidades de vida contemplativa presentes en la diócesis.

“Vuelve a nuestras vidas la Jornada Pro Orantibus, una ocasión para el encuentro agradecido con las comunidades de vida contemplativa presentes en nuestra diócesis”, comienza el prelado, destacando además que esta celebración se enmarca en el contexto del Año Jubilar 2025 y del 1700 aniversario del Concilio de Nicea.

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Mons. Prieto invita a renovar la profesión de fe como expresión de comunión: “Creemos en Dios, Padre todopoderoso; creemos en Jesucristo, su único Hijo; creemos en el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo”. A partir de esta base, desarrolla una reflexión sobre cómo la fe y la esperanza iluminan y sostienen la vida cristiana, especialmente en tiempos de dificultad.

Y si aprendiéramos más de la vida contemplativa?

“La fe, antes de ser virtud que nos permite orar, es luz que nos hace oración, pues nos hace de Dios”, escribe el arzobispo. Y añade: “Ahí, en el corazón de la Trinidad santa, aprendemos a escuchar como hijos, a obedecer como hijos, a amar como hijos, a trabajar como hijos, a orar como hijos”.

Respecto a la esperanza, Mons. Prieto recuerda que los creyentes no viven de espaldas al mundo, sino que están llamados a transformar la realidad desde la fe: “Necesitamos salir hacia la tierra que el Señor nos ha mostrado a la luz de la fe. Él es la esperanza con que vivimos”. Y puntualiza: “La vida empieza aquí, la comunión empieza aquí, el cielo empieza aquí”.

En su mensaje, el arzobispo dedica unas palabras especiales a las personas consagradas en la vida contemplativa, a quienes considera un testimonio constante de lo esencial: “Vosotros, con vuestra vida, con vuestra oración, remitís continuamente a la certeza de lo que esperamos, la inconsistencia de lo que vemos”. Y reconoce el valor de su entrega silenciosa: “En nombre de todos, presentáis oraciones a Dios cada día en tantos monasterios y conventos que pueblan de silencio y contemplación nuestra geografía diocesana”.

Mons. Francisco José Prieto concluye su carta asegurando que toda la Iglesia de Santiago lleva a los contemplativos en el corazón y les agradece su fidelidad: “Contad con el agradecimiento y el cariño de la Iglesia en Santiago de Compostela, que se une a vuestra oración a Dios Padre por Jesucristo en el Espíritu”.

Jornada Pro Orantibus
Solemnidad de la Santísima Trinidad

15 de junio de 2025

Orar con FE, vivir con ESPERANZA

A cuantos en nuestra Iglesia profesáis la vida contemplativa

Hermanas y hermanos muy queridos en el Señor:

Vuelve a nuestras vidas la Jornada Pro Orantibus, una ocasión para el encuentro agradecido con las comunidades de vida contemplativa presentes en nuestra diócesis; una ocasión para compartir con todos el don de la fe y el gozo de la esperanza que no defrauda (cf. Rom 5,5) en este Año Jubilar Romano 2025.

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La fe con que oramos

En este Año Jubilar se conmemora un aniversario muy significativo para todos los cristianos: se cumplen los 1700 años de la celebración del primer gran Concilio ecuménico de Nicea. En esta fiesta solemne de la Santísima Trinidad renovemos, como expresión de comunión, la profesión de la fe que anunciamos, celebramos y vivimos: Creemos en Dios, Padre todopoderoso; creemos en Jesucristo, su único Hijo; creemos en el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo.

Confesamos que, por la fe y el bautismo, estamos en comunión con el Hijo de Dios; confesamos que hemos sido agraciados en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales; confesamos que Dios, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho revivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él (cf. Ef 2, 4-6). En ese Hijo, entregado por nosotros para que tengamos vida eterna, tenemos la medida sin medida del amor que Dios nos tiene.

Cada día, en el secreto de la oración, nos asomamos asombrados y agradecidos a ese misterio de amor; cada día, si queremos saber de nosotros, nos buscamos y nos hallamos en Cristo Jesús, en el seno de la Trinidad santa, en comunión con el Hijo de Dios, en el cuerpo del Hijo de Dios, guiados e iluminados por el Espíritu que procede del Padre y del Hijo, para que en todo busquemos hacer la voluntad de nuestro Padre del cielo.

La fe, antes de ser virtud que nos permite orar, es luz que nos hace oración, pues nos hace de Dios, y en esa condición nuestra de hijos en el Hijo, la fe nos deja referidos al Padre en todo tiempo y lugar. Ahí, en el corazón de la Trinidad santa, aprendemos a escuchar como hijos, a obedecer como hijos, a amar como hijos, a trabajar como hijos, a orar como hijos. Esa es la fe con que oramos: “La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar” (Lumen fidei 57).

La esperanza con que vivimos

Hombres y mujeres a los que la fe hizo moradores de Dios, nos encontramos viviendo en un mundo del que Dios parece ser el gran ausente, en un mundo acogido a la seguridad engañosa de sus graneros repletos de “bienes para muchos años”, en un mundo cuyo horizonte de vida parece ser el “túmbate, come, bebe y date a la buena vida”.

Por ello, los hombres y mujeres de fe necesitamos abrir caminos a la esperanza. Y ésta sólo es posible para pobres con fe. Necesitamos abrazar la pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo. Necesitamos salir hacia la tierra que el Señor nos ha mostrado a la luz de la fe. Él es la esperanza con que vivimos.

Pudiera parecer que miramos únicamente hacia Dios, a eso que acostumbramos llamar cielo; pero no es así: la vida empieza aquí, la comunión empieza aquí, el cielo empieza aquí. En el aquí y en el hoy han de ser  la fraternidad, la unidad y la paz; a nuestro tiempo se ha de acercar el reino de Dios y entre nosotros se ha de hacer presente la humanidad nueva de la que Cristo Jesús es el primer hombre.

Con esperanza caminamos hacia ese mundo que la fe pone delante de nuestros ojos y con esperanza nos movemos hacia lo que hemos creído, hacia lo que nuestro corazón confiesa del Padre, del Hijo, del Espíritu, y de nosotros mismos.

Lo que vosotros nos recordáis

En la comunidad eclesial, vosotros, los consagrados al Señor en la vida contemplativa, sois una memoria permanente de lo que creemos, de lo que somos, y de lo que esperamos. Vosotros, con vuestra vida, con vuestra oración, remitís continuamente a la certeza de lo que esperamos, la inconsistencia de lo que vemos. Vosotros nos ayudáis a todos a orar con fe y a vivir con esperanza.

Y todos os llevamos en el corazón, porque nos recordáis el amor de Dios, y porque, en nombre de todos, presentáis oraciones a Dios cada día en tantos monasterios y conventos que pueblan de silencio y contemplación nuestra geografía diocesana.

Contad con el agradecimiento y el cariño de la Iglesia en Santiago de Compostela, que se une a vuestra oración a Dios Padre por Jesucristo en el Espíritu. En comunión de fe, esperanza y caridad, os envío un cordial saludo con mi bendición.

Mons. Francisco José Prieto Fernández
Arzobispo de Santiago de Compostela

Brillante conjunto de velas encendidas en la oscuridad

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