"Buena parte del clero está desencantado, en soledad y solitario, abandonado a su suerte en su pueblo" Francisco Javier Gómez: "Los curas somos los últimos mohicanos que quedamos en los pueblos"

Francisco Javier Gómez
Francisco Javier Gómez

"El mundo rural se está acabando, pero ya desde hace unas décadas. Hoy vivir en el mundo rural es una opción de vida, la mentalidad de nuestro mundo de hoy está centrada en la ciudad. Una parte de los jóvenes que se quedan es por opción de vida, y otra parte mayor es porque están tan dejados, que no tienen otro lugar donde vivir"

"Para mí es muy importante la formación, ya que en una diócesis pequeña como la nuestra corres el riesgo de quedarte enclenque, raquítico y atontado con g; además de servirme para saber cómo vivir estos tiempos de cambio en la Iglesia con el Papa Francisco"

"También se han de superar la visión de estar metidos todo el día cotilleando la vida de los demás, y los enfrentamientos políticos –cuando hay elecciones cercanas el ambiente en algunos pueblos se vuelve irrespirable-; llevar la convivencia de otra manera, ya que en espacios tan pequeños la convivencia tiene mucho peso"

"Buena parte del clero está desencantado, en soledad y solitario, anárquico, muy poco acompañado, abandonado a su suerte como islas cada uno en su pueblo"

"Hemos descuidado mucho la formación de los sacerdotes y de los laicos, nos hemos basado mucho en una pastoral de mantenimiento durante años, y ahora que se nos pide una conversión pastoral, de estructuras, una conversión sinodal, la mayor parte se ha hecho mayor, y apenas tenemos jóvenes"

"De la Iglesia española, pues ya sabemos cómo está, no muy diferente a la diócesis de Cuenca. Menos mal que es ilusionante, y es lo que me mantiene vivo, el aire fresco que ha traído el papa Francisco, el camino que están haciendo otras iglesias en el mundo, especialmente las del sur del mundo, como dice el cardenal Kasper el aire sopla de sur en la Iglesia, me es ilusionante porque otra Iglesia en España es posible. No hay que desanimarse, nos toca atravesar una larga travesía por el desierto"

"El mundo rural se está acabando, pero ya desde hace unas décadas". Francisco Javier Gómez Ortega es un cura conquense de 47 años, que pronto cumplirá dos décadas como sacerdote, siempre como cura rural en la serranía de Cuenca. En este día de San Isidro, patrón del clero rural, de las gentes del campo, el religioso lamenta que "hemos descuidado mucho la formación de los sacerdotes y de los laicos". Éste es el día a día de una especie en extinción: los curas rurales. ¿Habrá relevo?

-¿Cuánto tiempo llevas como cura rural? ¿Cuáles han sido tus destinos?

Llevo desde el 3 de septiembre del 2000 en esta parte de la Serranía de Cuenca. Llegué siendo religioso, habiendo pedido la dispensa de los votos perpetuos, que no me fue concedida hasta mayo del 2001. Comencé ayudando en las parroquias de Cañamares, La Frontera, Fuertescusa y Poyatos. Al ser ordenado sacerdote llevé los pueblos de Albendea, Alcantud, Vindel y Arandilla del Arroyo hasta el 2004. Desde el 2004 fui cambiado a Cañamares, Cañizares y Fuertescusa, siéndome añadidos en el 2008 las parroquias de Vadillos y Poyatos, en 2015 se me añadió La Frontera. Dando clases de religión desde el 2000-2001 colegios de primaria de Cañamares, La Frontera y Ribagorda, y desde el 2002 hasta ahora en el instituto de la comarca en Priego. Llevo más de 20 años en el mundo rural.

-¿Cómo es tu día a día?

Me suelo levantar sobre las 7 de la mañana. Rezo los laudes, desayuno y tengo clases en el instituto de Priego cuatro días: tres horas diarias, durante tres días, cuatro horas en un día. El martes asisto a las clases de la formación permanente del Instituto Superior de Pastoral –para mí es muy importante la formación, ya que en una diócesis pequeña como la nuestra corres el riesgo de quedarte enclenque, raquítico y atontado con g; además de servirme para saber cómo vivir estos tiempos de cambio en la Iglesia con el Papa Francisco-. En los huecos que tengo libres entre clase y clase, cuido a mi madre enferma de cáncer, para levantarla, que desayune y se vista. Cuando vengo del instituto preparo la comida para mí y mi madre, comemos, recojo la cocina, la casa, hago las camas, y descanso un rato en el sillón.

Poyatos, uno de los pueblos a su cargo
Poyatos, uno de los pueblos a su cargo

Sobre las cinco de la tarde, me pongo a leer teología para los trabajos de la formación permanente de los martes del Instituto de Pastoral. Sobre las 18:30 horas le doy la merienda a mi madre, después nos damos un paseo por el pueblo de 45 minutos. Después yo me voy a paseo por esta naturaleza maravillosa que Dios nos ha dado, es un paseo meditativo escuchando el canto de los pájaros y contemplando la  belleza de los paisajes que tenemos. Sobre las 21:30 horas cenamos mi madre y yo, después la acuesto, y me quedo viendo la tele un rato, para luego irme a dormir. Antes de la pandemia tenía misa de diario 3 días en dos pueblos, ahora sólo tengo algunos días de vez en cuando, si hay algún funeral o algún cabo de año. Los fines de semana tengo dos misas, los pueblos más lejanos Poyatos el sábado por la mañana –es el pueblo más lejano que tengo a 27 kilómetros por carreterita de sierra, y Vadillos por la tarde a 15 kilómetros. El domingo tengo cuatro misas por la mañana: Fuertescusa, La Frontera, Cañamares y Cañizares. En todos esos huecos tengo que atender a mi madre. Antes de la pandemia tenía catequesis de comunión y confirmación tres días en semana. Entre semana visitaba algunos enfermos para llevarles la comunión –ahora durante la pandemia no lo hago-. Una vez al mes atiendo a varias familias ayudándoles con alimentos y compañía, alimentos que recogemos durante los sábados y los domingos en las seis parroquias que llevo –es necesario que las personas que viven en esta zona se impliquen y se comprometan en la ayuda de sus vecinos, sería más cómodo ir al banco de alimentos, pero se perdería esta concienciación y compromiso que hay que ayudarles todos los meses-. Una vez al mes tenemos reunión de curas del arciprestazgo, que somos cinco con 37 parroquias y más de 1500 kilómetros cuadrados de extensión.

- ¿Cómo es la pastoral en pueblos pequeños y rurales?

Básicamente se basa en la preparación para los sacramentos: primera comunión y confirmación, con los pocos niños que tenemos en cada pueblo. Luego en la visita a los enfermos, también en el diálogo y la convivencia con nuestros vecinos de los pueblos, ya que los curas somos los últimos mohicanos que quedamos en los pueblos –los médicos, los profesores, los funcionarios viven en Cuenca, van y vienen todos los días-. Durante algún tiempo algunos curas intentamos hacer una pastoral de conjunto a través de encuentros de formación con los laicos, de encuentros de reflexión sobre el futuro a nivel eclesial en la zona, a través de una Cáritas arciprestal, pero por desgracia no funcionó. Luego principalmente se basa en las misas, y en la celebración de las fiestas patronales de los pueblos, como tenemos tantos pueblos, y normalmente celebran patrón y patrona, pues son varios meses lo que nos duran las fiestas.

- ¿Se acaba el mundo rural? La pandemia, ¿cómo os ha afectado?

El mundo rural se está acabando, pero ya desde hace unas décadas. Hoy vivir en el mundo rural es una opción de vida, la mentalidad de nuestro mundo de hoy está centrada en la ciudad. Una parte de los jóvenes que se quedan es por opción de vida, y otra parte mayor es porque están tan dejados, que no tienen otro lugar donde vivir –para mí es preocupante porque algunos de ellos se dedican a cosas que no deberían, donde el mundo de las drogas está muy presente, no sé qué pasara de aquí a 10-15 años con una parte como sigan con esta marcha-, y eso que a nivel educativo tenemos buenas infraestructuras, buen transporte escolar, bien atendido por profesores, pero una parte de los jóvenes y sus familias deberían tomar más conciencia que estos recursos valen mucho dinero y no lo estamos aprovechando. Los jóvenes más válidos se van a estudiar sus carreras y ya no vuelven. Aquí en esta zona hay dos fábricas: Navarro dedicada a las centrales eléctricas y fabricación de carborundo, y Solán de Cabras, es curioso que una parte de los trabajadores de la zona van y vienen desde Cuenca aunque tengan casa en los pueblos.

Cañamares, en la Serranía de Cuenca
Cañamares, en la Serranía de Cuenca

Creo que buena parte de culpa la tenemos los que habitamos en esta zona rural, porque nos vamos dejando de un compromiso de trabajar por hacer cosas en conjunto, por individualismo y que cada uno va a los suyo. Una de las soluciones del mundo rural es trabajar todos los pueblos con una visión de conjunto, en todos los aspectos de la vida: trabajo, educación, eclesial, familiar…, no cada uno y cada pueblo centrado en su ombligo. Hay una mentalidad que la administración tiene que hacer todo sin ninguna mentalidad de compromiso y visión de conjunto.

También se han de superar la visión de estar metidos todo el día cotilleando la vida de los demás, y los enfrentamientos políticos –cuando hay elecciones cercanas el ambiente en algunos pueblos se vuelve irrespirable-; llevar la convivencia de otra manera, ya que en espacios tan pequeños la convivencia tiene mucho peso, si hay conflictos y enfrentamientos, cuando se organiza alguna actividad si van un grupo, el otro grupo que está enfrentado no va y el caciquismo, por desgracia muy presente en la vida de los pueblos.

La pandemia nos ha afectado en el sentido que buena parte de las personas mayores que tenemos han cogido miedo, pero por lo demás no nos ha afectado mucho. El futuro depende de la iniciativa y el emprendimiento de los que habitamos los pueblos.

- ¿Hay relevo?

Habrá relevo si hay un cambio de mentalidad, y si solucionamos esos problemas que tenemos como comentaba anteriormente. Pero la tendencia es a que estos pueblos queden con muy poquita población, algunos desaparezcan, y queden para Semana Santa, y algunos días del verano, sobre todo para las fiestas patronales.

portada romanica la frontera
portada romanica la frontera

- ¿Cómo ves a la Iglesia desde tu lugar? ¿Cómo crees que os ven?

 Como no cambien las cosas en una diócesis pequeña como la nuestra, poco ilusionante. Depende mucho del obispo que se tenga, de la curia de la que se rodee, de cómo se lleve la diócesis. Buena parte del clero está desencantado, en soledad y solitario, anárquico, muy poco acompañado, abandonado a su suerte como islas cada uno en su pueblo. Si tuviéramos suerte con el siguiente obispo –que no sea susto o muerte-, que trajera ilusión, otra forma de hacer, otra mentalidad, creo que una parte del clero de Cuenca se ilusionaría, y comenzaríamos a trabajar de otra manera. Hemos descuidado mucho la formación de los sacerdotes y de los laicos, nos hemos basado mucho en una pastoral de mantenimiento durante años, y ahora que se nos pide una conversión pastoral, de estructuras, una conversión sinodal, la mayor parte se ha hecho mayor, y apenas tenemos jóvenes.

El obispo de Ciudad Real, D. Gerardo Melgar, cuando estuvo hace año y medio dando una conferencia sobre las unidades pastorales, –estábamos en el plan de pastoral sobre la renovación de las parroquias, plan que nació casi muerto, que la pandemia mandó a la UCI y se acabó de morir-, nos expuso el tema con lucidez, además tiene un pequeño librito para la diócesis, hablaba con claridad, creo que es una de las posibles soluciones para la Iglesia en España, y sobre todo para las zonas rurales, desde una pastoral de conjunto de los curas con los laicos, cambiando la mentalidad desde la propia formación de los seminarios –muy individualista, sin ninguna visión de conjunto, sin ninguna formación sobre la Doctrina Social de la Iglesia- desde una visión de conjunto, de colaboración, de trabajar en equipos. Los laicos se tienen que tomar en serio la vivencia de la fe sobre cuatro bases: el culto, la liturgia, la formación cristiana y la caridad, también los curas, si no lo tenemos muy difícil. La pastoral cada día se está volviendo más dura por la indiferencia y el rechazo que hay. Trabajar en una Iglesia sinodal, para esto hace falta mucha madurez humana y cristiana, porque si no el discernimiento y la deliberación eclesial se convierten en tareas imposibles. Para ello hay que tomárselo es serio, desde la formación de laicos y curas, el trabajo en conjunto curas y laicos, desde la corresponsabilidad. Por desgracia la actual curia de la diócesis esto no lo ve.

De la Iglesia española, pues ya sabemos cómo está, no muy diferente a la diócesis de Cuenca. Menos mal que es ilusionante, y es lo que me mantiene vivo, el aire fresco que ha traído el papa Francisco, el camino que están haciendo otras iglesias en el mundo, especialmente las del sur del mundo, como dice el cardenal Kasper el aire sopla de sur en la Iglesia, me es ilusionante porque otra Iglesia en España es posible. No hay que desanimarse, nos toca atravesar una larga travesía por el desierto.

A los curas nos ven como unos vecinos más, que convivimos con las gentes de nuestros pueblos, y que intentamos ayudarles en lo que podemos.

La vida de los curas rurales
La vida de los curas rurales

- ¿Qué le pides a San Isidro como patrón?

Que nos ayude a vivir la fe desde lo esencial, que no lo perdamos, que tengamos olor a evangelio, que recuperemos el sentido comunitario y su compromiso en nuestros pueblos, que nos haga superar el individualismo y la indiferencia en la que estamos, que recuperemos el disfrutar y valorar la hermosa naturaleza con que Dios no ha agraciado, y sobre todo como dice Florencia, una mujer nonagenaria de Fuertescusa, que lo más importante en la vida es querer a los demás y que te quieran, pues eso, que nos queramos bien.

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