Día del Seminario en España, los seminaristas madrileños comparten sus historias "Nosotros también necesitamos pastores": Los futuros sacerdotes, en el Día del Seminario

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Cada seminarista tiene una historia única, porque Dios con cada uno actúa de una manera, pero en muchos casos coinciden en su resistencia inicial a esta llamada

Mauricio Oriol, Antonio Gil y Antonio Vázquez cuentan su experiencia de 'rendición a la evidencia', su enamoramiento de Jesús

Hoy, domingo, 17 de marzo, la Iglesia celebra el Día del Seminario con el lema Padre, envíanos pastores, que los seminaristas también hacen suyo porque, como dice Mauri, "nosotros también necesitamos pastores"

Antonio apunta que "hay una necesidad de los propios sacerdotes de pedir más sacerdotes, porque nosotros no podemos con la tarea"

La sala de la comunidad de 1º y 2º curso del Seminario, llamada de San José, tiene una cocina en la zona izquierda y unos cómodos sillones para tomar el café y charlar tranquilamente junto a los ventanales. El suelo, cerámico, es muy probablemente el original de este singular edificio de comienzos de siglo XX, en estilo neomudéjar y declaradobien de interés cultural. Lo lijaron los seminaristas un verano, y también pintaron las paredes de la habitación. «Vamos reformando el seminario», resume Mauricio Oriol, Mauri, de 25 años (en la imagen principal, en el centro), que comenzó su andadura de formación para ser sacerdote en 2021. En concreto, el 1 de octubre, «el día de Santa Teresita del Niño Jesús». Lo comprueba en una cruz al cuello que le regalaron sus amigos, en la que está inscrita la fecha de entrada.
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«Llegaba con la octava metida y al día siguiente, nada más levantarte, una hora y media de oración en la capilla», recuerda y ríe, porque reconoce que en el fondo el seminario es «un camino de confianza; el Señor te da el ciento por uno pero pasa porque uno sea capaz de ir soltando y poniendo en sus manos». Es, como le dijo Jesús a Nicodemo, nacer de nuevo, «empiezas a poner tu vida en juego». Una vida que se deposita en manos de los hombres que los acompañan, los formadores y directores espirituales, algo que al principio no le resultó fácil a Mauri aunque ahora sabe que «Dios tiene manos y boca en su Iglesia». «La batalla no solo está en el sagrario, también en dejarte y poner tu vida en las manos de ellos que, siendo hombres, están guiados por el Espíritu Santo».

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Mauri comenzó a hacerse preguntas en 1º de carrera (es ADE y máster en Bolsa y Finanzas). «¿Por qué tengo esta fe y por qué me has colocado en un mundo donde es tan difícil vivirla?». Tenía novia y pensaba que sería laico «como una luz en medio del mundo». El máster lo hizo en Londres y ahí pinchó; sin dejar de ir a Misa los domingos, a veces ni comulgaba. Le empezó a pesar esta desgana, pero el Señor es fiel y le hizo ver de una manera clara que tenía que seguirlo a Él en exclusividad. Entrar en el seminario «es como ir a ciegas pero sabiendo que no te la vas a pegar».

Cambio de planes

Cada seminarista tiene una historia única, porque Dios con cada uno actúa de una manera, pero en muchos casos coinciden en su resistencia inicial a esta llamada. «A mí lo que me pasó es que le dije que no». Habla Antonio Gil, 32 años y 6º curso (en la imagen principal, a la izquierda). «Me cayó como un jarro de agua fría, yo tenía mi vida montada: novia, estaba acabando la carrera [Agrónomos] y también trabajaba…». Con absoluta sencillez cuenta que «para que a Dios se le olvidara, dejé de ir a Misa». Paradójicamente, «cada vez me enamoraba más de Él». Y le decía: «No me pidas esto, pero no me abandones».

En el fondo, todo empieza por querer estar con Jesús. «Mi corazón solo deseaba estar con Él», y no tanto «ser sacerdote». Aunque en el proceso de maduración y discernimiento, ese estar con Dios en el caso de Antonio era a través del sacerdocio. La experiencia del seminario le hace ver que «lo bonito es que yo estoy con Jesús y el resto se me da por añadidura». Además, sabe que «este camino que Él me propone es por el que me va a salvar a mí, y a través de mí, al resto».

La llamada no le vino a Antonio en el mejor momento, como tampoco a Antonio Vázquez, Tono, 24 años (en la imagen principal, a la derecha). Había encontrado — después de algunas, reconoce — a la chica perfecta. También en 1º de carrera, como Mauri, Tono descubrió a un Dios real, «que me amaba, ¡pues viva la vida!». Y ríe, porque a partir de entonces, «así fue mi vida, viva la vida; excepto ir a clase, hacía de todo». En los exámenes finales de 2º, todo se para. «No soy feliz». Su día a día «era un no parar de hacer cosas, y cosas buenísimas, pero mi corazón estaba muy intranquilo».

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Dejó a medias los exámenes, se cogió una mochila y se fue a acampar a la playa de Valencia, cervecita, cigarros y guitarra, «hasta que descubra cómo ser feliz». «Un poco hippie, sí». Y ahí es cuando apareció por primera vez un «tú vas a ser mío». Esto le llenó de paz, aunque se dijo para sí mismo «que era imposible». Además, ese fue el momento en que apareció su «niña» perfecta, pero a los cuatro meses se rindió a la evidencia: «Señor, yo te quiero solo a ti, porque en ti es donde de verdad mi corazón ha descansado».

Clases, estudio, descanso...

A Tono le pasó como a Mauri. El propedéutico fue mucho de «purificar», él que «no estaba acostumbrado a una figura de autoridad» y que era de los de «en mi corazón no entra nadie». Además, había un horario y otras nueve personas «que cada uno está luchando con lo suyo». Ahora, ya en segundo, el día comienza a las 7:00 horas en la capilla. Allí rezan el oficio de lecturas y laudes y después tienen una hora en silencio ante el sagrario. «Aquí es donde está la clave», subraya Tono. Se despiden con una oración a la Virgen y desayunan. A las 9:00 comienzan las clases de Teología en la Universidad San Dámaso, a un pasillo de distancia del seminario y «aún con todo llegamos los últimos». Más risas. La comida es a las 14:00 horas, y después tienen un tiempo de tertulia por comunidades hasta las 16:00 horas, que empieza el tiempo de estudio. A las 20:00 horas se celebra la Eucaristía, a las 21:00 horas cenan y a las 22:30 horas a rezar, leer y dormir. «O bueno, sobre esa hora».

Dos veces por semana hacen deporte, fútbol, pádel, salen a correr, y esto es vital porque «necesitas descargar». Y los viernes y domingos tienen pastoral social en residencias de ancianos, casas de niños, la residencia sacerdotal... Esto, en 1º y 2º, porque en el propedéutico y en el resto de los cursos están destinados en parroquias. Además, una vez al trimestre celebran los cumpleaños por comunidades. Po ejemplo, una gincana por Madrid en la que cada pista era un elemento para luego preparar la tarta.

Y cuando acaban los exámenes de febrero, hacen una salida todo el seminario al completo. La del este curso ha sido especial, porque fue la visita al Papa Francisco en Roma. Un hombre «muy normal» que al entrar en la Sala Clementina, y a la introducción del cardenal Cobo, «aquí los seminaristas de Madrid», bromeó: «¿Pero son católicos?». No leyó el discurso sino que les invitó a hacerle preguntas con un símil futbolístico: «Pelota al centro y que empiece el juego». Y les encantó que sus respuestas estuvieron muy aterrizadas en el día a día. Por ejemplo, cuando les dijo que, para ser comunidad, «os pido que recéis, pero sobre todo que no critiquéis». O cuando le preguntaron «cómo cuidar la mirada» y les alertó sobre el uso del móvil.

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Día del Seminario 2024

La Iglesia celebra este domingo, 17 de marzo, el Día del Seminario con el lema Padre, envíanos pastores, que los seminaristas también hacen suyo porque, como dice Mauri, «nosotros también necesitamos pastores». Antonio apunta que «hay una necesidad de los propios sacerdotes de pedir más sacerdotes, porque nosotros no podemos con la tarea». Tono añade que «es muy bonito pedírselo al Padre» y hace otra lectura: «Todo el camino del seminario es pegarte a Jesús para que te dé un corazón de padre».

Además, la campaña no es marketing, sino una oración, y comunitaria. «Cuando el pueblo de Dios pide sacerdotes — continúa Antonio —, Él los da». Algo, que por cierto, Jesús mismo invitó a hacer: «Pedid al dueño de la mies que mande obreros a su mies». «Si él mismo nos ha dicho que pidamos…». Y no solo oración. Los seminaristas necesitan también ayuda material y económica. Cada uno requiere, al mes, 25 euros para sus estudios; 50 euros para su manutención y 100 euros para el alojamiento. Por eso, se muestran sumamente agradecidos: «Que haya gente que se desviva y dé su dinero para cuidarnos a nosotros…».

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