Los niños de Tarragona se convierten en mensajeros de Navidad en una tradición que hace más de 20 años llena la Catedral
Cientos de niños de escuelas cristianas de Tarragona participan en la tradición “Sembradores de estrellas”
“Un misionero es un superhéroe sin poderes: su poder es ayudar”. Con esta frase espontánea de un alumno de sexto comenzaba a perfilarse el espíritu de la celebración de “Sembradores de estrellas” de este viernes 12 de diciembre en la Catedral de Tarragona. Pero, antes que nada, lo que más llamaba la atención era el gesto inicial del arzobispo Joan Planellas: plantado en la puerta principal, saludaba uno por uno a todos los niños que iban llegando. Más de 100 manos pequeñas estrechadas con la misma calma y cordialidad convertían la entrada al templo en una escena que muchos maestros describían como “única y entrañable”, la imagen de una acogida que servía de puente hacia la celebración.
Las escuelas vuelven a llenar la Catedral
Las calles próximas a la Catedral bullían de movimiento desde primeras horas de la tarde. Grupos numerosos de niños y niñas avanzaban con paso decidido desde distintos puntos de la ciudad, acompañados por sus maestros y tutores. Un año más —y ya van más de 20—, las escuelas cristianas de Tarragona acudían a esta cita previa a la Navidad. Maestros con décadas de experiencia lo comentaban mientras esperaban en el exterior: “Hace más de dos décadas que venimos cada diciembre con los alumnos de quinto y sexto”, comentaban. La llegada de los niños se entrelazaba con el ambiente característico de las grandes ocasiones: conversaciones animadas, canciones ensayadas durante semanas y una expectativa que crecía a medida que se acercaban a la puerta.
Las 7 escuelas participantes —Colegio Lestonnac-l’Ensenyança, Colegio Santa Teresa de Jesús, Colegio Vedruna Sagrado Corazón, Colegio Carmelitas, Colegio San Domingo de Guzmán, Colegio San Pablo y Colegio El Carmen— creaban un mosaico vibrante dentro del templo. Las voces se mezclaban y los colores de los uniformes llenaban la nave central. “Estamos en un tiempo de esperanza y de testimonio”, reflexionaba Jesús Blanco, responsable de pastoral de Lestonnac-l’Ensenyança, recordando que reunirse así “debe evidenciar que somos testigos y que esta sociedad necesita voces”. El encuentro dejaba claro que los niños tienen voz propia y que la comunidad los invita a expresarla y hacerla sentir en todas partes.
El sentido profundo de la celebración
La celebración, tal como recordaba la delegada misionera Claudia Figueroa, tiene más de 20 años de arraigo en Tarragona y este año volvía a mirar a los niños para recordarles qué significa vivir la Navidad con profundidad. Para ella, el encuentro da a los chicos y chicas “el sentido de Iglesia local y diocesana”, y les ayuda a entender que no están solos, que hay otros niños enviados a anunciar a Jesús. La misa de animación misionera, que ella prepara desde hace 3 años, culmina cada año con el envío. “Los grupos saldrán por las calles y comercios de la ciudad —detallaba— para repartir estrellas con el lema ‘Jesús nace para ti’”.
En palabras de Jesús Blanco, la esencia de la Navidad no es solo “desear y desear”, sino ponerse en camino hacia los demás: “Es acercarse, dar la mano, caminar desde la humildad y descubrir la esperanza de Dios”, señalaba. En este sentido, destacaba que, pese a los “despistes” habituales de nuestros tiempos, “cuando llegas a la esencia de la Navidad, los niños la comprenden y la entienden”. La celebración, así, se convertía en un espacio para recuperar esa mirada profunda, alejada del ruido y las prisas.
Voces de los niños
Entre cantos y sonrisas, algunos alumnos expresaban cómo viven esta experiencia. Adrià y Emma, del Colegio Lestonnac-l’Ensenyança, explicaban que ser misionero les permite “ayudar a otras personas” y que no hace falta ir lejos para hacerlo: “Se puede ser misionero en Cáritas, sin necesidad de ir a otros países”, admitían. Además, recordaban emocionados la reciente visita de una misionera de edad avanzada a su escuela, descrita como “la abuela de todos los alumnos”, un testimonio que les había dejado huella. También valoraban que, en casa, los animan a participar. “Es motivo de orgullo y alegría familiar”, aseguraban.
Desde el Sagrado Corazón, Paula destacaba la fuerza de cantar juntos y el orgullo de formar parte de un gesto que “ayuda a la gente”. Para ella, es importante que haya misioneros en el mundo y los definía con naturalidad: “Es una persona normal que ayuda a la gente”. En estas palabras se percibía la idea de que la misión no es una aventura grandilocuente, sino un estilo de vida sencillo y comprometido.
La profesora Olga Fortuny, del Colegio Sagrado Corazón, explicaba que los alumnos habían llegado preparados tras ensayar canciones, así como la ofrenda y la oración que compartieron. Todo formaba parte de un camino pedagógico que les ayudaba a adentrarse con profundidad en la celebración y, en el interior del templo, los niños participaron en una dinámica con símbolos que recordaban que la vida es un camino compartido, una misión en la que cada paso tiene sentido.
El arzobispo Planellas, en sus palabras finales, evocaba a los 21 misioneros y misioneras de la arquidiócesis que trabajan en todo el mundo e invitaba a los niños a sembrar “la estrella del Evangelio”, la de la bondad y el bien que ya llevan en el corazón. La entrega de adhesivos en forma de estrellas simbolizaba este envío: salir a repartirlas, sonriendo, para felicitar la Navidad “en nombre de nuestros misioneros y misioneras”.