Prohibido retener lo que dios ha pedido derrochar. Jesús y su religión del Perdón

Jesús no parece entender el pecado como lo entiende nuestro unilateral catecismo

Perdonar no es intercambiar una emoción de ofensa por una de indulgencia debido a una emoción de arrepentimiento.

Hacer posible la resurrección del prójimo aquí y ahora.

PROHIBIDO RETENER

Jesús no parece entender el pecado como lo entiende nuestro unilateral catecismo
, en el que dios es susceptible de ofenderse cada vez que alguien comete un acto al margen o en contra de su ley y, por tanto, el perdón es un procedimiento protocolario para tranquilizar al ser supremo ofendido evitando así que descargue su venganza. Cuando Jesús perdona hace cosas que devuelven a las personas su capacidad para hacer la vida, para recuperar su dignidad y su alegría, para que puedan confiar en que dios siempre espera lo mejor de nosotros. Para Jesús el perdón es reparar lo que de nosotros se ha estado rompiendo, recomponer esa imagen que alguien tiene de sí mismo para que no siga llenándose de prejuicios ni pesimismo. Jesús ve el pecado como una fractura del corazón, que necesita ser tratada con cuidados y rehabilitación, para que brille de nuevo la capacidad de amar. Y bueno, ¿a quién no se le ha fracturado el corazón alguna vez?.

Jesús no parece entender el perdón como lo entiende nuestro sacramento, que meticulosamente (léase: con una muy aparatosa articulación teológica) ha concentrado el poder de acercar a los seres humanos la misericordia de dios en un grupo particular de personas que escuchan relatos de equivocaciones y pronuncian una fórmula. Jesús se puso abiertamente en contra de los monopolios del perdón en su propia religión y no fue particularmente favorable a los procedimientos estandarizados.Cuando Jesús perdona rompe protocolos, exclusividades y formulaciones. Y no simplemente por su conocido ánimo trasgresor sino porque la empatía profunda con el dolor le dictaba urgencia. Por ello no reemplazó un procedimiento por otro, ni una casta de 'perdonadores' por otra, sino que hizo posible que entre sus amigos, amigas, discípulos o compañeras, fuese posible acogerse y acompañarse en ese perdón que es encontrar posibilidades para rehacer la historia, y les pidió que con la misma urgencia acercaran a los seres humanos del mundo esas posibilidades, que anularan cualquier sentencia sobre el destino de alguna hija, de algún hijo del dios que lo hace todo nuevo.

Jesús ve el perdón como coser de nuevo todo eso que ha venido fragmentándose en quienes han elegido caminos, han optado por principios, o se han permitido reacciones, que les exponen a causar o sufrir daño, a ser lanzados a la soledad de lo inmediato y lo pasajero, a pasar una vida en la que jamás puedan enterarse de todo eso de lo que son capaces. Y al tomar todas esas piezas no se detiene en buscar responsables, ni en declarar culpas, sino que lo vemos en los evangelios acogiendo a la persona y mostrando cómo es posible que de cualquier caos vuelva a ser creado algo bueno, algo muy bueno. Jesús ve el perdón como un dejar que el Padre nos vaya devolviendo paso a paso la capacidad de existir intencionadamente, con libertad y haciendo del encuentro con los otros una fiesta.

Perdonar entonces, no es anular un registro de comportamiento. No tiene que ver con un poder exclusivo de funcionarios ordenados para acceder a los archivos divinos y actualizar el estado de una ofensa o una deuda. No existen tales archivos, ni tal acceso específico. El perdón es un patrimonio de cada hija e hijo de dios que siente la urgencia de esas vidas que duelen, de esos talentos que se quedan sin brillar, de esas historias que no encuentran rumbo y en las que sus protagonistas se sienten como espectadores. El perdón es una invitación a usar nuestras manos y palabras, nuestra cercanía y disposición, nuestra acogida y capacidad de amar, para hacer posible la resurrección del prójimo aquí y ahora.

Perdonar no es intercambiar una emoción de ofensa por una de indulgencia debido a una emoción de arrepentimiento. Y por eso tanto daño hacen las predicaciones, homilías, campañas, culturas eclesiales centradas en la culpa y en la sensación de no merecer nada; que manipulan emocionalmente a la gente para conseguir confesiones apresuradas de arrepentimientos repentinos y canonizaciones a 'provocadores' de ese tipo de confesiones. Hay en el perdón y en el pecado algo que se siente, claro, como en toda otra experiencia humana, pero a Jesús y su religión del perdón el sentimiento que parece interesarle en lo que al pecado se refiere, es el amor desbordado del que sabe que se le ha perdonado (reparado) mucho, y la alegría de quien sabe que ha sido encontrado tras haberse sentido tan perdido.

Perdonar no es recuperar un estatus frente a dios. El cielo no es un plan de privilegios adquiridos por buenas obras ni una pérdida de nivel por comportamientos reprochables o abiertamente condenables. Lo que está en juego no es nuestra posición respecto de dios, ni nuestro acceso a su cercanía, ni siquiera su confianza en nosotros, sino la integridad de nuestra existencia. Para Jesús y su gente el pecado no es una separación de dios, tan inmediato, y tan próximo a quien le necesita con desespero, sino una separación de nuestras partes, y una imposibilidad para gozar de la totalidad de la existencia. Es la vida la que se distancia, y quien intenta vivirla distanciado de sí mismo. Por eso el perdón es recomponer, es volver sobre los pasos en los que se nos quedó atascado algo de nosotros mismos, y con cuidado deshacer cada enredo, con la plena consciencia de que quien ha estado cuidando lo que quizá hemos descuidado, ha sido dios mismo. 

Entonces, cuando a sus amigos, amigas, discípulos y compañeras, les dice Jesús que si retienen algún pecado eso quedará retenido, no les está otorgando un poder, les está haciendo una advertencia: Tienen la capacidad de perdonar, de restaurar, de ayudar a recomponer, de acompañar a encontrar lo perdido, si ustedes no lo hacen, esas personas podrían quedar así, rotas, aisladas, fragmentadas, sintiendo una engañosa distancia de dios. Tienen la capacidad de arrojar luz sobre tantas posibilidades de reconstruirse, de juntar los trozos, de vencer soledades, si ustedes no lo hacen, muchas cosas quedarán así, como si no fuera real el amor capaz de perdonarlo todo. Prohibido retener lo que dios ha pedido derrochar.

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