Ser Light

Hay que ser Light. Y hay que serlo de manera escandalosa, exagerada, sin timidez alguna. Cuando desde distintas orillas - todas ellas, orillas de mar muerto - se acusa a laicos, monjas, sacerdotes, obispos y hasta a algún Papa que se toman en serio el Concilio, de estar promoviendo un catolicismo light, esa acusación debe ser motivo de alegría y de satisfacción, pues a eso hemos sido llamados, a ser light, y a tomar el light yugo de quien nos ha rescatado de la pesada y oscura carga de una religión impersonal. Los que hicieron de dios un Fariseo pueden estar tranquilos, que no solamente tienen razón al decirlo, sino que su crítica es esencialmente un reconocimiento de que en algo está dando fruto el aliento del espíritu que logró entrar cuando se abrieron las ventanas a su soplo hace 50 años.

Light significa ligero, pero también significa luz. Se ha tomado la expresión como una manera de desprestigiar la forma como se vive, se explica y se provoca la fe en esos ambientes en los que el sábado no está por encima del hombre, ni la norma que mata está por encima del espíritu que da vida. Pero si tomamos su sentido real, sin esa malicia propia de los sepulcros blanqueados, sin duda es importante ser light, porque el mundo no ha dejado de necesitar la luz que los creyentes han dejado encender en su corazón, especialmente para poder verse a sí mismo, entenderse y cuidarse un poco. La luz del Señor no obnubila, no enceguece, sino que aclara, da panorama, permite ver lo que no se veía antes. Las personas en nuestro mundo necesitamos vernos y ver a los otros con claridad, sin prejuicios, más allá de la instantánea trampa de la apariencia, en la que tantas veces caemos y con la que tantas veces nos estrellamos. Necesitamos ver y para ver se necesita luz.

Pero hay una enorme diferencia entre la luz con la que buscamos los objetos perdidos, sean estos unas monedas que han caído debajo del sofá o el sentido de la vida en medio de una sociedad que invita a ponerlo en comprar y agredir, y el láser con el que se señala un detalle en la pared o con el que los niños crueles juegan a dejar ciegas a las palomas. La buena noticia es luz que nos permite encontrar lo perdido, que nos hace descubrir lo que estaba oculto, con la intención de que nos dejemos fascinar por la vida, de que nos resulte sorprendente lo bien que ha quedado todo lo que dios hizo, con la idea de hacernos resplandecer el alma y la risa. Esos que acusan de Light el cristianismo de los otros, difícilmente dan luz cuando intentan señalar con sus retóricas incomprensibles los detalles pormenorizados de todo lo que se debe y no se debe hacer desde el nacimiento hasta la muerte según la escolástica y la ortodoxia.

¡Cuánta alegría le hace falta a los hombres y la mujeres de este mundo, que han puesto el sentido de su vida en conseguir pequeñas satisfacciones diarias y que a la primera incomodidad sienten que todo se derrumba y que no vale la pena levantarse! Y la buena noticia es para ellos, no para que puedan recitar de memoria las frases del credo, sino para que esas frases tengan algo que ver con su vida real, en sus trabajos, en sus relaciones, en sus contradicciones, sobre las que dios tiene tanta claridad que arrojar para descubrir lo bueno y lo bello de existir. No se puede ser luz si no se está dispuesto a ver la vida con bondad, a descubrir en ella los rasgos de humanidad que todos tenemos, si no somos audaces para hacer ver a los otros que todo lo bueno de la vida los rodea y los inunda, solo hace falta verlo y dejarse bendecir por tanto.

Ligeros. También hay que ser ligeros. "Yes, my yoke is easy and my burden light" traduce la New Jerusalem Bible aquello de "Mi yugo es suave y mi carga ligera". Hay que ser un poco demente para pensar que el gran objetivo de la revelación de dios es amargarnos la vida con casuísticas ilógicas sobre asuntos poco trascendentales, mientras que la trama principal de la vida va por otro lado. Una religión que nos llene de protocolos y nos haga olvidar que tenemos soledades abrumadoras a la larga nos deja vacíos, oscuros, ajenos, como las catedrales. Un mensaje que nos ayude a aliviar la carga, que nos recuerde que no caminamos solos, que nos emocione con la idea de ser mejores, de equivocarnos menos, de brillar más a la hora de amar, de trabajar, de servir, de descansar, es una carga ligera, un yugo fácil. Jesús alivió. Alivió. Que nadie nos haga pensar jamás que seguirlo y amarlo es complicado ni enredado, porque no lo es, ni siquiera a la hora de la prueba, pues el amor es un entrenamiento para dar la vida, y hacerlo con alegría y gratitud.

En múltiples lugares del Nuevo Testamento queda claro que para quienes vivieron y conformaron ese primer movimiento de Jesús lo suyo era una novedad que desafiaba la rigurosidad ritual y moral de esas facciones judías que se le opusieron. Ahora era posible acercarse a dios sin antes tener que llenar una ficha de inscripción ni ser examinado en entrevista acerca de seiscientos y tantos requisitos. Desde ahora dios estaba al alcance, se le podía encontrar en lo más sencillo y sin temor, ya nunca más pensarían que quien lo ve pierde la vida, sino que por el contrario, la gana y la obtiene en abundancia. Aligerar la religión, esa fue la tarea del Maestro, de manera que desde lo simple del amor del padre pudiéramos reconocer nuestro valor, entendiéramos que somos capaces de cosas mucho mejores, y al ver nuestra propia miseria a la que tanto nos acostumbramos, supiéramos que no tenemos que vivir así. Por eso lo siguieron los de corazón ligero, los que saben descargar, despojarse, los que están dispuestos a perder su estatus para ganar horizonte, y pasión, y hermanos, como el buen Zaqueo, o el curioso Nicodemo. Por eso cuando esa pesada acumulación de propiedades, poderes, cargos, y la ilusión de control sobre los otros, se atraviesan en el camino, cuesta tanto seguirlo y se marcha con tristeza, como el joven aquel, que no alcanzó a ver que en los pobres había más riqueza que en sus bolsillos.

Qué bueno sería que fueran un poco más light todos aquellos que creen que lo determinante para salvarse es la ropa con la que se va a misa o el volumen con el que se les grita "pecadores" a los homosexuales. Qué bien les vendría aligerar las cejas cuando desprecian a quienes no han podido seguir amándose a pesar del sacramento y sin embargo se quedan con esperanza a vivir desde la Fe una vida nueva, más allá de sus errores. Qué impacto bondadoso darían en el mundo quienes hoy enfilan sus diatribas contra el comunismo - que es como declararle la guerra a los sumerios - si con la misma determinación se hicieran solidarios con la miseria que causa ese sistema que defienden tanto. Qué fuerza le daría a la bondad que aún lleva la delantera en la humanidad si viéramos a cardenales dudosos, a frailes apologetas, a youtubers provida caminando por las calles dando consuelo a quienes lo han perdido todo, sonriendo a quienes rebuscan en los andenes un pan a cambio de un cartón o de un rato, aliviando el dolor de los odiadores de profesión, iluminando el futuro de quienes cedieron ante la tentación de matar, contándonos a todos que a la vuelta de un rato la luz vence y gana sobre toda oscuridad. Qué bueno sería que fueran light, hasta felices serían.
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