No tiene el Padre Pancho ni siquiera lo que tuvo Job, buenos amigos. Las Peripecias del abrigo del padre Pancho
No ha sido el primer ni será el último culpable que vaya por la vida con un papel que dice "inocente".
Ojalá sepa el Padre Pancho que los tiempos recios no paran cuando se convive entre carroñeros.
Nadie alcanza a imaginar cuántas injustas tragedias ha vivido, sin su abrigo, el padre Pancho. Hasta donde llegó la intolerancia de una instrucción que le pidió callarse simplemente porque cada que abría la boca se inundaban sus vísceras de odio por: el papa, el cardenal, el obispo, varios curas, las monjitas, los monaguillos, sacristanes, ministros extraordinarios, ministras extraordinarias, misioneras, misioneros, teólogos, biblistas, catequistas, periodistas, artistas, dentistas, turistas, activistas, socialistas, comunistas, feministas, centrocampistas, fisiculturistas y flautistas. Todos menos los franquistas. Ya no se puede odiar sin que le pidan a uno guardar silencio, habrase visto, hasta dónde hemos llegado.
Luego, el exilio, imaginen lo que significa tomar aviones de uno a otro lado del Atlántico, que sí, se sabe que no es como ir de polizón en barco, pero no olviden que ya no se puede fumar en los aviones, y por eso el Padre Pancho, como todo un mártir de la globalización, ofrecía su abstinencia trasatlántica de tabaco por la conversión de Sor Lucía y el Padre Ángel, o por su pronta llegada a la casa del Padre, pues cada uno tiene sus formas de interceder y son tan respetables. Ayer allí, mañana acá, pasado mañana allá, tocando las puestas de todas las diócesis que funcionan como los paraísos fiscales; todo lo que necesite no ser investigado puede llevarse allí, esas diócesis a los que llegaron los dineros del Sodalicio y sus testaferros, o los curas que ya no pueden vivir en su país porque les pareció muy evangélico el negacionismo de sus dictaduras y sus miles de desaparecidos, o los padrecitos con casos de abuso que no llegaron al escándalo y que todavía pueden administrar bajo perfil, y como quien busca la tierra prometida itineró el Padre Pancho sin su abrigo.
Hasta que el cielo se apiadó y le llegaron buenas noticias. No, no eran las cantidades de dinero que había exigido por no trabajar, no. Tampoco era la disculpa de su querido amigo, su bienamado, que en un descuido habló de más, como hablan de más todos los amigos del Padre Pancho, los de ayer, los de hoy, los de mañana, porque no tiene el Padre Pancho ni siquiera lo que tuvo Job, buenos amigos. Es lo que tiene el traicionalismo, que son defensores de la tra-i-ción, palabra que pronuncian como si quisieran decir otra cosa aunque todos sabemos que la única lealtad que conocen es la de su propio beneficio. Ojalá sepa el Padre Pancho que los tiempos recios no paran cuando se convive entre carroñeros. O se es uno de ellos. Tampoco la buena noticia fue la aparición de su abrigo, no. Y en las noches frías no hacía más que rechinar los dientes. Fue un papel en el que decía que era inocente de haber hecho todo lo que - efectivamente - hizo. No ha sido el primer ni será el último culpable que vaya por la vida con un papel que dice "inocente".
Ha vuelto el padre Pancho, y pasea por la iglesia digital como un sobreviviente al secuestro, como un naúfrago rescatado, como quien puede contar la hazaña de no tocar una sola fumada de pipa en las insoportables 3 horas de su transmisión en youtube. ¿Resistirá ese ayuno ahora que es invitado a todos los canales de quienes hoy se llaman colegas y mañana serán otros traidores? Solo el abrigo lo sabrá. Que ya apareció, por cierto.