Qué es la Verdad?

“Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas” escribió un joven llamado Ricardo Reyes Basoalto teniendo apenas 20 años a una musa que podría ser Marisol o Marisombra – no sabemos – y que inspiró la que sería una de las más grandes obras de poesía del mundo: los 20 poemas de amor y la canción desesperada. Pablo Neruda fue un maestro de la escritura y aquel es uno de los versos que con más perfección logra describir esa sutileza del contacto, del acercamiento, del misterio en el que dos seres humanos se encuentran, coinciden, se conectan en un momento justo, con tal suerte que logran entenderse entre emociones imposibles de descifrar. Muchos años después la gran musa de su vida, Matilde Urrutia, le dejaría ver que sentía celos de la mujer que inspiró aquella obra, y Pablo, para demostrarle que no tenía nada que temer, y nada por lo cual sentir esa envidia miope que son los celos, le compuso los Cien Sonetos de Amor. 20 contra 100 ganó Matilde. Allí Neruda le escribe “Amo el trozo de tierra que tú eres, porque de las praderas planetarias otra estrella no tengo. Tú repites la multiplicación del universo”. Qué suerte tenía Neruda de que sus musas no se dedicaran a la ciencia con fanatismo positivista, con esa obsesión de esperar que todo pueda ser probado para que sea cierto. Porque resulta que cuando en último grado de colegio nos enseñan física, uno de los temas que se trabaja es la acústica, y la acústica nos dice que el sonido es una onda que se expande en el aire y que se origina en la vibración de algún objeto. Las palabras, se escuchan por el golpear de las partículas que forman el aíre, y que empiezan a moverse y a golpearse unas a otras por las vibraciones de las cuerdas vocales, y estas ondas que se expanden, al tocar el tímpano, mueven las fibras y los huesecillos –debe ser la primera vez en mi vida que escribo la palabra huesecillos – del oído, logrando crear los impulsos que recibe nuestro cerebro para decodificar lo que dijeron las cuerdas. Es más, la ciencia nos dice con bastante exactitud que en un ambiente normal el sonido se desplaza a una velocidad de 340 metros por segundo. Si nuestra amiga Marisol, o Marisombra, fuera una de esas personas que únicamente consideran cierto lo que se puede comprobar, habría quemado el poema de Neruda y nos habríamos quedado sin esa obra maestra de la literatura. Le habría dicho que las palabras no pueden adelgazarse, que al contrario, al salir de la garganta se expanden, que el sonido no se contrae, que su frase era mentira, que su amor era irreal. Peor le habría ido con Matilde, que no tardaría mucho, ni necesitaría demasiados conocimientos de química, ni de astrofísica para demostrarle que ella no estaba hecha de tierra, y mucho menos del material de las estrellas, que los seres humanos no somos rocas planetarias y que el universo técnicamente no se multiplica. De hecho hay astrofísicos que afirman que en ciertos rincones del cosmos el universo está contrayéndose un poco, haciéndose más pequeño, aunque en otros rincones se expanda. Le habría dicho Matilde que si con esas mentiras quería él probarle su amor, bien podría dejar de escribir, y Neruda no se habría ganado el Nóbel.


A los creyentes nos ha costado mucho comprender que nosotros no pensamos como los hebreos.Que nuestros esquemas mentales no funcionan como los de los hombres y mujeres del Israel bíblico. La explicación es sencilla: la humanidad occidental ha sido criada bajo los paradigmas que han surgido del proceso iniciado por los griegos, seguido por los romanos y luego sistematizado por los europeos de la ilustración y la modernidad, mientras que oriente ha sido criado bajo la perspectiva y la manera de entender y expresar el mundo de culturas que no piensan el mundo bajo la lógica filosófica occidental, sino con categorías y procedimientos propios, más cercanos a la narrativa, a la poesía, a la metáfora y la representación. Quien haya ido a un ciclo de cine arte a ver una película iraní sabe de lo que estoy hablando. Quien haya leído discursos de los lamas o cuentos de los sufís, entiende de qué se trata, o quien haya tomado en sus manos el cantar de los cantares, debería saber que está más cerca de Neruda que de Renato Descartes.

El problema sucedió cuando la Biblia llegó a occidente. Porque a pesar de lo que digan los defensores de la escolástica, haber convertido el mensaje cristiano en pensamiento cristiano significó meterlo en las categorías propias del pensamiento occidental, y lo que lograron los grandes pensadores cristianos al poner su mensaje en las lógicas de Platón – Agustín de Hipona - o en las de Aristóteles – Tomás de Aquino – fue lograr establecer unos principios con los cuales pudieran argumentarse, defenderse y hasta entenderse las afirmaciones de los dogmas y otras verdades cristianas frente al pensamiento filosófico de la época, con la fatal consecuencia de distanciar el mensaje y la comprensión de la historia de salvación y su redacción bíblica de su raíz oriental que no piensa ni razona ni habla como los filósofos occidentales. Y empezamos a creer y a afirmar que todo lo que dice la Biblia es comprobable como son comprobables los argumentos filosóficos y las teorías científicas. Y las palabras no se adelgazan en las playas.

Luego vienen los casos de Galileo, Copérnico, Bruno, Newton, Darwin y demás personajes que fueron mostrando sus descubrimientos mientras encontraban que su principal oposición eran las interpretaciones de las autoridades eclesiásticas que afirmaban cosas imposibles de afirmar basados en el lenguaje hebreo leído a lo occidental. Y Matilde no era un pedazo de tierra. La afirmación de la tierra estática alrededor de la que se movían los astros basada en un pasaje de los jueces. La afirmación de una creación semanal basada en el primer relato de la creación del génesis – no en el segundo, en el que no dura una semana – la búsqueda del paraíso, del arca de Noé, de las ruinas de Babel, Sodoma y Gomorra, que tantos programas le han dado a la national geographic, y por supuesto, los cientos de miles de personas a las que les han vendido en tierra santa una bolsa con polvo del óxido de los clavos de la cruz de nuestro Señor. En vez de entender el pensamiento hebreo nos hemos obsesionado con hacer que la historia y el mundo concuerden forzosamente con lo que creemos y queremos que la Biblia diga, ni siquiera por la Biblia misma sino por las conclusiones a las que hemos llegado sobre ella luego de pasarla por el filtro de veracidad de la filosofía occidental. Es pocas palabras: querer que la biblia diga algo que pruebe que lo que nosotros decimos de la biblia es cierto. La palabra de Dios al servicio de nuestra teoría sobre ella. Lindo.

Entonces, ¿Es Verdad lo que dice la Biblia?

Para poder responder a esa pregunta, habría que intentar responder la pregunta de Pilato: ¿Qué es la Verdad? Lo que implica un enorme problema pues habría que empezar por decir que en 24 siglos de pensamiento occidental no hemos podido ponernos de acuerdo en eso, así que no voy a intentar yo resolver aquí el asuntito. Lo que sí se puede decir es que buena parte de las personas, cuando preguntan por la verdad, preguntan por la exactitud de los datos. Nos acostumbramos a creer y vivimos convencidos de que la única verdad admisible es la que se puede probar con datos, grabaciones, fotografías, testimonios, conclusiones de investigación, o por medio de un enorme y complejo sistema de argumentaciones, que no es un ejercicio inútil, por supuesto que tiene validez, el problema es cómo usar esas herramientas de comprobación de la verdad cuando hablamos de experiencias, emociones, significados, sentimientos, creencias, valores. Cuando lo que se debe comprobar no es una afirmación histórica, sino una narración cuya finalidad no es contar, sino seducir. Es por eso que los estudios bíblicos serios hace mucho dejaron de concentrarse en comprobar que "la biblia tenía la razón" en un esfuerzo por encontrar en el mundo las huellas de que algunas frases de la biblia sean comprobables y verificables de manera científica. Entendamos algo, el principal recurso que usaron los autores bíblicos para transmitir la revelación fue la historia, y aun así, la biblia NO ES UN LIBRO DE HISTORIA. Mucho menos un libro de ciencia, o de astrofísica, o de cosmología, biología o medicina. Esto significa que la historia que encontramos en la biblia es un simple recurso literario propio del pensamiento oriental, que no concibe la verdad de la misma manera que nosotros. No se preocupa por los datos. No está interesado en que sea comprobable lo que dice, sino en que sea impactante en lo profundo del ser, que mueva a una manera particular de vivir, no a una forma de descifrar las reglas de funcionamiento del mundo.

Un caso evidente de esto son los relatos de la creación. Quienes han leído el Génesis saben que hay dos relatos de la creación, que son completamente diferentes y que cuentan las cosas en el orden inverso respecto del otro. Incluso a Dios se le llama de maneras distintas en cada uno de los dos relatos (Ver Génesis 1 y 2). Si la intención del autor fuera contarnos el origen del universo, no habría puesto dos orígenes distintos y contradictorios en su cronología y temporalidad, en su orden y en los datos que nos arroja. Debe ser que su intención no es demostrar sus conocimientos de cosmogonía, sino afirmar algo sobre dios y los seres humanos, y ahí cada relato tiene un enorme contenido de revelación. Con esto quiero decir que la literatura hebrea no necesita de veracidad en los datos que usa para expresar la verdad que quiere transmitir. Que en sus principios de enseñanza, de transmisión, de formación, de cultura, no hay una concepción de rigurosidad frente a los datos, la sucesión histórica, la biografía, etc, sino una necesidad imperativa de transmitir efectivamente la Verdad ética, la Verdad cultural, la Verdad espiritual, la Verdad de la tradición que los define, la Verdad de su propio relato sobre lo que son y lo que creen. La biología, la matemática, la economía, la física, la química, no son sus herramientas ni sus preocupaciones. Así que si la pregunta es: ¿Es verdad lo que dice la Biblia? En el sentido de que se puede comprobar usando los métodos de argumentación, los métodos de las ciencias sociales, los métodos de las ciencias naturales, la respuesta es: “ESA ES UNA PREGUNTA INCORRECTA”, porque en Matilde Urrutia se podía repetir la multiplicación del Universo, así el universo no se multiplique. Ambas cosas son VERDAD.

Pero desde la época posterior a la segunda guerra mundial y especialmente desde la década de los 60´s se nos presenta otro problema sobre la verdad, que es la equiparación de la opinión, de la percepción automática, de la ocurrencia instantánea con la verdad. Sin entrar en explicaciones sobre la posmodernidad, diré brevemente que su entrada en el pensamiento occidental era necesaria, pues habíamos llegado a unos extremos de arrogancia sobre nuestra brillante mentalidad moderna, que estuvieron a punto de pulverizarnos en la guerra nuclear. Y la humanidad ya cansada de su propia arrogancia respondió con una arrogancia diferente: todo puede ser verdad, nada es absoluto, cada uno puede ser dueño de su propia verdad. Sin discutir el posible fundamento filosófico de tal afirmación, la mayoría de las personas que dicen eso lo que en realidad quieren decir es: formaré mi opinión con los primeros datos que tenga y me casaré con esa opinión, sin importar si esos datos son verdad o no, desde que me sirva, voy a vivir con ella. Éticamente pobre, filosóficamente deprimente, y existencialmente peligroso. Cuando ese pensamiento se choca con la pregunta sobre la Verdad de la Biblia, podemos encontrar personas que desprecien el valor de la Biblia, por una opinión sin fundamento. Y seamos claros, en la Biblia hay verdad, la Biblia tiene Verdad y la Biblia es Verdad, que ha sido allí consignada para que los hombres y las mujeres que viven en la fe, la comunidad y la tradición del pueblo de Dios encuentren allí la revelación de dios sobre sí mismo, sobre nosotros, y sobre su propuesta para nuestra vida como pueblo.

Claro que siendo la historia el principal recurso literario que usan los autores sagrados en la Biblia – aunque no el único – no cabe duda de que el origen de las tradiciones de Israel sean hechos históricos concretos, personas de carne y hueso, gentes reales en medio de sus angustias, sus luchas, sus hijos, sus cosechas o sus animales. Otra cosa es que haya tantas personas que ingenua y tercamente afirmen que esos hechos han sido relatados para que supiéramos exactamente cómo sucedieron. El libro de éxodo no quiere detallarnos con un reporte periodístico cómo sucedió la salida de un grupo de hebreos de las tierras del Nilo, ni el libro de Daniel quiere contarnos las crónicas de los abusos de Nabucodonosor, ni los Evangelios pretenden ser un álbum fotográfico de Jesús (aquí con la Samaritana junto al pozo, aquí con Zaqueo ayudándolo a bajar del árbol, aquí transfigurado junto a Elías y Santiago, la foto está un poco borrosa por el brillo del Señor en el monte), y mucho menos el libro del Apocalipsis nos dice una palabra predictiva sobre los pormenores del futuro del mundo y los acontecimientos de su desenlace, que no es el libreto hebreo de “destino final”. Claro que salieron hebreos de Egipto, y por supuesto que existieron tribus en Canaán que pactaron una alianza con un único Dios en un momento en que todos los pueblos tenían muchos dioses. Por supuesto que esas tribus tuvieron reyes, y esos reyes consejeros, y en ocasiones escucharon y en otras ignoraron a hombres que cumplían la función de profetas, y por supuesto que ese pueblo fue invadido muchas veces y que de esas invasiones surgieron extrañas confusiones con las creencias y costumbres de los pueblos invasores, por lo que se hacía siempre necesario buscar la purificación de las tradiciones, y por supuesto que vivió un hombre llamado Jeremías, y otro llamado Nehemías, y la familia de los Macabeos. Sucedió también que Herodes llegó al trono de Israel en tiempos en que iniciaba el imperio Romano y que su hijo participó en el proceso de Juicio de un judío galileo al que las autoridades del templo llevaron ante los romanos para que lo crucificaran. Y sucedió también que tiempo después de su muerte sus discípulos habían formado una comunidad dentro del judaísmo afirmando que las palabras y los hechos de ese hombre eran la definitiva revelación de dios, porque su resurrección les había permitido comprender que ese hombre era Dios. Y sucedió también que esa comunidad tuvo líderes como Pedro, Santiago, Esteban o Pablo. Todas esas cosas no son invenciones fantasiosas de un escritor hebreo fanático. Pero tan cierto es eso como que el relato del sol que se detiene durante la batalla, la burra que habla, la ballena que se traga a un profeta, el profeta elevado por los cielos en un carro de fuego, los jóvenes horneados en babilonia, los ciento cincuenta y tres peces de las redes de galilea o los ciento cuarenta y cuatro mil salvados frente al trono de cristal y fuego, no son acontecimientos históricos contados por un reportero con el fin de informarnos de los sucesos, sino relatos orientales narrados por la tradición hebrea para invitarnos a vivir una verdad más profunda, para seducirnos a encontrar una propuesta para vivir de la mano del Dios que tales escritos inspiró.

Por eso cada una de las afirmaciones que han quedado contenidas en la edición final del texto bíblico, debe ser entendida con una mirada global sobre toda la revelación, y pasándola por el filtro de la verdad de Salvación. Un ejemplo: En el libro del Levítico hay al menos 8 clases de rituales que deben ser ofrecidos ante el altar de la tienda del encuentro, la mayoría de ellos holocaustos de animales. Esos rituales aún se llevaban a cabo en el templo de Jerusalén en tiempos de Jesús, y es muy probable que Jesús y su familia ofrecieran esos sacrificios en las peregrinaciones al templo que seguramente hicieron durante su vida en Nazaret, sin embargo, la Iglesia no ha adoptado esas normas del levítico, y no se ven muchos holocaustos de bueyes, corderos o tórtolas en los templos. ¿Por qué? Porque lo que dice el levítico ha sido mirado con el lente de la revelación y con una clave de interpretación que tiene que ver con la enseñanza cristiana y con la forma como las comunidades fueron entendiendo su manera de vivir la fe en medio de circunstancias cada vez más cambiantes. El sacrificio de Cristo ya ha perfeccionado, y por tanto ha dejado atrás todos los demás sacrificios, ¿cuáles? esos que aparecen en la Palabra de dios. Otro ejemplo: la Carta a los Efesios recomienda que los esclavos obedezcan a sus amos con respeto y temor, sin embargo, hace mucho tiempo ya que las familias cristianas no tienen esclavos, y hace tiempo que la doctrina social de la Iglesia viene hablando en contra de las formas modernas de la esclavitud. Pero si san Pablo recomienda la obediencia y el respeto, ¿por qué estamos en contra de la esclavitud? ¿No es eso una contradicción a una verdad bíblica? No. Es que ese verso debe ser visto desde la perspectiva de la revelación, de un Dios que ha dejado claro que nadie puede ser dueño de otra persona y que su propuesta se basa en la Libertad de sus hijos.

La Verdad de la Biblia va mucho más allá de una simple comprensión de la biografía de un pueblo, o de unas intuiciones cosmológicas de unas tribus del siglo X A.C. que increíblemente desafiarían todos los descubrimientos de la ciencia moderna – que apologética más floja esa –, No. La Verdad de la Biblia nos descifra como especie, como humanos. Nos habla de algo que va más allá de la verdad filosófica, la verdad científica o la verdad histórica. Nos muestra cómo podemos existir en un mundo complejo, haciendo una apuesta por la VIDA. No la vida biológica únicamente, ni la vida jurídica, sino la Existencia, la cotidianidad llena de sentido, en la que se hace un esfuerzo permanente por erradicar todas las causas para que alguien no Viva en abundancia.

Jorge Drexler compuso para su hijo una canción inspirada en el brillo de las noctilucas sobre las costas de Uruguay. Son unos protistos dinoflagelados que causan un efecto fosforescente en las noches sobre las playas. En la canción le dice a su hijo que al enterarse de que él llegaría a su vida sintió que fosforecía como el mar en noches de noctiluca. Si Drexler fuera un profeta bíblico los literalistas de la Biblia que quieren encontrar certezas comprobables en todo lo que allí está escrito, andarían por el mundo con sus imágenes de un cantante resplandeciente que se aparece para condenar a quienes no tienen hijos. Así son. Qué vamos a hacer… Otros pueden tomar la canción y dedicársela a sus niños, que jamás les van a preguntar con qué intensidad lumínica resplandecieron, sino que les darán un beso y entenderán la metáfora. Ellos saben cómo se leen estas cosas.
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