dios, su otra historia

Sé que te lo han dicho. Sé que te lo han repetido muchas veces y de muchas maneras distintas. E intuyo que eso que te han dicho te ha resultado tan cierto como incuestionable. Te hablaron de dios algún día y te dijeron que es amor y que es nuestro padre que nos quiere ver felices y plenos. Hasta ahí todo iba bien, pero al parecer luego, como en las publicidades de los servicios de telefonía móvil, aparecieron una serie de restricciones, de "condiciones de servicio" que hacen que aquel amor sea algo que debes ganar, merecer, y para lograrlo, es preciso que hagas una cantidad de cosas que no siempre entiendes de qué se tratan o por qué las haces, y también debes estar a favor o en contra de algunas cosas que pasan entre los seres humanos, así nunca nadie te haya preguntado qué piensas en realidad, o si tienes dudas respecto de algunas cosas.


Ese es el cristianismo que te enseñaron, lo sé. Y no me es fácil explicarte por qué no se parece en nada al cristianismo que he aprendido aquí, en la misma iglesia tuya, pero es cierto. Me temo que hay muchas palabras engañosas en aquel discurso tan estructurado y bien defendido desde portales web hasta documentos oficiales, y que muchas de las cosas que Jesús quiso decirnos sobre dios, por alguna razón no han llegado hasta ti.


Te han dicho que debes asistir a ritos, cumplirlos cabalmente y que no hacerlo es señal de poco compromiso, falta de fe o de conversión. Para Jesús dios nunca necesitó de rito alguno, una buena cena, un encuentro entre amigos, un amanecer solitario o una mano que sostiene al enfermo eran toda la liturgia y todo el culto que necesitaba para encontrarse con el padre, pues él siempre está a la distancia de nuestros más hondos suspiros.


Te han dicho que debes repetir rezos, con determinados horarios y con particulares posturas. Que debes confiar en su poder y que al hacer aquellos rezos estas venciendo al mal. Para Jesús dios prefiere la espontaneidad, la cercanía del que cierra su cuarto y habla con quien allí se encuentra, en la intimidad, en la cercanía. Para Jesús todos podemos ser como Moisés, que hablaba con dios cara a cara, como un hombre habla con su amigo. No quiso enseñarnos Jesús frases para que repitiéramos, sino inspirarnos a que tuviéramos una amistad confiada con dios, que sabe lo que necesitamos aún cuando no nos atrevemos a pedírselo, y lo mucho que le agradecemos aún cuando no nos apresuremos a gritarlo. Pero cuando puedas, y en la forma que quieras, díselo.


Te han dicho que debes obedecer una estructura, que es preciso que concedas credibilidad a sus representantes y que sigas una por una sus indicaciones e instrucciones. Que "Quien obedece no se equivoca" y cosas por el estilo. Jesús desafió todas las estructuras y toda la autoridad, especialmente la religiosa. Sabía perfectamente que en el nombre de dios se ordenan cosas muy peligrosas y que los seres humanos a los que les gusta el poder, suele gustarles también usarlo para su propio beneficio sin demasiados escrúpulos. Por eso entre los suyos el único liderazgo era el de ayudar, el de hacerse al final de la fila y ponerse al servicio de todos los que van delante.


Te han dicho también que ser católico consiste básicamente en estar en contra del aborto y de los derechos de los homosexuales. De pronto no te lo han dicho exactamente así, pero es ciertamente lo que se transmite. Y eso además, significa que debes movilizarte contra las personas y contra las ideas que representan algo similar a los derechos sexuales o reproductivos, a las distintas pretensiones legales para interrumpir embarazos, a la reivindicación de algunas seguridades para parejas del mismo sexo, o a la posibilidad de educarnos en una sociedad que nos enseñe que no todos somos iguales. Jesús no se pronunció explícitamente sobre ninguno de éstos dos temas. Pero no me cabe duda de que su amor por los seres humanos y por el padre que nos da la vida, le habría hecho dar hasta su última gota de sudor para que todos tuviéramos la oportunidad de existir, a la vez que le habría hecho acercarse, cuidar, perdonar y restaurar a quien hubiera fallado al impedirlo. Tampoco me cabe duda de que nunca hubiera dejado que la preferencia o identidad sexual de alguien le separara del amor de dios, no sucedió así con ninguno de los que en el nuevo testamento aparecen buscándole, aunque su manera de vivir no fuera la convencional.


Por esto mismo te han insistido en que tu participación en política debe consistir en votar a los que se manifiestan contra esas causas. Que si un candidato se declara "pro-vida" no tienes nada más que preguntar. Así su esquema económico mantenga a miles en la pobreza. Así su postura ante la desigualdad sea la determinación a aumentarla. Así tenga ideas que rayan en el racismo, la xenofobia, el fundamentalismo. Jesús decía que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y que los grandes las oprimen con su poder, pero que nosotros estamos para servir a todos, y a dar nuestra vida por todos. No por muchos, por todos.


Por ahí mismo, y siempre con un tono malicioso y obsesivo, te han hecho desconfiar de la sexualidad. Te han dicho que no debes ver, ni tocar, ni sentir, ni hacer nada en ese terreno de tu vida hasta que te cases. Que es fuente de todo tipo de inmoralidades y prácticamente es la principal cosa en la que todos piensan cuando hablan del pecado. Jesús nunca usó pretextos sexuales para juzgar o condenar a ninguna persona. A ninguna. Nos invitó a amar hasta el extremo. A nunca usar a las personas para nuestros propios caprichos, ni siquiera con una mirada, porque el egoísmo comienza con formas sutiles. Pero de ahí a condenar el sexo o convertirlo en algo amenazante, jamás. Y claro, tampoco fue Jesús quien escribió todos esos raros preceptos que hoy conoces sobre el tema. Eso fueron algunos hombres (no mujeres) y no tenemos claro cómo lo habían vivido para decirnos lo que nos dijeron.


Por lo demás, entenderás que en los grandes y pequeños asuntos de la vida encuentres ciertas indicaciones sobre cómo debes vestir, con quién puedes hablar, qué lugares no debes frecuentar, qué música deberías o no deberías escuchar, o si en tu cuerpo puedes poner algo de tinta o un aro. Hay personas en la iglesia a las que les encanta decidir lo que pasa hasta en el más mínimo detalle de la vida de los otros. Jesús conocía bien a un dios que no hace distinción alguna entre las personas. ni por su forma de vestir, ni por su forma de hablar, o de comer, o por lo que les gusta hacer en su tiempo libre. Es un dios que a todos nos ofrece el amor como el sol ofrece su luz. Gratis y sin peros.


¿Quién es ese dios entonces?


Bueno, hay una larga historia que no voy a pretender resumirte en un par de párrafos. Entre otras cosas porque lo mejor es que la conozcas por ti mismo, con tus amigos y tus hermanos. Pero si puedo decirte algunas cosas simples que te ayuden en esa búsqueda que tantos otros hemos iniciado, justo en el instante en el que miramos aquel discurso oficial con sospecha y decidimos mirar con nuestros propios ojos directamente al cielo, sabiendo que no por andar sumisos somos más iglesia, ni por ser auténticos dejamos de serlo. Aquí mismo, en los brazos fraternos de mucha gente católica encontrarás caminos y respuestas, y también una espiritualidad sin temor, una enseñanza sin mordazas y un encuentro con dios natural y fluido, maravillosamente sacramental, haciendo en memoria suya eso que él hizo.


No podría dios ser ese enemigo de la libertad y menos una especie de patrocinador oficial de dejar las cosas tal y como están. Su historia con nosotros inicia liberando a un puñado de vulnerables y ofreciéndoles una amistad de la que podrían aprender cómo vivir para que nunca más otro ser humano tuviera que sufrir inútilmente a causa de la codicia de los poderosos. Desde entonces, su intención ha sido enseñarnos que no estamos hechos para la soledad, ni para el miedo. Que somos más grandes cuándo nos hacemos más pequeños y compartimos todo lo que no necesitamos acaparar. Que los dolores de los otros nos pertenecen y que por eso podemos darnos a la tarea de curarles, cada uno con lo que pueda. El que canta, el que enseña, el que hace sillas, el que parte el pan, el que calla y pide. Todos tenemos un lugar igual de importante en la mesa de los hermanos.


Es otra historia, lo sé. No es la primera vez que sucede. A Josías le tocó en su momento recordarle al pueblo quién era su dios y mostrarles en qué lo habían convertido, tanto así hicieron los profetas, y Jesús el bueno, que pasó su vida haciendo el bien para mostrarnos cómo era de bueno dios. También amigos suyos a lo largo de estos siglos. Hoy nos toca a nosotros. Pues no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo la buena noticia se convierte en amenazas y recriminaciones a la gente sencilla, mientras que a los poderosos se les mira con complicidad e indulgencia. Esa no es nuestra historia.
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