Ruego que todas las partes rotas y regadas por el suelo encuentren el camino de regreso... Sobreponerse al Horror

"...si sólo te importa lo que te sucede a ti, cada frase en tu cabeza que tenga por sujeto a dios es una mentira"

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Ayer en Colombia nos enteramos que un grupo de 8 soldados violaron a una niña indígena de la etnia embera, de tan solo 12 años. Muchas otras atrocidades suceden sin que nadie llegue a enterarse. Y sí, no solo yo, muchos que conozco quisiéramos correr a contenerla, y abrazarla y protegerla hasta que todas sus partecitas hechas añicos pudieran recomponerse. Sin lástimas, sin minusvalías, hasta que se descubra invencible. Cosa que sucede sin fantasías y con muchas lágrimas, sin proezas instantáneas, sino con toneladas de tenacidad y resistencia que muchos no logran encontrar cuando su vida ha sido destrozada.

¿Qué sigue? Es la pregunta que casi espontáneamente surge con dolorosa ansiedad en aquellos a los que todavía les queda sensibilidad en la piel, que no son pocos pero no son todos. Sumado a la barbarie hay un gran sector de la sociedad que justifica todo lo maldito sembrando dudas sobre la integridad moral de las víctimas. Así que ayer nos enteramos que hay personas en Colombia a las que esa violación y otras, les parece de algún modo merecida.

Se siente como si te echaran ácido en el alma. Como si despertar en Colombia te desconectara los neurotransmisores. Como buscar la explicación a este desastre en un libro de mil páginas llenas de tachones, y leerlas todas.
Y eso que no me pasó a mí.
Pero debería ser inevitable sentir el horror.
Es una señal de humanidad, de existencia, de sentido. Es el mínimo común desde el que se puede vivir un día más sin salir a incendiarlo todo. Porque ¿De qué sirve sumar dolor al dolor?.

Y este es el punto en el que, como uno de muchos que se dice creyente e intenta creer lo que se dice, es preciso dejar claro que no hay fe posible si no se siente hondo en el pecho el peso del horror. Que si sólo te importa lo que te sucede a ti, cada frase en tu cabeza que tenga por sujeto a dios es una mentira. Porque el sello inequívoco de que somos hechura de sus manos es que podemos sentir lo que les está sucediendo a otros.

Felices los que tienen el alma abierta a la herida del de al lado, ellos son la fe que a tantos les viene bien para que sea indestructible su esperanza.

(Ruego por ti.
Ruego que todas las partes rotas y regadas por el suelo encuentren el camino de regreso.
Ruego porque un día te descubras invencible.
Pero no solo ruego)

Un día más se hace preciso poner los pies en el suelo con la firme convicción de que es necesario reparar este mundo de porquería y romper con las lógicas que convierten en infierno este paraíso. Se empieza minuciosamente, dando batallas contra la propia incoherencia, contra los estúpidos complejos y hábitos que adquirimos con o sin elegirlos, y que nos hacen ser villanos en algún capítulo de alguna historia ajena. Se empieza por descubrir que no quieres ser la causa del horror de nadie.

A la vez, porque si te quedas esperando a ser inmaculado te vas a morir esperando, hay que dedicar una enorme y poderosa disciplina a revisar una por una las estructuras que tenemos en la cabeza y que, convertidas en ideas, creencias o principios que se ven lindos e inofensivos, terminan reproduciendo ese mundo injusto e intolerante que a tantos les lanza hacia la miseria y la desesperanza. De nada sirven las luchas que solo consisten en tener la oportunidad de vengarse. Y eso se arregla en la cabeza.

Y es este el punto en que, como uno más que encuentra poderosas las palabras de Jesús de Nazaret (literalmente cargadas de potencia para sostener la existencia) es preciso recordar que nunca estuvo atento a los comportamientos, ni al cumplimiento religioso, sino a lo que las personas llevaban dentro, y apostó por una revolución de las convicciones, capaz de rehacer de nuevo el mundo.

Felices los que al amar, eligen hacerlo primero desde el pensamiento, porque un día lo harán sin siquiera preguntárselo.

(Ruego por ti.
Ruego que el amor que te rodee gane la partida frente al odio que te ha herido.
Ruego porque sepas que lo más sagrado de ti nunca podrá ser lastimado.
Pero no solo ruego)

Pero, con todo y que se agradece que tantos estén (o estemos, quiera dios) dando esa disciplinada lucha, no basta con intentar ser un tipo relativamente bueno. Hay que enfrentar a diario a ese otro monstruo que es el egoísmo convertido en sistema, la apatía patentada, el desprecio institucionalizado, el despojo convertido en cultura. El mal - y que me perdonen sonar mítico pero es que 8 individuos armados por el estado abusaron de una niña, es decir, encontraron placer en consumar por la fuerza un deseo sin importarles no ser deseados - no es sólo un asunto individual, es un aire que se respira, un contenido que se ve, una condición que se acepta, un contrato que se firma y una norma que se cumple si todo lo que hacemos ante el horror es justificarlo o lamentarlo o arrodillarnos a rogar. El mal no hace daño solo porque quiere, sino porque puede, porque está dotado de la oportunidad, el permiso, las herramientas y la legitimación social para hacerlo. Pero puede ser vencido.
Ha de ser vencido.

Y es este punto en el que, como uno más que se apellida cristiano porque encuentra sublime la vida de Jesús antes y después del horror de su ejecución, me urge gritar que su causa fue la de las víctimas, la de los excluídos y marginados, la de todos aquellos a quienes el poder, la desigualdad, y la superioridad moral de una religión inútil, les estaban haciendo la vida añicos. Y me urge decir que no se dedicó solo a consolarles, sino a denunciar con vehemencia y todo el volumen que tenía su voz, a quienes eran responsables de cada una de sus lágrimas y cicatrices.

Felices los que encuentran la diferencia entre hacer alaharaca aquí y allá movidos por el odio, y ponerse en pie por causa un amor que te impide quedarte arrodillado, porque su coraje ya ha vencido al mundo.

(Ruego por ti.
Ruego encontrarte.
Ruego vencer juntos)

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