¿Por qué no se defiende el Papa?

De entre todos los comentarios sobre el silencio del Papa Francisco ante las acusaciones del arzobispo Viganò, quizás ninguno llega a la verdad del por qué Bergoglio no se defiende en estos momentos más que el de su biógrafo, Austen Ivereigh. Ivereigh da en el blanco por la simple razón de que deja hablar al propio Francisco, recordando un texto suyo escrito en 1990, 'Silencio y palabra'.



En este texto, como explica Ivereigh, Bergoglio medita sobre el silencio de Cristo en su Pasión. No el silencio de la complicidad, ni de la inacción, sino el silencio del Hombre de Dolores en su auto-vaciamiento, en su humildad frente a la hostilidad de sus acusadores.

"Este tipo de silencio supone una elección deliberada de no responder con una autodefensa intelectual o razonada, la cual en el contexto de confusión, de reproches y contra-reproches y medias verdades, no hace más que alimentar el ciclo de acusaciones y contra-acusaciones histéricas", explica Ivereigh, quien califica este silencio de Cristo de "estrategia espiritual" no solo para "dejar espacio para que Dios actúe", sino también para "forzar a los espíritus detrás del ataque a revelarse".

Pero mejor dejar a Bergoglio que se exprese en sus propias palabras. "En la raíz de todo ataque feroz está la necesidad de la gente de descargar su propia culpabilidad y limitaciones", observa en 'Silencio y palabra'. Una verdad como un templo que perfectamente podría aplicarse a la situación en la que se encuentra actualmente. Y continúa:

En momentos de oscuridad y gran tribulación, cuando los nudos y enredos no pueden desenmarañarse y enderezarse, ni tampoco clarificarse las cosas, entonces tenemos que callarnos. La mansedumbre del silencio nos mostrará aún más débiles, con lo que será el diablo quien, fortalecido, salga a la luz y nos muestre sus verdaderas intenciones, ya no disfrazado de ángel sino desenmascarado.


Sobre todo, el diablo quiere dividir: nosotros y ellos, amigos y enemigos, los "buenos" y los "malos". Pero lo que es más importante para Francisco, tal y como lo explica Ivereigh, es que Dios quiere unir, y que Cristo nos dejó el mandato de que unamos también.

Vean, entonces, la posible lógica de la estrategia del Papa. Quizás Francisco quiera unir y asumir, en sus propias carnes, toda la vileza de la crisis de abusos, y dejar que toda la ira se dirija a él. Convertirse así en un chivo expiatorio, enviado al desierto de la infamia y la traición para pagar el precio de los pecados de otros. Para que el horror de las agresiones a menores acabe de una vez por todas. No lo dice Ivereigh, ni Bergoglio: aventuro aquí mi propia tesis. Y no puedo evitar de pensar en el versículo del profeta Isaías: "Sobre él descargó el castigo que nos sana, y con sus cicatrices nos hemos sanado".



El Papa, con Austen Ivereigh

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