El sociólogo y colaborador de Comillas, en el Aula Rovirosa-Malagón del Instituto Superior de Pastoral Sebastián Mora: "Sin escuchar a los pobres, ni somos Iglesia, ni hay democracia"

Sebastián Mora
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Sebastián Mora, colaborador de la Facultad de Teología de la Universidad de Comillas, ha defendido en el Aula Rovirosa-Malagón del Instituto Superior de Pastoral, la "sociedad de cuidados" ante la incertidumbre social, la vulnerabilidad humana y la encrucijada civilizacional

En su intervención ha reivindicado un nuevo pacto político centrado en el cuidado, como respuesta a la antropología de la vulnerabilidad

"La de los pobres no es la única voz ni en la sociedad ni en la Iglesia que debe ser escuchada, pero sí es una voz única que tiene que ser escuchada. Sin ellos, ni somos Iglesia, ni hay democracia"

"Los cristianos estamos llamados a participar en política tanto en el sentido restringido de los partidos, como en el más amplio de los sindicatos y movimientos sociales, sabiendo estar sin renunciar a los somos", ha reivindicado

(noticias obreras).- Sebastián Mora, colaborador de la Facultad de Teología de la Universidad de Comillas, ha defendido en el Aula Rovirosa-Malagón del Instituto Superior de Pastoral, la “sociedad de cuidados” ante la incertidumbre social, la vulnerabilidad humana y la encrucijada civilizacional.

De hecho, en su intervención ha reivindicado un nuevo pacto político centrado en el cuidado, como respuesta a la antropología de la vulnerabilidad, pues hemos redescubierto nuestra fragilidad frente al mito de la autosuficiencia del individuo, y la profunda interdependencia social frente a la exaltación de la autonomía e independencia.

Sociedad del cuidado

"Si el universal de la historia occidental ha sido la razón, hoy el primer trascendental humano es la vulnerabilidad"“Si el universal de la historia occidental ha sido la razón, hoy el primer trascendental humano es la vulnerabilidad”, ha expuesto Mora, “es lo que nos unifica como humanos, lo que nos hace reconocernos unos a otros, cuidarnos y ser cuidados”. De ahí que, al pensarnos como sociedad, podamos redescubrir nuestra interdependencia, “darnos cuenta de que mi salvación depende de ti y tu salvación depende de mí, por lo que nadie se salva solo, sino que nos salvamos juntos”.

Sin embargo, ha matizado, que no todas las personas somos vulnerables de la misma manera, de hecho, hay quien se siente invulnerable por su posición socioeconómica.

“La vulnerabilidad no se desarrolla históricamente igual para un mismo momento”, ha aclarado, para explicar que la precariedad se ceba con unas personas más que con otras, según “su situación social, su origen étnico, su género, su pertenencia religiosa…” El nuevo modelo, ha comentado, supone armonizar “el derecho al cuidado y la responsabilidad de cuidar”.

Su propuesta no se limita a la ampliación de los servicios a la ciudadanía, sino un giro radical que incluso impacta en el modelo económico basado en el crecimiento continuo.

"La de los pobres no es la única voz ni en la sociedad ni en la Iglesia que debe ser escuchada, pero sí es una voz única que tiene que ser escuchada. Sin ellos, ni somos Iglesia, ni hay democracia"

“No se trata de construir más hospitales, residencias o centros de días, lo que está muy bien, sino de promoveruna sociedad que se cuida y cuida, en la que organizar los cuidados, sin discriminación, ni brechas de género, donde todas las personas, también las más pobres participan, son reconocidas y representadas”, ha puntualizado Mora.

Es más, ha destacado que “no se puede hablar de un pacto de cuidados cuando el 70% de las personas de los barrios más pobres no participan ni siquiera en elecciones”, al tiempo que ha declarado que “la de los pobres no es la única voz ni en la sociedad ni en la Iglesia que debe ser escuchada, pero sí es una voz única que tiene que ser escuchada. Sin ellos, ni somos Iglesia, ni hay democracia”.

Implicaciones religiosas

Pero el nuevo paradigma de los cuidados, además de relevantes repercusiones políticas, contiene implicaciones importantes para la Iglesia, tanto en la espiritualidad que debería propiciar, como en el papel que la Iglesia Católica está llamada a desarrollar en la vida pública.

Sobre el papel público de la Iglesia en nuestro país, Mora ha precisado que, como Iglesia “tenemos que aprender a situarnos en el ámbito político, como una minoría sociológica, según la práctica que recogen las encuestas, pero como mayoría religiosa de entre todas las confesiones, sin monopolios, ni gran peso sociológico”.

La espiritualidad propia de la ciudadanía ha de caracterizarse, en su opinión, por “rescatar el tiempo”, “descubrir lo profundo”, para “descreernos y recrearnos” y “desvelar las esperanzas”.

“Vamos corriendo para seguir en el mismo sitio”, ha comentado, “sin dar lugar a que la vida resuene en nosotros”, cuando en un mundo que ha dejado de creer en sí mismo y que está desesperanzado, hace falta desvelar las esperanzas, que es algo tan diferente al optimismo cruel”.

Construir el bien común

Contribuir al bien común significa hoy en día, para la comunidad creyente, ha expuesto Mora, “desvelar, vincular, participar y recrear”, en un contexto en el que la religión aparece con toda su ambivalencia, sujeta a intereses que tratan de instrumentalizarla.

En su opinión, la Iglesia debe seguir ejercitando la función profética, como modo de desvelar la injusticia, pero también las esperanzas, “contar lo que pasa, con las narrativas adecuadas, hablar de la valla de Melilla, los CIE, la pobreza, la precariedad laboral, el servicio doméstico…”, pero también “ejerciendo el anuncio y la propuesta”.

En esta sociedad fragmentada y polarizada, Mora cree, que, para reconstruir los vínculos, “los católicos podemos hacer de mediadores, tender puentes entre posturas distintas, entre la inclusión y la exclusión, entre religiones, entre lo políticamente correcto y lo incorrecto, entre las políticas más asentadas y las más innovadoras”.

“Además, lo católico, por su particular composición sociológica y su configuración institucional puede ser un buen mediador, aunque eso implique vivir en tierra de nadie”, ha añadido.

También ha recordado que todos los papas han insistido en que la más alta forma de política es “la caridad política”, por lo que “los cristianos estamos llamados a participar en política tanto en el sentido restringido de los partidos, como en el más amplio de los sindicatos y movimientos sociales, sabiendo estar sin renunciar a los somos”.

"Hacen falta comunidades de contraste con la realidad, estilos de vida y economía alternativas"Por último, ha planteado la necesidad de recrear prácticas, estructuras e instituciones. “Hacen falta comunidades de contraste con la realidad, estilos de vida y economía alternativos. No podemos decir que esta economía mata, si no generamos, aunque será germinalmente, modelos económicos distintos, que anticipen cómo vivir en común, debemos ir por delante con nuestras propuestas, como, por ejemplo, con soluciones habitaciones distintas, porque tenemos tradición y capacidad”, ha señalado.

"Los cristianos estamos llamados a participar en política tanto en el sentido restringido de los partidos, como en el más amplio de los sindicatos y movimientos sociales, sabiendo estar sin renunciar a los somos"

En definitiva, para Mora, “pensar la ciudadanía como católicos comprometidos por el bien común es mirar al rostro que nos interpela, atender a una comunidad religiosa y civil que nos reclama y responder a una política que nos convoca”.

El empeño cristiano sigue siendo “el desarrollo integral de la persona”, la misión es “contribuir al bien común que es una idea reguladora que no tiene la perfección, sin dejar de comprometernos para que se vaya perfeccionando”.

“Es creer que “seré vuestro rey y vosotros seréis mi pueblo”, de modo que Dios vaya por delante sobre su reinado en marcha”, ha concluido.

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