La esperpéntica moción de censura de Ramón Tamames, sin referencia alguna al factor religioso Ni Dios habla de VOX... ni VOX habla de Dios

Ramón Tamames, durante la moción de censura
Ramón Tamames, durante la moción de censura RD/captura

Dios, la religión, el cristianismo, la fe, estuvieron absolutamente ausentes del "esperpento" (como lo definió, hasta la saciedad, el líder de la ultraderecha, Santiago Abascal) perpetrado en la sede de la soberanía española. Y casi mejor

Tal vez haya sido mejor que los diputados y diputadas no hayan pronunciado el nombre de Dios: hubiera sido en vano. Con todo, la realidad es tozuda, y muestra claramente cómo 'lo católico' ha desaparecido del debate, incluso de uno promovido por quienes se autoerigen como defensores de la catolicidad

No le interesamos a nadie, ni siquiera a los políticos que blanden la cruz o la espada a conveniencia del consumidor, y del cálculo electoral

Alberto Núñez Feijóo no fue el único que no compareció, ayer ni hoy, en el Congreso de los Diputados para la fallida moción de censura contra Pedro Sánchez presentada por VOX en la figura del economista Ramón Tamames. Dios, la religión, el cristianismo, la fe, estuvieron absolutamente ausentes del "esperpento" (como lo definió, hasta la saciedad, el líder de la ultraderecha, Santiago Abascal) perpetrado en la sede de la soberanía española. Y casi mejor.

Nadie hizo la más mínima referencia a la Iglesia católica, a los mandamientos, al Evangelio, en el supuesto debate. Nadie. Lo más cercano fue una cita de pasada al Papa Francisco realizada por el candidato, y la referencia que Tamames hizo, en su réplica final, a 'Isabel la católica'. Y eso que sobraron horas para hacerlo. Ni siquiera los defensores de los valores inmutables, los amigos del 'catolicismo real', los guardianes de las esencias, los paladines de la fe frente al acoso anticristiano del Gobierno Sánchez. Ni Ramón Tamames ni, por supuesto, Santiago Abascal, se preocuparon por que les asomara la 'patita' de cristianos. Ni VOX habló de Dios en la moción fake, condenada al fracaso desde antes de ser presentada. El resultado, por cierto, fue inapelable: 52 síes, 91 abstenciones y 201 votos en contra.

Tampoco la portavoz del PP, Cuca Gamarra, ni los partidos de izquierda, que en otras ocasiones sí confrontaron frases del Papa Francisco para responder a la ultraderecha y sus críticas al 'ciudadano Bergoglio'. Y, visto el nivel del debate, casi se agradece. Porque en estos dos días se ha visto en el Congreso de los Diputados una sucesión de improperios, faltas al respeto, discursos vacíos (como la propia moción, por otro lado), y la constatación de que la polarización se ha instalado, para quedarse, en nuestro clima político.

Tal vez haya sido mejor que los diputados y diputadas no hayan pronunciado el nombre de Dios: hubiera sido en vano. Con todo, la realidad es tozuda, y muestra claramente cómo 'lo católico' ha desaparecido del debate, incluso de uno promovido por quienes se autoerigen como defensores de la catolicidad. No le interesamos a nadie, ni siquiera a los políticos que blanden la cruz o la espada a conveniencia del consumidor, y del cálculo electoral.

Y esa, me temo, es la peor censura que podemos tener como creyentes: la más absoluta indiferencia. No nos extrañe que después algunos se pongan en manos de sociedades secretas. A este paso, no estaremos escondidos. Simplemente, no existiremos para nadie. Sin voto, y también sin voz

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