El Papa 'caminará' en silla de ruedas para buscar el perdón de las comunidades indígenas Francisco en Canadá: cuando las grandes peregrinaciones no necesitan un solo paso

Francisco besa las manos de una de las líderes de los pueblos originarios
Francisco besa las manos de una de las líderes de los pueblos originarios Vatican Media

Este viaje, además de para tratar de recorrer la distancia del perdón entre los horrores vividos por miles de indígenas en internados del país (que, aún hoy, numerosos ideólogos del ultracatolicismo patrio se empeñan en negar), puede servir para mostrar el camino de la fragilidad de un Papa que no tiene miedo a mostrarse vulnerable

El Papa dejó un gesto que vale más que mil encíclicas: el beso a la mano de una líder indígena. El poder de la caricia, que acerca pueblos y destruye las distancias. Vamos a ver muchos de estos gestos a lo largo de esta semana, estoy convencido

Dice el proverbio chino que hastael más largo camino comienza con un paso. Hoy, día de Santiago, miles de peregrinos llegarán, con los zapatos agujereados y repletos de ampollas y polvo del Camino, a Compostela, a venerar al Apóstol. Habrán dado, el día que menos, entre 40 y 50.000 pasos. Porque peregrinar implica caminar, ir paso a paso, recorrer los caminos para llegar a un destino. O eso parece.

Porque Francisco, que hoy comenzará su 'peregrinaje penitencial' por tierras canadienses, nos va a demostrar que, en ocasiones, para completar grandes caminos, no hace falta dar un solo paso. En sentido literal, entiéndanme. Porque este viaje, además de para tratar de recorrer la distancia del perdón entre los horrores vividos por miles de indígenas en internados del país (que, aún hoy, numerosos ideólogos del ultracatolicismo patrio se empeñan en negar), puede servir para mostrar el camino de la fragilidad de un Papa que no tiene miedo a mostrarse vulnerable.

Porque Bergoglio apenas ha dado dos pasos en tierras canadienses. Desde que bajara por la plataforma móvil y se subiera al Fiat Seiccento, apenas le hemos visto ser llevado en silla de ruedas (con ruedas blancas, por cierto, que la maquinaria vaticana cuida hasta el último detalle) hasta el hangar donde se llevó a cabo la primera ceremonia de bienvenida.

Sencilla, cercana, vulnerable. Como el propio Papa, que dejó un gesto que vale más que mil encíclicas: el beso a la mano de una líder indígena. El poder de la caricia, que acerca pueblos y destruye las distancias. Vamos a ver muchos de estos gestos a lo largo de esta semana, estoy convencido. Porque la fuerza del cariño vence todas las diferencias. Y recorre caminos sin gastar suela de zapato. Porque de lo que se trata es de esponjar el corazón. Y ese músculo, cualquiera que corre lo sabe, se hace más fuerte, late mejor, se amplía, a medida que se utiliza. 

El camino de Francisco en Canadá es el camino del corazón. Y los pasos, sin darlos, ya resuenan en todo el mundo. También, en Compostela. Si el Apóstol supiera...

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