Los lunes al sol (I): La pederastia y el silencio en la Iglesia española Pescadores de niños

Cesáreo Gabaráin
Cesáreo Gabaráin

El de Gabaráin es el último de una serie de casos destapados por El País, que pese a las quejas de muchos supuestos adalides de las esencias católicos patrias, está haciendo el trabajo que debería haber hecho, hace ya tiempo, la Iglesia española. Y que, les pese o no a nuestros obispos, acabará por hacer. Aunque será tarde

Durante años, y aún hoy, la tesis oficial de la Iglesia española es que los casos de abusos son marginales, que no hay pruebas y que la apertura de los archivos de diócesis o congregaciones daría como resultado el vacío. "Esas cosas no se apuntaban" llegó a decir, en público, un prelado. Pero la realidad es tozuda

Con que hagan su trabajo, y abran sus archivos, y convoquen, por fin, una investigación abierta y plural sobre los abusos a menores en su seno en el último siglo (como han hecho absolutamente todos los países de nuestro entorno, que en esto seguimos siendo 'faro de la Cristiandad, luz de Trento'), muchos nos daríamos con un canto en los dientes

"Túuu, has veniiido a la oriiiiillaaaa..." La canción duele, aunque solo sea eso, una canción. Todo un himno en los templos de toda España y Latinoamérica, que se han visto sacudidas por el impacto de las acusaciones de abusos a menores contra Cesáreo Gabaráin, probablemente el principal compositor de música religiosa en castellano del último siglo. ¿Un pederasta?

Gabaráin no puede defenderse, pues falleció en 1991 siendo prelado de honor de Su Santidad (su 'Pescador de hombres', traducido al polaco, era la canción preferida de Wojtyla), pero las víctimas (en el caso de los supervivientes me ahorro el 'presuntas') sí tienen el derecho de alzar su voz, y contar su verdad. Los datos, además de los testimonios, parecen contundentes. Y el tufillo de la actuación eclesiástica (retirada del clérigo del colegio, 'desaparición' durante un tiempo, y 'reivindicación' del propio Papa de Roma) apesta.

El de Gabaráin es el último de una serie de casos destapados por El País, que pese a las quejas de muchos supuestos adalides de las esencias católicos patrias, está haciendo el trabajo que debería haber hecho, hace ya tiempo, la Iglesia española. Y que, les pese o no a nuestros obispos, acabará por hacer. Aunque será tarde. 

La cruda 'tesis oficial'

¿Por qué? Porque durante años, y aún hoy, la tesis oficial de la Iglesia española es que los casos de abusos son marginales, que no hay pruebas y que la apertura de los archivos de diócesis o congregaciones daría como resultado el vacío. "Esas cosas no se apuntaban" llegó a decir, en público, un prelado. Pero la realidad es tozuda, y el trabajo de El País (que sigue al de muchos periodistas que, desde hace décadas, están dando voz a quienes no pudieron tenerla desde la Iglesia) lo demuestra, con datos que finalmente el portavoz de la CEE, Luis Argüello, tuvo que admitir como ciertos con cifras reconocidas por el Vaticano, independiente de que pueda esconder (o no) un ataque contra una sociedad, la española, que hace tiempo que está dejando de ser culturalmente católica. Curiosamente, los propios obispos reconocen esto en su diagnóstico de la realidad, convenientemente ocultado (como tantas otras cosas) hasta que los medios lo destapamos.

Voy más allá, no se me asusten: la investigación de El País está haciendo más por la Iglesia, por el Evangelio y, sobre todo, por la justicia y la reparación de las víctimas que muchos de nuestros obispos, que miran para otro lado, u adoptan , a regañadientes o sin medios suficientes, las medidas impuestas por el Vaticano

Voy más allá, no se me asusten: la investigación de El País está haciendo más por la Iglesia, por el Evangelio y, sobre todo, por la justicia y la reparación de las víctimas que muchos de nuestros obispos, que miran para otro lado, u adoptan , a regañadientes o sin medios suficientes, las medidas impuestas por el Vaticano. Sólo así se comprende que las Oficinas Antiabusos apenas hayan registrado denuncias, y los medios sigan sacando centenares a la luz. ¿Será que las víctimas de abusos a menores en la Iglesia no se fían de la institución que durante décadas acogió, y después protegió, y finalmente ocultó, a muchos de sus depredadores? La respuesta, me temo, es desgarradora. Y muestra clara de que la institución no podrá ser 'Madre y Maestra' en este tema si primero no arregla su casa. Y es necesario que los católicos obliguemos a la Iglesia a hacerlo.

Cesáreo Gabaráin
Cesáreo Gabaráin

Por supuesto, la Iglesia jamás dará las gracias a los medios por su labor, ni falta que hace. Con que hagan su trabajo, y abran sus archivos, y convoquen, por fin, una investigación abierta y plural sobre los abusos a menores en su seno en el último siglo (como han hecho absolutamente todos los países de nuestro entorno, que en esto seguimos siendo 'faro de la Cristiandad, luz de Trento'), muchos nos daríamos con un canto en los dientes.

Hay que hacer más

Algunos ya lo están haciendo, especialmente desde la vida religiosa, impulsados (en buena medida) por la acción de los medios. Maristas, jesuitas, claretianos, salesianos... guiados por la Confer, están dando salidas a la verdad, la justicia y la reparación. Y me consta que la mayor parte de los obispos, en privado, se han encontrado con víctimas y asociaciones, y les han ofrecido todo el apoyo... excepto el económico. Porque abrir esa caja de Pandora sería motivo de otro 'Lunes al sol'. Hay que hacer más

La Iglesia (y aquí hablo de Conferencia Episcopal, Obispados, congregaciones, movimientos eclesiales, prelaturas personales..., no de aquellos que se reúnen en nombre de Jesús) puede hacer más. Tiene que hacer mucho más. El de Cesáreo Gabaráin es un caso doloroso, cuyo eco retumba, con dolor, en las misas de toda España. Yo no retiraría sus canciones: la historia del Arte está llena de gamberros, delincuentes y asesinos que dejaron magníficas obras para la posteridad. Otra cosa es lo que ha decidido la compañía que detenta los derechos de las canciones del religioso: donar los beneficios de los derechos a una organización de apoyo a las víctimas de abuso.

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