Robert Prevost, un agustino capaz de seguir el camino trazado por Francisco Corazón de León

Un pastor con corazón de León, con fuerza para afrontar los retos que se apuntan, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Con un Emperador, Donald Trump, de su misma nacionalidad, con el que a buen seguro chocará por la cuestión migratoria, las guerras o el poder, y con el que tendrá el desafío de llegar a acuerdos por el bien de todos
Un agustino, como lo fue Lutero, como Mendel, como fray Luis de León. Un hombre que aúna dos almas: la estadounidense y la sudamericana, con una mirada a las víctimas y con el mandato de seguir adelante con el legado dejado por Francisco
Un agustino, como lo fue Lutero, como Mendel, como fray Luis de León. Un hombre que aúna dos almas: la estadounidense y la sudamericana, con una mirada a las víctimas y con el mandato de seguir adelante con el legado dejado por Francisco. Un pastor destinado a crear 'puentes', como él mismo dijo en su emocionado discurso ante cientos de miles de almas (más centenares de millones a través de las pantallas).
Robert Francisc Prevost, desde hoy y para siempre León XIV, no quiso llamarse Agustín, aunque llevará consigo el carisma de los frailes. Sencillos, humildes, robustos y activos, trabajadores sin descanso por el Evangelio de Jesús. Aunque, como algunos de sus antecesores, puedan sufrir las iras de los que piensan que la Iglesia es su coto privado de caza.
Un pastor con corazón de León, con fuerza para afrontar los retos que se apuntan, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Con un Emperador, Donald Trump, de su misma nacionalidad, con el que a buen seguro chocará por la cuestión migratoria, las guerras o el poder, y con el que tendrá el desafío de llegar a acuerdos por el bien de todos.
📌 El aplauso de los cardenales a Prevost en la Capilla Sixtina tras ser elegido nuevo Papa https://t.co/bRhFGkrTlXpic.twitter.com/afyzm2zq0R
— 20minutos.es (@20m) May 9, 2025
Un pastor que también se llama León, como el discípulo amado de San Francisco de Asís. Porque Prevost será un continuador del legado de Francisco, con todo lo que ello conlleva: una Iglesia pobre y para los pobres (su pasado misionero le avala, aunque la llegada de un estadounidense a buen seguro contribuirá a que las exiguas arcas de la Santa Sede puedan tener un respiro), una Iglesia en la que todos, todos, todos, tengan algo que decir. Y, como el santo de Asís y sus amigos, recorriendo caminos, manchándose con el polvo del camino.
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