¿Y ahora qué?

Benedicto XVI ya está en su residencia veraniega de CastelGandolfo. Los centenares de mmiles de jóvenes -excepto los kikos, que tienen su fin de fiesta esta tarde en Cibeles-, también de vuelta en sus casas. Con el corazón emocionado, la garganta destrozada y la felicidad desbordada. El Papa ha estado bien, muy bien. Ha evitado cualquier encontronazo con el Gobierno y se ha mostrado cálido y cercano. Sus mensajes han sido nítidos, y la "hoja de ruta" trazada antes los jóvenes, exigente a la par que ilusionante. Un gran reto para el "día después". Porque ahora empieza lo principal. ¿Y ahora qué?

¿Sabrán nuestros obispos incluir en el plan pastoral un plan para la juventud católica en el que avance hacia una mayor comunión, un mayor compromiso con los que sufren -como no se cansó de recordar el Papa, pese al inmenso silencio respecto a lo social que se ha producido en este evento-, una pertenencia a la Iglesia en la que quepan todos?

La JMJ ha sido un éxito de público y crítica, también de organización -pese a los problemas que tuvieron con la web y el envío de los discursos, y la durísima tormenta. Pocos errores atribuibles a su impresionante labor, y a la de miles de voluntarios-, pero resultaría un rotundo fracaso si únicamente nos quedáramos con la emoción, sincera y vivida, de estos días con el Papa. O si la imagen de esta juventud católica fuera utilizada como elemento de fuerza de la jerarquía contra el Gobierno que está, o el que haya de venir. Sepamos, entre todos, aprovechar la inercia de la marea humana que se congregó en torno a Benedicto XVI, y sepamos construir un futuro, desde la fe, para toda la sociedad. Sin capillitas ni exclusivismos. Todos juntos, enfrentándonos a la lluvia y a la tormenta, sin dar un golpe, sólo con la fuerza del Evangelio y del corazón. Como si Cuatro Vientos fuera una metáfora de lo que nos espera.

baronrampante@hotmail.es
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