50 cartas a Dios

"No tengo fe. viví, con la emoción de esa edad una adolescencia y una juventud de entusiasmo religioso. Creía entonces en un Dios de justicia y de igualdad, en una religión generadora de virtudes personales, en un Evangelio como fuente de emancipación humana(...).
Pero poco a poco dejé de creer en Ti (...). Lo que me alejó de Ti fue la política (la política en su estado puro).
Pero nunca dejé de pesar en el cristianismo como referencia moral y compromiso. Respeté sus enseñanzas y reconocí a quienes, desde su fe, proclamaban ideales de justicia y trabajaban honrada y desprendidamente por los demás. Es más, encontré más y mejores socialistas que en mi propia casa en aquellos voluntarios cristianos que, desde un compromiso evangélico profundo y auténtico, ejercían la solidaridad con los parados, con las familias desestructuradas, con los enfermos de sida o con los jóvense que habían fracasado en la escuela. Cristianos jóvenes trabajando por la paz, por el desarrollo del Tercer Mundo, luchando contra la exclusión y educando a quienes más lo necesitaban. Ahí volví a encontrarte.
Te encontré en mis amigos socialistas cristianos o cristianos socialistas, con los que tendí puentes para unir dos conceptos y dos mundos afines y complementarios (...). Te encontré en barrios marginales en forma de múltiples asociaciones que prestan sus brazos al Estado del bienestar y ejercen la solidaridad personal con un sacrificio desconocido en estos tiempos de individualismo y consumismo egoísta.
Te encontré, pero sigo sin verte. Las mismas dudas de entonces (...). Sigo amarrado al realismo de la sociedad que me rodea. Angustiado ante las nuevas necesidades. Motivado por nuevas exigencias desde la misma aspiración de justicia y de cohesión social en la libertad.
No te veo, pero te tengo por un aliado (...). No soy creyente. Lo fui. Ahora soy solo socialista, pero siempre he creido que en el cristianismo hay una profunda raiz de compromiso con la justicia y con la emancipación humana.
Te deseo lo mejor"