Mi aportación a 'Tejer historias: comunicar esperanza en tiempos de pandemia' El primer 'Gracias' de Diego

El primer 'Gracias' de Diego
El primer 'Gracias' de Diego

"'Gracias' porque el mundo que viene tiene que ser mejor para ti. Debe tener más sonrisas, más aplausos y más 'Gracias'. Más reconocer al vecino de enfrente, más caricias al despertar, más tiempo para nosotros, más miradas hacia el que no tiene nuestra suerte. Y muchas, muchas veces el primer 'Gracias'"

"Y es que la vida se abre paso. Pese a todo. Siempre se abre paso"

Gracias a Fernando Prado, una treintena de periodistas nos hemos juntado para aportar nuestro granito de arena a la salida del coronavirus. 'Tejer historias: comunicar esperanza en tiempos de pandemia' (Publicaciones Claretianas) ya se puede descargar a través de la web. Y, muy pronto, en 'papel'. Los beneficios irán a los proyectos de Cáritas Española contra la pandemia. Aquí os dejo mi aportación. ¡Feliz Domingo de Resurrección!

El primer 'Gracias' de Diego

Jesús Bastante Liébana. Periodista. Redactor jefe de Religión Digital

Diego cumplió 17 meses este Miércoles Santo, y sigue sonriendo, ajeno al drama global que estamos viviendo. La memoria de los bebés es sorprendente: tan pronto aprende palabras que jamás se le olvidan, como las actividades que formaban su rutina de vida (guardería, parque, visitas...) desaparecen sin dejar rastro. Es un niño feliz, y contagia esa felicidad al pequeño mundo que le rodea, ahora un poco más estrecho debido al encierro impuesto a causa del coronavirus.

No se arriesguen a vivir una pandemia con un bebé de 17 meses activo y juguetón si sus dos padres (tele)trabajan. Resulta francamente agotador. Pero sus ojos siguen marcados por la sorpresa, muy diferente a la nuestra, sin nubes de lágrimas en los ojos, sin gritos callados, sin nervios a flor de piel. Diego tiene varios coches (todos los coches, también las ambulancias de esos héroes que cada día se la juegan por salvarnos la vida, son 'tutús'), una pelota, muchos libros y unos padres que lo observan a cada rato, preocupados de si le quedarán secuelas después de tantas semanas sin pisar la calle. Que vigilan cada sueño, cada tos, cada gesto nuevo oomo un gigantesco interrogante.

'Tejer historias. Comunicar esperanza en tiempos de pandemia': 30 periodistas unidos contra el coronavirus
'Tejer historias. Comunicar esperanza en tiempos de pandemia': 30 periodistas unidos contra el coronavirus

Los hay a montones. Porque en estas cuatro semanas de confinamiento Diego va cambiando cada día. Antes (parece que hace tanto tiempo de ese 'antes'), cuando todo era 'normal', habíamos sucumbido de tal manera a las prisas, los ruidos, los ritmos... que apenas apreciábamos los pequeños detalles, esos aprendizajes del día a día. Pero también los había: y de eso se daban cuenta los primos, tíos, abuelos, que no lo veían a diario. 'Cuando le veáis no lo vais a reconocer', repetimos, bobos y orgullosos, a todo aquel que llama por teléfono, se conecta por skype o videoconferencia con nosotros. Nuestra familia y amigos deben tener la memoria de sus móviles completa por culpa de 'las cosas de Diego'. Y muchas, muchas ganas de verlo, de achucharlo, de comérselo a besos. Bendito horizonte para sus abuelos, para sus primos. Benditas ganas de ese 'día después'.

En estas semanas, Diego ha crecido (como esto se prolongue mucho nos quedamos sin pijamas), le ha cambiado la mirada, ha aprendido a decir Azul, Manzana, Naranja, Zapato, Tarta, Pato (bendito 'Pocoyó'). Le gusta bailar, y repite con gestos y balbuceos sus canciones preferidas, desde el Tallarín al Elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña. Le encanta abrazar con fuerza (el mundo se para cuando Diego te abraza) y que lo subamos a lo alto del mueble de la cocina para hacerle bailar el Enano Saltarín, y que después se lance al vacío (mis brazos).

Su calle es nuestra terraza, el universo se pierde en la antena del edificio de enfrente, donde a ratos se posan los pájaros (también sabe decir 'Pi pi'). Debajo de ellos, una nena de su misma edad lo mira, se saludan. Y es que Diego también está aprendiendo a reconocerse en los otros. Un trozo de tierra del minihuerto urbano es su caja de herramientas. Disfruta, ríe, salta, grita, patalea... Los vecinos escuchan el eco de su voz en los soportales de la urbanización, y quiero creer que se les escapa una sonrisa. A nosotros se nos expande hasta las arrugas.

Y es que la vida se abre paso. Pese a todo. Siempre se abre paso.

Y a aplaudir. Diego también ha aprendido a aplaudir. Y a gritar mientras lo hace. Aún no entiende bien (no tiene por qué hacerlo) si los aplausos son de alegría, o de tristeza. En su pequeño mundo el ruido compartido siempre es bueno. Cada tarde, pocos segundos antes de las ocho, escuchamos desde la ventana a los primeros vecinos que adelantan el reloj para ver si así ganamos unos segundos al virus, y vencemos en esta lucha.

Cuando lo hacemos, Diego salta y sale trotando -sí, ya camina deprisa, para desgracia de mis riñones de gordo ex corredor maduro- hacia la puerta de la terraza. Su madre y yo salimos con él, y durante unos minutos todo son risas, aplausos, gritos.

Hace unos días, justo en mitad del aplauso-homenaje a nuestros héroes, a esos que cada día se dejan la piel por salvar la nuestra, Diego aprendió otra palabra. La escuchó de algún balcón cercano -todavía el cambio horario no nos había permitido ver los rostros de nuestros vecinos de confinamiento-, supongo que durante días. 'Gracias', balbuceó. Una y otra vez. Hasta que acabaron los aplausos y, un poco más tarde, su madre y yo nos dimos cuenta que nos habíamos quedado solos, medio congelados, en la terraza.

Tejer historias

'Gracias'. Salida de sus labios, resulta la palabra más bonita del mundo. Un 'Gracias' que expande el universo, que lo hace abrazo, que lo conjuga en primera persona del plural. El 'Gracias' de Diego es el nuestro. Bendito encierro que nos permite dar las gracias por el milagro de esta pequeña vida, por los cubos de arena, las manos lavadas, el sueño entre mis brazos, el silencio.

Los gritos, los trastos por el suelo, la ropa babeada, la eterna sorpresa, los ojos grandes, la limpieza de tu mirada.

'Gracias' porque el mundo que viene tiene que ser mejor para ti. Debe tener más sonrisas, más aplausos y más 'Gracias'. Más reconocer al vecino de enfrente, más caricias al despertar, más tiempo para nosotros, más miradas hacia el que no tiene nuestra suerte. Y muchas, muchas veces el primer 'Gracias'.

Y al final, todos vamos aprendiendo, cada día, casi sin saberlo. 'Cuando nos veáis no nos vais a reconocer'. Ojalá sea porque se nos hayan pegado más cosas de un bebé de 17 meses. Gracias, mi Diego. Gracias, mi sol. Gracias.

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