030. Maternidad, agricultura y religión (6): Perséfone.

Una familia agraria compuesta por la tierra, la lluvia y el cereal es el trasfondo de la familia divina formada por Deméter, Zeus y Perséfone.

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Perséfone: Museo de Cirene, Libia. Foto del autor.

El mito que relata cómo Perséfone fue raptada por Hades ha trascendido el mundo griego para convertirse en un gran esquema religioso de varios significados. Deméter debe aceptar el abandono del hogar por parte de su hija, que se marcha para casarse y formar su familia. Tras los lógicos lamentos por la pérdida de su querido vástago, la madre tendrá que someterse a un régimen estricto de visitas que calmarán un poco su maternidad. La hija, que no puede volver la vista atrás pues formará su propia prole, tampoco ha de volver con su madre salvo en contadas ocasiones. Padre y marido, en lo que respecta a esta doble familia, no tendrán mucho que decir en las relaciones entre ellas. El trasfondo de una función femenina los aleja irremediablemente de esas relaciones maternofiliales.

 Al mismo tiempo, la agricultura desborda por todos los resquicios mitológicos. Que Hades sea conocido como Pluto no es otra cosa que una simple manifestación de la realidad que vivían (o que ansiaban) los antiguos: la agricultura es la fuente de riqueza y prosperidad. La tierra, su dominio y su trabajo son la manera de mantener la familia y la comunidad, como bien se puede apreciar leyendo el sinfín de comparaciones agrícolas que florecen en la Ilíada y la Odisea u observando las razones que llevaron a Esparta a conquistar Mesenia.

Los antiguos plutócratas eran los poseedores de tierras, pues, en una intrincada similitud todavía por entender correctamente, Hades habita en el subsuelo de esa tierra que es Deméter. La combinación quizá sea en realidad una pareja formada por superficie terrestre y profundidad abismal, entre lo que conocemos y lo que se esconde. Y quizá haya también ideas griegas muy relacionadas con el mundo prehelénico, un mundo que ligaba los ancestros con la prosperidad de los terrenos familiares. Así, ese dios de los muertos, ese Hades de lo inferior, traería la riqueza indispensable. En la colección hipocrática se puede leer:

(Vict. 92, 3), “Los alimentos, los crecimientos y las semillas nos llegan de los muertos”.  

Las dos diosas, Deméter y Perséfone, acompañadas de sus maridos, Zeus y Hades, forman una familia que alcanza un significado muy profundo. La unión de los fenómenos atmosféricos con el poder de la tierra tiene su inmediata repercusión en la seguridad de la cosecha. Pero el mito relata que la hija aparece y desaparece de la superficie terrestre, es decir, que la madre en realidad es la superficie, como sospechábamos, y que la hija es algo más que la descendencia. Pues esa vuelta a la superficie se refiere a seis meses que tradicionalmente se ligaban a la primavera y el verano, mientras que la marcha hacia lo inferior se consideraba ocurría en otoño-invierno.

Sin embargo, la idea de ciclo, de círculo, tiene más fuerza que la de semicírculo, digámoslo en términos geométricos. No hay una clara separación entre dos mitades del año, sino que el cereal muestra un claro valor de ceñidor del tiempo: las labores agrícolas del cereal comienzan precisamente en este mes de octubre, tras las vendimias (otra labor que cierra círculos). La preparación de las tierras, la roturación de campos, se hace antes de que las lluvias de finales de noviembre impidan trabajar. Tras la roturación, viene la siembra y es en diciembre cuando se certifica que todos los trabajos han sido bien realizados y el clima acompaña, pues asoman las briznas de los cereales en ese mes, un surgir de las profundidades que simboliza que, en realidad, la naturaleza no ha muerto: la tristeza de los bosques sin hojas, la metáfora del paso del tiempo que nos dejó Homero (Il VI 145-149), es en realidad una perpetua continuidad que se manifiesta en un cereal que crecerá hasta la siega en junio, seis meses desde el día más corto hasta el día más largo. El año no acaba en diciembre, sino que empieza en este mes. Perséfone surge de los silos en los que había vivido desde la siega para proporcionar vida un año más. Así, la criatura muerta de la madre Tierra es en realidad una promesa de vida: los hijos vienen con un pan debajo del brazo, se decía antiguamente.

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