033. Reina de los cielos (2).

La investigación sobre la “Reina de los cielos” que aparece en Jeremías 44 y se relaciona con los hallazgos en Elefantina presenta muy atractivas relaciones con otras divinidades tanto de su época como anteriores y posteriores.

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Placa de Elefantina con diosa entre las columnas de su templo y niño a sus pies. Tomada de C. Cornell, "The Forgotten Female Figurines of Elephantine," Journal of Ancient Near Eastern Religions 18 (2018): 111-32.

Los hallazgos de Elefantina no se quedan en el templo de Yahvé que conoció durante un tiempo una vida paralela al de Jerusalén haciendo dudar de la fuerza del culto centralizado en la capital de Judea (y monopolizado por ella). Entre las piezas que allí han aparecido destaca quizá por su escasa repercusión, la placa que presenta una mujer desnuda flaqueada por columnas, en alguna ocasión incluso acompañada de una criatura junto a sus piernas, imagen típica de la infancia en cualquier civilización.

No hay ninguna certeza en cuanto a la coincidencia entre esta Diosa de los Cielos citada por Jeremías y la placa votiva de la ilustración. Lo que sí se ha de mencionar es la facilidad con que mercenarios judíos en época persa (instalados en Elefantina con sus familias) eran capaces de invocar a esta reina del cielo, tal como apuntan algunos papiros: en ellos algunos judíos usaban este nombre divino como coercitivo.

El caso es que la placa de la diosa desnuda entre columnas se relaciona con deidades que sí pueden haber desempeñado el papel de reinas celestiales: Hathor, Isis, Afrodita, Astarté, Asherah, Anuket. Este tipo de divinidades presenta numerosos ejemplos en todo el Levante del Mediterráneo y Mesopotamia. Sin ir más allá, destaca el papel que la diosa Ishtar (Inanna) tuvo como divinidad asociada al regir de los cursos celestes, tal como informan numerosas representaciones suyas en las que aparece coronada o rodeada de estrellas (un ejemplo aquí).

Que una divinidad como Ishtar pudiera aparecer en el mundo hebreo, so capa de otro nombre, incluso con algunas diferencias funcionales, no es imposible. En este sentido, se puede mencionar la interesante relación entre la palabra hebrea kawwānȋm, precisamente el término empleado en Jr. 7, 18 y 44, 19 para describir el culto a la Reina del Cielo, y el acadio kamānu, utilizado en documentos que detallan ofrendas a Ishtar. En ambos casos estas palabras designaban pasteles ofrecidos a las respectivas divinidades.

La diosa Ishtar está especialmente relacionada con el culto de las estrellas y los astros. Su manifestación cotidiana en los cielos era la estrella Venus, que aparece por la mañana y al atardecer como si fuera quien cierra un ciclo que se reabre unas horas más tarde. Esta omnipresencia en unos cielos que raras veces están nublados, como los de Próximo Oriente, permiten entender que fuera desde antiquísimas épocas tomada como presencia real y maravillosa, milagrosa por sus persistencia y exactitud, de la diosa misma.

Por otra parte, también se entiende que Ishtar era diosa de los fenómenos tormentosos, al menos en algunas épocas, lo cual permite relacionarla con la prosperidad de las cosechas y, en general, de la comunidad humana. Como ya indiqué en los comentarios sobre el matrimonio sagrado, Ishtar era la esposa del rey mesopotámico durante las celebraciones de ese ritual que aseguraba prosperidad económica y victorias en el campo de batalla.

El caso de la Reina de los Cielos de Elefantina y el pasaje de Jeremías podrían servir para ilustrar la extraordinaria fuerza de algunas ideas religiosas en la mentalidad antigua, fuerza que se manifestaba en la equiparación que las diferentes civilizaciones hacían de las divinidades extranjeras para entenderlas y, con el tiempo asimilarlas. Las ideas (por supuesto también las religiosas) viajan tanto como las mercancías, podríamos concluir.

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