Pienso que Jesús no fue un únicum en la historia del Israel o del mundo. Fue un profeta apocalíptico más dotado que otros. Tercera parte de la “Réplica amistosa a Xabier Pikaza” (III). Su crítica de “Los Libros del Nuevo Testamento”

  (09-03-2022) (1219)

Escribe Antonio Piñero

Sigo con los temas de la larga reseña de "Religión Digital de 23 de febrero de 2022 publicada por mi amigo Xabier Pikaza.

Escribe Xabier:

“Me da la impresión de que esta obra en conjunto tiene un inmenso interés por Jesús, al lado de un tipo de alergia ante su posible novedad… Es como si A. Piñero quisiera estudiar las variaciones y estelas del “humo”  y calor vital que aparecen en el NT  sin atender al fuego que está en el fondo Presentarle como aquí se le presenta, como un rabino-profeta más de los que crecían entonces como setas en el húmedo suelo de la alta beka “africana”, que fracasó en Galilea y subió a Jerusalén con un grupo de galileos semi-armados… siendo ajusticiado sin más por razones de orden público me parece demasiado poco para explicar todo lo que sigue. No se trata de hacer de Jesús el héroe universal… pero dejarle casi en un semi- vacío como aquí se hace creer no ayuda a entender ni interpretar el Nuevo Testamento”. 

Mi respuesta:

Acepto lo del “inmenso interés por Jesús”, que mueve toda mi obra. Pero no acabo de ver en absoluto que eso signifique “una alergia a la unicidad de Jesús”. Pero ciertamente acierta Pikaza en que mi consideración de Jesús de Nazaret no lo hace una persona única, un únicum.  Y acierta en que considero que, por ejemplo, la doctrina ética de Jesús tampoco es un únicum en la historia del pensamiento religioso judío de la época final del Segundo Templo.

La imagen que surge de una investigación a fondo de todos los dichos y hechos de Jesús nos llevan a pintarlo como un “profeta apocalíptico”, un laico que se sintió atraído por la doctrina de Juan Bautista; un autodidacta experto en la ley de Moisés, que no contento, quizás, con el conjunto de la actuación el Bautista funda su propio grupo.

Que el marco intelectual de Jesús, sin embargo, es el de Juan Bautista y que a partir de ahí construye un mensaje quizás un tanto diferente, pero difícil de discernir en cuanto a la diferencia; que Juan Bautista no tuvo nunca claro si su discípulo Jesús tuvo una conciencia mesiánica o no. Que la proclamación principal de este Jesús esencialmente apocalíptico fue la inminencia de la llegada del reino de Dios sobre la tierra de Israel.

Que ese reino de Dios no se explica nunca por parte de Jesús en lo que se refiere a su esencia constitutiva; solo habla de ciertos detalles. Por tanto que su concepto del reino de Dios debía de ser entendido por todos. Que era un Reino con bienes materiales y espirituales en la tierra de Israel; que aún no había venido, sino que la inminencia de su venida fue imaginada por él como casi presente (como cuando se dice “Aquí está la tormenta” y sin embargo tal tormenta no descargará hasta cuatro o cinco horas más tarde).

Que Jesús exigía como preparación para la entrada en el Reino un total arrepentimiento y cambio de vida, alejándose Dios todo lo que pudiera perjudicar la apertura del corazón humano para que le impidiera posible la entrada en el Reino. Por ejemplo, el demasiado apego a la riqueza temporal que le impidiera ver la naturaleza maravillosa del Reino futuro.

Que Jesús  escogió un grupo de doce varones para significar la inmediata restauración antes del Reino de las doce tribus de Israel.

Que Jesús era un notable predicador ambulante y seductor de masas, con un lenguaje cercano, lleno de ejemplos y parábolas; que era un exorcista y un notable sanador…, pero como otros rabinos de su tiempo.

Que su interés era la interpretación de la ley de Moisés (como otros “doctores de la ley”, laicos del momento); que su doctrina en esa interpretación era farisea en sus líneas generales.

Que fracasó en su predicación en Galilea, y que se metió conscientemente en la boca del lobo en Jerusalén para esperar allí la venida del Reino. Que tuvo un incidente en el Templo, que no podemos calificar exactamente, pero que contribuyó a la intención de las autoridades de acabar con él como causante de desórdenes públicos.

Que su predicación del reino de Dios y su negativa a pagar los impuestos a los romanos lo hacían un sedicioso  para el Imperio, aunque no tuviera ejército alguno, pero sedicioso al fin y al cabo, ya que en el futuro reino no cabrían ni Tiberio ni Poncio Pilato, ni Anás ni Caifás, etc.

Que impulsado quizás por los más fanáticos de sus seguidores al final de su vida tuvo probablemente pretensiones regias y se declaró el mesías de Israel.

Que fracasó también en Jerusalén, ya que el Reino no vino y que fue condenado a la muerte en cruz según la Ley del Imperio, probablemente con dos de sus seguidores. Que sus enemigos lo bajaron de la cruz y que probablemente fue enterrado en una fosa común.

Me dejo muchos detalles en el tintero por el deseo de brevedad. Pero toda esta imagen no es pobre, ni alérgica, sino muy realista. Encardina a Jesús en ambiente del Israel del siglo I y está de acuerdo con Flavio Josefo cuando en sus obras “Antigüedades judías” y “Guerra de los judíos” describe a Juan Bautista y a Jesús como unos personajes más (unos diez o doce) de la cadena de tipos religiosos intensamente apocalípticos que se levantaron contra el poder de Roma… pero que fueron derrotados.

Y que vino Pablo de Tarso, primero perseguidor, pero luego convencido por las razones de sus perseguidos,  que convirtió, por medio de revelaciones personajes, a este personaje en el mesías de Israel, pero espiritualizándolo e idealizándolo. Un  Pablo que hizo de la muerte y resurrección de ese mesías la clave redentora de la idea eterna de Dios de un sacrificio sangriento que restableció las relaciones del ser humano pecador con la divinidad a la espera de un Juicio Final y de un fin del mundo inmediato. Esa interpretación con algunos retoques tuvo mucho éxito. Hasta hoy.

Yo no creo que este breve resumen de la figura y misión de Jesús sea el fruto a una cierta alergia al personaje como un únicum. De ningún modo, solo lo sitúa en el ambiente religioso y político del siglo I en Israel,  y en el ámbito del Imperio romano del Mediterráneo oriental, junto con otros personajes de la misma índole.

Y que esta es la imagen que la investigación histórica tiene de Jesús, imagen que no tiene los componentes de interpretación sobrenatural que le añaden las visiones de Pablo y que hacen de Jesús un Jesús-Cristo celestial.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

www.antoniopinero.com

Volver arriba