064. El alma (I): nephesh y ruah en hebreo.

Pocas cosas son tan importantes para el cristianismo como la salvación del alma. Una palabra tan breve, sin embargo, presenta una dificilísima tarea: entenderla según las distintas fases históricas y los diferentes pueblos que, a la larga, conforman la tradición y los orígenes (son muchos, por lo tanto en plural) del cristianismo.

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El alma perpetua. Pintura de Leo Arellano Spinetti.

Nuestra palabra española “alma” desciende del latín animam, pronunciado ánimam. Quizá pueda parecer claro su significado en la actualidad, pero es mucho lo que hay que decir sobre él respecto al pasado. Un apunte quizá pueda abrir el tarro de las esencias: animam está emparentada con anemómetro (griego ἄνεμος, ánemos, viento). Su origen esta en el indoeuropeo *anə, que significaba respirar.

Si nos remontamos al mundo semítico del que formaban parte los reinos de Israel y Judá, encontraremos los apuntes necesarios para entender algunas ideas del judaísmo que respiraban Jesús y Pablo, y podremos entender cómo varió el ideario cristiano durante sus primeros años de vida.

Nephesh. En el Antiguo Testamento esta palabra indicaba algo que es imprescindible para la vivir o seguir vivo (1 Sam 19, 11: si no salvas tu nephesh esta noche, mañana morirás). Pero también incluye en algunos pasajes la cualidad del pensamiento (Gen 23, 8: si tu nephesh desea que yo…). Pero el término nephesh está también relacionado con:

- la sangre (Gen 9, 4: sólo dejaréis de comer la carne con su nephesh, es decir, con su sangre);

- la respiración (Jeremías 15, 20: Mal lo pasó la madre de siete hijos: exhalaba el nephesh);

- el corazón (Josué 22, 5: Únicamente preocupaos de guardar el mandato y la Ley que os dio Moisés, siervo de Yahveh: que améis a Yahveh vuestro Dios, que sigáis siempre sus caminos, que guardéis sus mandamientos y os mantengáis unidos a él y le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra nephesh).

De hecho, la relación con la sangre parece tener mucho que ver con la idea de que el nephesh seguía en el cadáver de alguna manera mientras éste no perdiera la sangre (hablando de un muerto dice Job 14, 22: Tan solo por él sufre su carne, sólo por él se lamenta su nephesh). Y Elías devolvió el nephesh al niño que resucitó (1 Reyes 17, 17-22).

Estas relaciones invitan a pensar que el nephesh tenía que ver con el respirar y el conocer, cuya sede, para los antiguos semitas (y griegos y romanos) estaba en el conjunto pulmones-corazón-tráquea.  

Ruah. Por otra parte, en hebreo bíblico también es importante pensar en la palabra ruah, cuya raíz significaba “viento”, a veces “respiración”: Gen 3, 8: Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la ruah (brisa); Éxodo 15, 8: Al ruah (soplo) de tu ira se apiñaron las aguas…

También podría indicar información y recoger así las ideas de corazón, pulmones y pensamiento: 2 Reyes 19, 7: Voy a poner en él un ruah, oirá una noticia y se volverá a su tierra. ene ste caso suele traducirse por espíritu. Pero es una traducción dudosa.

Con todo, nepesh y ruah no son términos idénticos en la tradición hebrea más antigua (aunque fueron confundidos en épocas tardías): ruah nunca fue identificado con la sangre ni relacionado con ella; y, de hecho, la idea de conocimiento o información se presenta en pasajes en los que Yahvé entra en un hombre para poseerlo y profetizar (1 Samuel 10, 6: Te invadirá entonces el ruah de Yahveh, entrarás en trance con ellos y quedarás cambiado en otro hombre). E incluso insufla fuerza (Jueces 14, 6: El ruah de Yahveh le invadió, y sin tener nada en la mano, Sansón despedazó al león como se despedaza un cabrito. En estos casos se traduce como “espíritu”.

la idea de que Yahvé esté relacionado con ruah ya echa por tierra la posibilidad de que la sangre se asocie con este término, por la imposible comunidad de naturalezas entre hombres y divinidades.

Por otra parte, y aunque parezca contradictorio, ruah también se relaciona con la vida en sentido procreador y tiene su sede en el estómago, parte sagrada que debía ser ofrecida en los sacrificios animales a Yahvé.

De estas breves notas se puede concluir que, para los antiguos hebreos, no había diferentes partes de la persona: cuerpo / alma, sino un conjunto indisoluble de cuerpo y vida que podía manifestarse tanto en el vivir en sí, el pensar o el desear, como en la divinidad del hecho de estar vivo o del hecho de ser más inteligente que otras personas. Una vida siempre acuciada y frágil, pero vida corpórea al fin y al cabo.

En resumen, el alma que debemos salvar no aparece en el Antiguo Testamento.

Saludos cordiales.

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