El bautismo (y 2)

Qué era el bautismo es una cosa. Qué significaba el bautismo para quienes lo celebraban es otra. He aquí algunos detalles a tener en cuenta según lo que podemos reconstruir sobre los datos que manejamos.

AL-Maghtas

Al-Maghtas, lugar que la tradición consideró como el del bautismo de Jesús (tomado de aquí).

La primera persona que la tradición cristiana menciona como implicado en el Bautismo es Juan el Bautista. Pero para entender bien qué pensaba él sobre el bautismo es importante leer lo que el historiador Flavio Josefo escribió que de este personaje y sus bautismos:

“A algunos judíos les pareció que el ejército de Herodes había sido destruido con toda justicia por Yahvé, que lo castigaba así en venganza por Juan, llamado Bautista. Pues Herodes hizo que lo mataran aunque era un buen hombre que convocaba a los que cultivaban la virtud y se conducían con justicia entre ellos y con piedad respecto a Yahvé a que se reunieran para el bautismo. Porque el bautismo le parecería apropiado no como una simple petición de perdón para algunos pecados, sino como una purificación del cuerpo una vez que el alma estaba purificada ya mediante la justicia...Era un buen hombre que convocaba a los que cultivaban la virtud y se conducían con justicia entre ellos y con piedad respecto a Yahvé… (Antigüedades judías 18, 5, 2).

Juan buscó a judíos que se comportaban correctamente, fueran quienes fueran, insistiendo en las normas exactas del judaísmo más ortodoxo: Ley y culto a Yahvé. Ley en su doble sentido: Yahvé y pueblo de Yahvé. Es importante el matiz “se conducían con justicia entre ellos”, pues parece indicar que el Bautista acentuó un rasgo que ya aparecía en los profetas, por ejemplo Ezequiel, que en el libro que le se atribuye indica (Ez 18, 5-9) acciones que merecen la máxima consideración y que no están contempladas explícitamente en la Ley: no oprimir a nadie, alimentar al hambriento, no ser usurero, evitar la injusticia. O en Isaías (Is 58, 6-7): librar a los maltratados, acoger a los vagabundos, vestir a los desnudos, atender a los semejantes. En definitiva, una extensión de la Ley que concretaría el famoso (por olvidado) Lv 19, 18: “no odiarás a los hijos de tu pueblo y amarás a tu vecino como a ti mismo”. Este bautismo de Juan confirmaría un proceso ya largo, sería como “titular” al terminar un grado universitario moderno.

De ahí que parezca chirriar lo que el primer evangelista escribió sobre Juan y su bautismo:

 Apareció Juan bautizando en el desierto y predicando el bautismo del arrepentimiento para absolución de pecados (Mc 1, 4).

Las palabras “arrepentimiento”, “para” y “absolución de pecados” no concuerdan con la idea de haber pasado ya tiempo comportándose según las normas de la Ley de Moisés en su doble vertiente de veneración para la divinidad y excelente comportamiento con los miembros del grupo judío.

De hecho, que la biografía de Jesús conocida como Marcos comience con el bautismo y no con una vida anterior ya encarrilada hacia el cumplimiento con Yahvé (la lógica que se desprende de Juan y su bautismo), y en su lugar se proclame un estado nuevo sin referencia al pasado hace más bien pensar que el anónimo autor del libro pensaba ya en términos cristianos: el bautismo inaugura el estado de “hijo de Dios” para los gentiles atraídos al yahvismo mesiánico y escatológico que Pablo habría predicado. No es la culminación de un proceso sino la ceremonia de entrada en una nueva estirpe.

Pablo, por su parte, aseguró en sus cartas haber bautizado. Es lógico entonces preguntarse cuál de las dos posturas mantenía o si era alguna otra distinta.

Dado el hecho de que el de Tarso en principio se dirigió a los gentiles que ya se habían interesado por el yahvismo tal como se enseñaba en las sinagogas de la diáspora, parece claro que cierta preparación era característica de sus seguidores paganos. Además, en sus cartas falta cualquier tipo de explicación sobre quiénes eran los personajes fundamentales de la “historia sagrada de Israel”, de lo que puede deducirse que la preparación al respecto de sus oyentes era bastante profunda. Por otra parte, no hay que olvidar que las mujeres paganas debían bautizarse al convertirse finalmente, y que, por tanto, la tradición aprendida sobre Juan y Jesús y la costumbre ya extendida en la sinagoga de la diáspora permitían que Pablo se sirviera de esta ceremonia con suma facilidad y lógica.

Aunque a ojos de un pagano el bautismo, además, constituía una suerte de hábil recurso para considerarse especial: hábil por su mínimo coste económico (en comparación con otras ceremonias casi equivalentes de los movimientos religiosos paganos), por su facilidad, por su significado. Se daría entonces un proceso en dos pasos: a) Pablo habría bautizado en un primer momento a gentes que ya hubieran pasado tiempo demostrando su interés por Yahvé, sin duda en la línea ofrecida por Juan y Jesús; b) pero, con el tiempo y la inmediatez que él adivinaba en el proceso del final del tiempo malvado y la llegada del Reino de Dios, la necesidad de convertir a gentes (no muchas, desde luego) de cada pueblo, hubiera acelerado el proceso de aprendizaje y la velocidad hubiera imperado. Así, se puede reconstruir una conclusión de este proceso: un cambio de perspectiva muy natural, (casi) inconsciente entre sus seguidores. Porque el bautismo no sería para los nuevos devotos la culminación de un proceso de lento acercamiento a la religión de Yahvé sino el inicio de la nueva vivencia religiosa, la nueva genealogía personal que hacía olvidar todo lo vivido y sentido anteriormente.

En definitiva, el bautismo citado en Marcos sería hijo de los seguidores de Pablo, no de éste.

La ceremonia del bautismo es clara; su significado, una pista muy interesante para ayudar a concretar los principios del cristianismo.

Saludos cordiales.

www.eugeniogomezsegura.es

logos@eugeniogomezsegura.es

Volver arriba