A 50 años de la desaparición de Gerardo Valencia Cano y Raúl Zambrano Camader Precursores de la Iglesia de Francisco

A la izquierda, Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico de Buenaventura
A la izquierda, Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico de Buenaventura

Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico de Buenaventura y Raúl Zambrano Camader, obispo de Facatativá

La desaparición de los dos prelados de la escena religiosa y social latinoamericana coincidió con el cambio de rumbo del Celam que en noviembre de ese mismo año 1972 eligió una nueva mesa directiva en reunión ordinaria celebrada en Sucre Bolivia.

Sería interesante estudiar la estructura pastoral del obispo Zambrano Camader en su diócesis de Facatativá

El gran proletario que era Valencia Cano y el gran señor que era Zambrano Camader, se confundían e identificaban en un solo Evangelio

gerardo valencia y raul zambrano

En 2022 se cumplen cincuenta años de la trágica muerte de dos obispos colombianos comprometidos en la pastoral social, en la promoción humana integral de personas desplazadas por la violencia, campesinos, indígenas y afrodescendientes olvidados en las periferias geográficas. Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico de Buenaventura, de 54 años de edad pereció en un accidente aéreo el 21 de enero y Raúl Zambrano Camader, obispo de Facatativá, de 51 años de edad murió en un accidente similar el 18 de diciembre de 1972. Ambos, firmantes del Pacto de las catacumbas, fueron padres conciliares del Vaticano II y ocupaban cargos de responsabilidad en departamentos del Celam que desde la conferencia de Medellín en 1968 pretendía aplicar las reformas del concilio en territorio latinoamericano. Gerardo como director del departamento de misiones y Raúl como subdirector del departamento de pastoral de conjunto.

Mientras el obispo de Buenaventura era visto con desconfianza por una parte de la jerarquía conservadora por su cercanía al movimiento Golconda de curas rebeldes, el obispo de Facatativá era el representante del episcopado en el INCORA instituto público para la reforma agraria. De hecho la muerte lo sorprendió de regreso a Bogotá luego de entregar títulos de propiedad de tierras a campesinos en Repelón (Atlántico).

Gerardo Valencia Cano en el Concilio Vaticano II

La desaparición de los dos prelados de la escena religiosa y social latinoamericana coincidió con el cambio de rumbo del Celam que en noviembre de ese mismo año 1972 eligió una nueva mesa directiva en reunión ordinaria celebrada en Sucre Bolivia.

El siguiente artículo de Gonzalo Canal Ramírez, titulado Raúl Zambrano Camader y publicado por el periódico El Tiempo el 21 de diciembre de 1972 en la columna de opinión Perfil de los Días, hace un retrato de los dos obispos colombianos desaparecidos pero no olvidados en la conciencia del pueblo y de los cristianos comprometidos con la justicia y la promoción social de los más desfavorecidos. Precursores de la Iglesia hospital de campo, iglesia en reforma menos clerical y más sinodal que la primavera de Francisco está poniendo en marcha.

eucaristía preside monseñor zambrano

«Cuando apenas dos lustros ha, entraron al muy tradicionalista episcopado colombiano los obispos Gerardo Valencia Cano y Raúl Zambrano Camader –ambos perecidos este año en accidentes de aviación- un soplo de renovación espiritual, social y pastoral aireó la Iglesia colombiana. Venían los dos de muy diversas vertientes pero se identificaban en un solo y grande amor al prójimo, en una sola y grande pasión por el estudio y la comprensión de la problemática colombiana, en orden a las soluciones que la Iglesia puede inspirar, dar o estimular. Ante todo, la de la formación de una conciencia social tan esquiva en Colombia.

Gerardo Valencia Cano arribaba de la montaña hosca y arriscada de Antioquia, del barro mismo de su pueblo y de su tierra y estaba signado por el fuego de los apóstoles que se enciende en la justicia y en la caridad. Con ese combustible el “hermano” Gerardo prendió su llamarada en Buenaventura entre negros, mestizos y mulatos. Los lampos de ese fuego alcanzaron a relampaguear en todo el país.

encuentro de reflexión episcopal julio 1971

Raúl Zambrano Camader llegaba de más lejos: de la aristocrática, castiza y monástica Popayán. Pero traía el mismo equipaje de justicia y amor que Gerardo. Mientras el obispo Valencia Cano sacudía nuestra agrietada pirámide social por la base, el obispo Zambrano Camader la agitaba por el vértice. Pero el estremecimiento era uno mismo: hambre y sed de justicia, como las del sermón de la montaña. Zambrano Camader con la terminología del sociólogo y el lenguaje del escritor y conferenciante. Valencia Cano con el idioma del místico y los brazos en cruz.

El Tiempo 22 enero 1972 4

Fuera de su acción en juntas directivas y auditorios especializados en temas de sociología, será interesante estudiar la estructura pastoral del obispo Zambrano Camader en su diócesis de Facatativá, que él fundó, modeló, y remodeló conforme a las exigencias de la nueva Iglesia y a las experiencias internacionales de los nuevos pastores, agentes de la historia de la salvación, continuadores de la redención de Cristo, que ya no es la miseria de este mundo compensada con la esperanza del otro, sino el bien ser y el bienestar del hombre, en la tierra y en el cielo, aquí y allá, donde quiera que esté.

PRENSA C

La lección de estos dos obispos, ambos tragados por el abismo, será ejemplarizante en Colombia y el mundo como un caso típico de lo que la Iglesia da al pueblo, cuando se propone ser integradora de la comunidad popular, a través de todos sus estamentos y entender al hombre todo, integrante de esa comunidad, como hombre integral, como cuerpo y espíritu en esa totalidad indivisible, compuesta de tiempo y eternidad que se llama persona humana, que es el objeto principal de la creación, el objeto único de la redención. El gran proletario que era Valencia Cano y el gran señor que era Zambrano Camader, se confundían e identificaban en un solo Evangelio, el Evangelio de la salvación total.

Adiós, padre obispo Zambrano Camader, saludes al hermano Gerardo. Por aquí veintitrés millones de colombianos los siguen recordando, porque los apóstoles como los viejos soldados, no mueren nunca. Se esfuman en la lejanía».

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