Laudato Si' . Carta encíclica del Papa Francisco

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sobre el cuidado
de la casa común Capítulo Primero


Lo que le está pasando
A nuestra casa


CAPITULO SEGUNDO

EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN

III. EL MISTERIO DEL UNIVERSO

(Contin., viene del día 24 febrero)

79. En este universo, conformado por sistemas abiertos que entran en comunicación unos con otros, podemos descubrir innumerables formas de relación y participación. Esto lleva a pensar bien al conjunto como abierto a la trascendencia de Dios, dentro de la cual se desarrolla. La fe nos permite interpretar el sentido y la belleza misteriosa de lo que acontece.

La libertad humana puede hacer su aporte inteligente hacia una evolución positiva, pero también puede agregar nuevos males, nuevas causas de sufrimiento y verdaderos sufrimientos. Esto da lugar a la apasionante y dramática historia humana, capaz de convertirse en un despliegue de liberación, crecimiento, salvación y amor, o en un camino de decadencia y mutua destrucción. Por eso, la acción de la Iglesia no sólo intenta recordar el deber de cuidar de la naturaleza, sino que al mismo tiempo "dede proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo.

80. No obstante, Dios, que quiere actuar con nosotros y contar con nuestra cooperación, también es capaz de sacar algún bien de los males que nosotros realizamos, porque "el Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e inquebrantables". Él, de algún modo, quiso limitarse a sí mismo al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros consodiramos males, peligrosos o fuente de sufrimiento, en realidad son parte de los dolores de parto que nos estimulan a colaboral con el Creador. Él está presente en el más íntimo de cada cosa sin condicionar la autonomía de su criatura, y esto también da lugar a la legítima autonomía de las realidades terrenas.

Esa presencia divina, que asegura la permanencia y el desarrollo de cada ser, "es la continuación de la acción creadora. El Espíritu de Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo. "La naturaleza no es otra cosa sino la razón de cierto arte, concretamente el arte divino, inscrito en las cosas, por el cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado. Como si el maestro constructor de barcos pudiera otorgar a la madera que puediera moverse a sí misma para tomar la forma del barco".

81. El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios. La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico. La novedad cualitativa que implica el surgimiento de un ser persoanal dentro del universo material supone una acción directa de Dios, un llamado peculiar a la vida y a la relación de un Tú a otro tú. A partir de los relatos bíblicos consideramos al ser humano como un sujeto, que nunca puede ser reducido a la categoría de objeto.

82. Pero tambien sería equivocado pensar de los demás seres vivos deban ser considerados como meros objetos sometidos a la arbitraria dominación humana. Cuando se propone una visión de la naturaleza únicamente como objeto de provecho y de interés, esto también tiene serias consecuencias en la sociedad. La visión que consolida a la arbitrariedad del más fuerte ha propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencia para la mayoría de la humanidad, porque los recursos pasan a ser del primero que llega o que tiene más poder: el ganador se lleva todo. El ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y y de paz que propone Jesús está en las antípodas de semejante modelo, y así lo expresaba con respecto a los poderes de su época: "Los poderosos de las naciones los dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Que no sea así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande, sea el servidor" (Mt 20, 25-26).

83. El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal. Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser huamano sobre las demás criatura. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y através de nosotros hacia el término común, que es Dios, en esta actitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y de amor, atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a conducir todas las criaturas a su Creador.

Ver: Carta encíclica
Laudato si'
del Papa Francisco
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