¿Se puede practicar el sermón de la montaña?

Dijo el teólogo protestanteConzelmannque “con el sermón de la montaña no se puede gobernar un estado, ni dirigir una fábrica, ni siquiera convivir en familia”. ¿Qué pasaría si en un estado se dictara una ley que mandara que si a alguien le pegan en una mejilla, no se castigara al agresor, sino que el agredido deberá presentar la otra mejilla? Una ley así no es imaginable ni siquiera en la Ciudad del Vaticano.

En este año A el leccionario dominical nos propone la lectura del sermón de la montaña según Mateo en seis domingos, del IV al IX (aunque lo interrumpiremos al empezar la Cuaresma). Es muy recomendable leer entero el sermón de la montaña en Mateo 5-7, para situar el fragmento de cada domingo en el conjunto del sermón y ver así mejor cómo hemos de interpretarlo, y concretamente para responder a la pregunta de si es posible practicarlo.

Tres son las interpretaciones que del sermón de la montaña se han propuesto:

Primera: Moralizante. Es la más frecuente. Jesús enseña cuál es la voluntad del Padre y cuál tendrá que ser la conducta del cristiano. El principal argumento de esta interpretación son las seis antítesis o perfeccionamientos de la Ley: “Habéis oído que se os dijo…Pues yo os digo…”. Tal como Jesús habla, obviamente quiere que lo cumplamos. Al final del sermón exhorta a cumplirlo (7,21-27).

Segunda: Teoría del precepto imposible. Los defensores de esta interpretación, sobre todo protestantes, alegan que en la práctica es imposible cumplirlo literalmente. Apelan a la doctrina paulina de la Ley, que no salva sino que suscita el conocimiento del pecado y lleva a la transgresión (cf. Rom 5,14.20). El sermón de la montaña sería una “preparación evangélica”, como la Ley antigua, que revela al hombre su impotencia y lo sitúa en la alternativa de, o caer en la desesperación o, desconfiando de las propias méritos, acogerse únicamente a la gracia misericordiosa de Dios.

Cierto que algunos pasajes del sermón de la montaña son literalmente imposibles de cumplir, pero hay que tener en cuenta el lenguaje oriental de Jesús, dado a las metáforas, contraposiciones didácticas, paradojas e hipérboles. Con todo, el estilo oriental de Jesús no ha de dar pie a rebajar la exigencia radical de su evangelio. Jesús se servía de imágenes, pero con ellas enseñaba cosas muy serias y muy exigentes. El método correcto será descodificar la imagen, ver qué quiso decir con ella, y entonces tomarse muy seriamente no la imagen sino su significado. Arrancarse el ojo que te escandaliza (Mt 18,9) significa eliminar de tu vida todo aquello que, por muy personal e íntimo que te sea, resulta un obstáculo para tu vida de fe. Extirparse clínicamente el ojo no resolvería el problema moral. Se pueden dar muy malas miradas con un solo ojo.

Tercera: Teoría de la moral transitoria. Es imposible vivir practicando constantemente el sermón de la montaña, pero Jesús urgía la pronta conversión porque el reino de Dios y el juicio están cerca. Si la venida del Señor y con ella el fin del mundo están cerca, quizá podríamos aguantar por este breve tiempo el rigor del sermón de la montaña. Dice san Pablo: “El tiempo es breve. Por lo tanto, los que tienen mujer, que vivan como los que no tienen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que gozan del mundo, como si no gozaran. Porque la apariencia de este mundo pasa (1 Cor 7,30 y s.). Es cierto que solemos olvidar que la predicación de Jesús tenía una fuerte carga escatológica, pero contiene también muchas normas de vida de validez permanente.

¿Cuál será entonces la mejor interpretación?

El evangelio, y su punta de flecha que es el sermón de la montaña, no es solo ley o norma: es también gracia. Es ante todo una persona, y una persona con “autoridad” (exousia: potestad, poder, fuerza). La gente se maravillaba porque hablaba con autoridad, y no como los escribas (conclusión del sermón, 7,28). Lo escribas solo interpretaban lo que dijo Moisés; Jesús está por encima de Moisés: “habéis oído… pues yo os digo…”. Y, más importante aún: Moisés y los escribas solo decían qué manda Dios, mientras Jesús lo dice por fuera y por dentro infunde la fuerza para cumplirlo).

A lo largo de la historia de la Iglesia no han faltado hombres y mujeres que vivieron el sermón de la montaña, porque para Dios nada es imposible. No faltan en nuestras comunidades cristianas y religiosas espíritus generosos que han acogido con fe el evangelio de la gracia y se han lanzado con humilde entusiasmo por los caminos del sermón de la montaña. Todo depende de tu respuesta personal a la Palabra que desde el monte el Señor te dirige. Si meditando el sermón de la montaña te ha brillado alguna luz, si alguna de sus sentencias, archisabidas, leídas y comentadas mil veces, de pronto te ha parecido estallar dentro de ti y te ha abierto horizontes sin fin, no dejes que resbale y se apague. Porque si no te aplicas inmediatamente a ponerlo en práctica, aquella luz se esfumará. En cambio si empiezas a correr por el pequeño sendero que se ha abierto delante de ti, se te hará camino al andar, extirparás todo lo que en tu vida era obstáculo al espíritu y la letra del evangelio y correrás feliz por sus caminos, cada vez con mayor facilidad y haciendo posible lo que parecía imposible.

Y ahora, para terminar, volvamos del revés la sentencia pesimista de Conzelmann. La vida en familia no es posible sin el sermón de la montaña. Es decir, si sus miembros (esposos, hijos, abuelos) no se aman de tal manera que cada uno de ellos, ante diferencias en el modo de valorar las situaciones y relaciones, no está dispuesto a sacrificar sus derechos e intereses para mantener la paz. Si muchas familias se rompen es porque no se aplica el sermón de la montaña. Y esta actitud debería imperar también en las relaciones laborales y aun las políticas. El plan del Señor y la doctrina de la Iglesia es que las empresas y la sociedad entera se desenvuelvan como una familia que se rige por el sermón de la montaña.
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