A propósito de un artículo de G. Ferretti sobre el desafío del posteísmo
Siento no haber conocido hasta hoy el esmerado artículo de Giovanni Ferretti “Post-cristianesimi: la sfida del post-teismo”, publicado en la revista Il Regno Attualitá (vol. 69 [2024], pp. 321-333]. Es un texto crítico, pero constructivo y abierto, escrito en tono respetuoso. Y creo, como el autor, que la cuestión que aborda es un gran desafío para todas y todos los que nos sentimos cristianos, a pesar de que a veces se niegue que algunos lo seamos.
No puedo hablar sino en nombre propio, pues no existe, que yo sepa, ningún grupo organizado de “posteístas”. (Yo prefiero, como luego diré, el término “transteísta”). Y me permito señalar las afirmaciones principales con las que discrepo, apuntando nada más los motivos de discrepancia:
1. Creo que el autor incurre en cierta contradicción cuando dice, por un lado: “el cuestionamiento actual” de las “intervenciones puntuales de Dios como causa entre las causas del mundo (…) no me parece que afecte al núcleo esencial del teísmo cristiano tradicional” (p. 329); pero añade a continuación que el posteísmo “contradice profundamente” dicho núcleo esencial del cristianismo “cuando critica la visión de un Dios separado…, su libertad y personalidad” (ib.). Me pregunto: quien cuestiona o acepta que se cuestione –como es el caso del mismo Ferretti, según sugiere– dichas “intervenciones puntuales de Dios en el mundo” ¿no pone en tela de juicio la supuesta “libertad” de Dios de interferir en el devenir de la realidad? Ahora bien, si tal “libertad” de intervención divina es cuestionada, no quedarían sino dos alternativas: o bien se concibe a Dios como Ente supremo “deísta”, exterior, aristotélico, ¿personal?, que no interviene en el mundo, una vez creado, o bien se le concibe como inmanente al mundo o a la vez inmanente-transcendente, mejor aún, más allá de inmanente-transcendente (y de “personal-impersonal”), en un registro en el fondo “transteísta”. En efecto, quien niega que Dios pueda intervenir como causa física exterior no puede sino negar igualmente que pueda intervenir hablando, llamando, amando… desde el exterior, ya que toda acción sobre el “psiquismo” o el “espíritu” humano requiere necesariamente un soporte o una mediación “física”.
2. No me parece que sea justa su apreciación del “lugar que el posteísmo atribuye a la ciencia en la teología… hasta elevarla a fuente única, en cualquier caso, determinante del conocimiento también en el ámbito teológico-religioso” (p. 329). ¿“Fuente única”? No, de ningún modo; ninguno de los llamados teólogos posteístas lo afirmaría. ¿“Determinante”? Depende de lo que se entienda con este término. Yo diría más bien que la ciencia es decisiva en lo que se refiere a la cosmovisión y que ésta es decisiva en relación a la coherencia o credibilidad del lenguaje teológico.
3. No me parece consistente, ni clara, su crítica de la “resacralización de la naturaleza”. Depende del sentido que se dé al término “resacralización” o a “sagrado”(p. 329). Ya no tiene sentido hablar de mundo “sagrado” en contraposición a “mundo profano”. Pero ni desde la sensibilidad de una buena parte de la teología actual ni desde la teología bíblica y patrística veo por qué no se pueda considerar la naturaleza, de la que los humanos somos parte, como realidad “sagrada” (liberando la palabra de su contraposición dualista a “profana”).
4. Creo que es abusiva la referencia al “puesto preferencial que los post-teístas dan a la mística unitiva o fusional” en oposición a la “mística relacional” bíblica (p. 330). En cualquier caso, diría que no es correcto identificar los términos “unitivo” y “fusional”. En toda “fusión” dos se convierten en uno, por lo cual no es un término aplicable a la relación entre Dios y un ente del mundo, pues no forman entre sí ni uno ni dos. Por lo demás, la expresión “mística fusional” no aparece en ninguno de los autores que Ferretti critica, sino que es una etiqueta que el autor les aplica.
5. Considero vaga e inexacta su crítica de la supuesta “intención” que animaría al posteísmo de “mantener y valorizar, del cristianismo, solo la esencia”, esencia que se identificaría “en la experiencia original de Jesús vivida por los primeros discípulos, tal como es científicamente accesible con el método histórico-crítico actual” (p. 331). Por un lado, no explica ni nadie podrá nunca explicar en qué consiste dicha “esencia” si no es utilizando categorías y palabras; ahora bien, ningún concepto lingüístico ni imagen humana se identifica con la “esencia” o con la res, la realidad a la que se refieren (ya lo dijo Santo Tomás de Aquino). Por otro lado, ninguno de los teólogos que Ferretti critica pretende que la “experiencia original de Jesús” sea “científicamente accesible con el método histórico-crítico”. Yo, personalmente, lo niego de manera expresa.
6. Su juicio “sobre la escasa atención que prestan los posteístas al carácter siempre y exclusivamente analógico o simbólico del lenguaje teológico” (p. 332) me resulta un tanto sorprendente, pues parece asimilar ambos términos que son muy distintos entre sí. En lo que me respecta, nunca he utilizado el término analógico en relación con las afirmaciones sobre Dios, e insisto en la necesidad de una teología radicalmente simbólica o metafórica.
7. Me permito terminar con tres observaciones en relación con la sección que G. Ferretti me dedica en su estudio:
a) Giovanni Ferretti no menciona ni –creo– tiene en cuenta el libro L’Infinito prima di Dio. In transizione: liberare il misterio divino dalle immagini umane (Gabrielli Editori, 2024) (edición original en francés, Dieu au-delà du théisme. Esquisses pour une transition théologie, Éditions Karthala, 2023). Ahí desarrollo el tema más amplia y sistemáticamente desde un punto de vista hermenéutico, histórico, filosófico y teológico-cristológico.
b) Señala Ferretti que mi posición teológica última queda “indeterminada” (p. 326). No sé cómo podría ser de otra forma. Para decir Dios no nos valen las ciencias exactas, ni los conceptos unívocos. Solo unas metáforas que nos llevan más allá de lo dicho.
c) Como he indicado más arriba, utilizo el término “transteísmo” más bien que “posteísmo”. La superación del “teísmo” no es una nueva doctrina (ni siquiera una doctrina nueva). Quien se sienta cómodo/a con la imagen “teísta” tradicional de Dios (que era, lógicamente, la imagen que albergaba Jesús), no dude en mantenerla, pero sin aferrarse a ella, atravesándola, transcendiéndola. Quien se sienta movido a exiliarse de esa imagen, que lo haga libremente, como lo hicieron Jacob, Moisés, Elías… y el mismo Jesús en una medida, y los místicos/as de todas las tradiciones, sin aferrarse a ninguna otra imagen alternativa. Así seguimos caminando, más allá del teísmo y del ateísmo.
José Arregi
www.josearregi.com