Carta abierta en su 87 cumpleaños Leonardo Boff: ecología, espiritualidad y liberación

Leonardo Boff
Leonardo Boff

Te escribo para expresarte mi amistad y mi reconocimiento en tu largo caminar por la senda de la liberación de las personas más vulnerables, de los colectivos empobrecidos, de los pueblos oprimidos y de la naturaleza depredada

Querido Leonardo

No quiero faltar a la celebración de tu 87 cumpleaños el día 14 de diciembre. Te escribo para expresarte mi amistad y mi reconocimiento en tu largo caminar por la senda de la liberación de las personas más vulnerables, de los colectivos empobrecidos, de los pueblos oprimidos y de la naturaleza depredada.

Creemos. Crecemos. Contigo

Nuestros encuentros

Nos conocimos hace cuarenta y ocho años. Fue en 1977 en la Semana Internacional de Teología sobre “Jesucristo en la historia y en la fe”, organizada por la Fundación Juan March. En ella intervinieron algunos de los teólogos europeos más prestigiosos, entre ellos, el francés Christian Duquoc, los alemanes Walter Kasper, Ernts Käsemann y Wolfhart Pannenberg y el español José María González Ruiz.

Eras el teólogo más joven, el único no europeo, el teólogo venido del Sur que discutía de igual a igual y en profundidad con tus colegas del Norte, con lo más granado de la teología europea. Tu conferencia versó sobre Jesucristo liberador desde la América Latina oprimida. No fue un discurso fácil, y menos aún demagógico, sino riguroso, aunque desde una lógica distinta de la eurocéntrica: la de los oprimidos, que rompía las reglas de la lógica de los satisfechos.

Boff y Tamayo
Boff y Tamayo

Recuerdo que en uno de los debates con Pannenberg, quizá el más tenso y de mayor altura intelectual de toda la semana, el teólogo alemán te recordó que la teología es la inteligencia de la fe. A lo que tú respondiste: “Profesor, lleva usted razón, pero es también aliento de vida y fuerza de liberación para los pobres y oprimidos”.

Tres años después volvimos a encontrarnos en Asturias en un Congreso sobre la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla (México) con la presencia del secretario general del CELAM, monseñor Quarrachino, que se comportó de manera autoritaria y verbalmente violenta contigo, pero sin aportar una sólida argumentación a tus críticas. Fue en aquel encuentro donde empezamos a forjar nuestra amistad, que dura hasta hoy.

Boff y Gutiérrez juntos, en el centro de la foto
Boff y Gutiérrez juntos, en el centro de la foto

De entonces para acá muchos han sido nuestros encuentros en Congresos de teología de la liberación en diferentes lugares del planeta, preferentemente en España y en varios países de América Latina, amén de nuestra comunicación epistolar permanente, las reseñas de nuestros libros y tus prólogos a mis libros La teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso (Tirant, Valencia, 2011, 2ª ed.) y Cristianismo radical (Trotta, Madrid, 2025, 3ª ed.), que nunca dejaré de agradecerte suficiente.

En 1999 escribí el libro Leonardo Boff. Ecología, mística y liberación (Desclée de Brouwer, Bilbao, 1999). En él recojo la larga conversación que mantuvimos durante varios días en mi casa de Madrid en octubre de 1997, hago un perfil intelectual tuyo y ofrezco una exposición sistemática de tus principales aportaciones en el campo teológico, pero prestando atención también a tus estudios sobre ecología, cosmología y antropología. El libro conserva la misma actualidad de entonces, ya que abordamos los temas mirando al futuro. 

Volvimos a encontrarnos varias veces en los Foros Sociales Mundiales, donde creamos el Foro Mundial de Teología y Liberación (FMTL). Recuerdo dos de esos encuentros: el de Porto Alegre (Brasil), celebrado en 2005 bajo el lema “Teología para Otro Mundo Posible” y el de Belem de Pará (Brasil) en 2009 cuyo tema fue “Tierra, Agua y Teología para otro Mundo Posible”. Retengo en la memoria el vivo diálogo que mantuviste en el Foro de 2009 con tu compatriota la ecologista Marina Silva. No recuerdo si participaste en el FMTL de Nairobi (Kenia) bajo el título “Espiritualidad Para Otro Mundo Posible”.

Antes de la pandemia nos encontramos varias veces en Ciudad de México, Puebla de los Ángeles y Monterrey en los Congresos organizados por el colectivo Amerindia y la Fundación Valores.  Recientemente hemos participado, virtualmente en el 41 y el 44 Congreso de Teología, organizados por la Asociación española de Teólogas y Teólogos Juan XXIII y otros colectivos cristianos de base. Tus conferencias fueron muy bien acogidas y evaluadas.

La del 21 Congreso fue “Hacia una Iglesia samaritana y cuidadora de la naturaleza”, en la que hablaste de la confrontación de dos paradigmas civilizatorios: el del dominus, dominador de la naturaleza, y el del frater, del hermano y de la hermana, inspirado en la encíclica del papa Francisco Fratelli tutti. La del 24 Congreso giró en torno a “Caminos de Paz: Shalom y justicia”. “La paz -dijiste- solo es posible en la medida en que las personas individuales y las colectividades se predispongan a desarrollar organizadamente la convivencia, el respeto, la cooperación y el amor”.   

Leonardo Boff y Juan José Tamayo
Leonardo Boff y Juan José Tamayo

Preguntas que te interpelan

Durante los ochenta y siete años de vida has hecho un fecundo itinerario que se bifurca en múltiples sendas: la experiencia religiosa, la teología, la ecología, la política, la academia, los foros mundiales de teología y liberación dentro de los Foros Sociales Mundiales, los congresos de Amerindia, el acompañamiento a las comunidades eclesiales de base, al MST…

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, dice Antonio Machado. Tú has hecho camino al andar dejando huella por donde has pasado y sigues pasando. Y siempre desde el pensamiento crítico, desde la experiencia de la ternura, del corazón, desde el amor a la Pacha Mama y del seguimiento de Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador, sobre el que escribiste la primera cristología latinoamericana históricamente significativa en 1972. Luego vendrían otras de colegas y amigos, entre ellas las de Juan Luis Segundo y Jon Sobrino.

Te reconozco como uno de los teólogos más innovadores de la teología latinoamericana, que propones una ética centrada en las “virtudes para otro mundo posible”, en la construcción de una fraternidad sororal eco-humana y de una teología del cautiverio y de la liberación

“Lo mejor de la religión -escribía Bloch en el frontispicio de su libro El ateísmo en el cristianismo- es que crea herejes”.Creo que tú eres un excelente ejemplo de este aforismo, cambiando quizá “hereje” por “heterodoxo”. Ahí radica la creatividad en todos los campos de tu ser, tu saber y tu quehacer humano en los que has trabajado y sigues trabajando sin descanso. Tu vida y tu pensamiento demuestran que eres un intelectual que rompe esquemas (y algunos cráneos endurecidos de colegas, obispos y algún inquisidor, otrora mecenas tuyo), abres nuevos horizontes y propones alternativas donde parece que no hay salida o se cree que la salida es una sola.

Te reconozco como uno de los teólogos más innovadores de la teología latinoamericana, que propones una ética centrada en las “virtudes para otro mundo posible”, en la construcción de una fraternidad sororal eco-humana y de una teología del cautiverio y de la liberación. 

En tu quehacer teológico has sabido compaginar ejemplarmente, durante más de cinco décadas, el rigor metodológico y la denuncia profética, otra manera de hacer teología y el compromiso político con los pobres de la tierra y con la naturaleza oprimida, cuyos gritos has sabido escuchar y a los que has querido responder desde la razón cordial y la ética del cuidado. El rigor metodológico lo demuestras con el recurso a la doble mediación de la teología de la liberación: socio-analítica y hermenéutica, que se aprecia en todas las páginas de tus libros y en los artículos con los que nos sorprendes a menudo por ser reflexiones a pie de página llenas de profundidad y de sabiduría vital.

Utilizas la mediación de las ciencias humanas y sociales para un mejor conocimiento de la realidad, para descubrir los mecanismos de opresión que atentan contra la vida de los pobres y de la naturaleza y para liberar a la teología de su -quizá falsa-, neutralidad social, de su -supuesta- neutralidad política y de su -sólo aparente- indiferencia ética.

Leonardo Boff
Leonardo Boff Manuela d'Ávila - Wikimedia Commons

Recurres a la hermenéutica, necesaria para el estudio y la interpretación de los textos fundantes del cristianismo y para no caer en el fundamentalismo, una de las manifestaciones más perversas de las religiones que, siguiendo el refrán latino corruptio optimi pessima, convierten el vino espumoso de los orígenes en vinagre imbebible. A través de la hermenéutica analizas el pre-texto y el con-texto de dichos textos, descubres su sentido primigenio emancipador y preguntas por su significación y sentido hoy a la luz de los nuevos desafíos y de las nuevas preguntas que nos plantea la dura realidad. No como otros colegas, que dan respuestas del pasado a preguntas del presente. Todo lo contrario. Intentas aportar respuestas creativas a las preguntas de cada realidad histórica.  

Una realidad que hemos construido nosotros y nosotras, en la que no podemos instalarnos cómoda y acríticamente, sino que estamos llamados a de-construirla para re-construirla de manera creativa e inclusiva y un mundo en el que quepan todos los mundos, lema del Movimiento Zapatista. Desmientes así el viejo adagio conformista del pensamiento conservador: “las cosas son como son y no pueden ser de otra manera” y compartes, más bien, la afirmación del filósofo de la esperanza y de la utopía, Ernst Bloch, que inspira buena parte de nuestra teología: “Si los hechos no coinciden con el pensamiento, peor para los hechos”.

Eres considerado, y con razón, uno de los principales cultivadores de la teología de la liberación (TL). A ella accediste a partir del impacto que te produjeron las favelas de Petrópolis, donde llevaste a cabo un intenso trabajo socio-pastoral desde comienzos de la década de los setenta del siglo pasado. Tu reflexión teológica en clave liberadora nació, asimismo, de la necesidad de dar respuesta a las preguntas que te planteó un grupo de sacerdotes comprometidos con el mundo indígena de la selva amazónica hace ahora cinco décadas:

- ¿Cómo anunciar la muerte y la resurrección de Jesús a indígenas que están siendo exterminados y muriendo por las enfermedades de los blancos?

- ¿Cómo anunciar la buena noticia de la salvación a las poblaciones explotadas?

- ¿Cómo hablar de Dios inteligiblemente, y no de manera cínica, a personas indígenas que viven la experiencia de lo sagrado en contacto con la naturaleza?

Las experiencias vividas en el mundo de la pobreza extrema, de la marginación cultural y de la depredación de la naturaleza, por una parte, y la necesidad de responder a las preguntas que surgían de ahí, por otra, te llevaron a dedicarte por entero, profesional y vitalmente, a fundamentar la nueva metodología de la teología de la liberación, que comenzaste haciéndola en tiempos del cautiverio, vivido durante la dictadura brasileña y los regímenes militares del continente latinoamericano, que parecían “eternos”.

Boff
Boff

La ecología, en el corazón de tu teología

La teología y el cristianismo en general apenas han mostrado interés por la ecología. Tú has llenado ese vacío llevando a cabo una reflexión teológica en perspectiva ecológica, que cuestiona la supuesta – ¡y falsa!- fuerza emancipadora del paradigma científico-técnico de la modernidad. Un paradigma selectivo, centrado en el ser humano, que ni es universalizable ni integral, ¡ni siquiera humano!

Como alternativa propones un nuevo paradigma en el que el ser humano no compita con la naturaleza, sino que esté en diálogo y comunicación simétricos con ella, con relaciones de sujeto a sujeto, y no de sujeto a objeto. El ser humano y la naturaleza conforman un entramado de relaciones multidireccionales caracterizadas por la interdependencia y no por la autosuficiencia, por la fragilidad del mundo y la vulnerabilidad humana, y no por la omnipotencia, la insolencia y la arrogancia. Se establece, entonces, un pacto entre todos los seres del cosmos regido por la solidaridad cósmica, la fraternidad-sororidad sin fronteras, sin gremialismos ni tribalismos, y el cuidado, virtud fundamental de la ética eco-humana. Es “la opción Tierra”, título de uno de tus libros más bellos, que reseñé junto a otros en BABELIA-EL PAÍS.

Muchas somos las personas que seguimos tus lecciones de ecología integral, entre ellos el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común, de 2015, que se inspira en tus textos y en tu testimonio de amor a la tierra, y se inicia con el Cántico de las criaturas, que tantas veces has citado: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba… Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”. La encíclica se hace eco de tus críticas al antropocentrismo, incluido el antropocentrismo cristiano. 

“La razón no puede florecer sin esperanza, ni la esperanza puede hablar sin razón” escribe Ernst Bloch en su magna obra El principio esperanza, que leíste en alemán durante tus estudios en Munich y citas con frecuencia. Razón y esperanza o, mejor, optimismo militante, docta spes, son lo que mejor define tu vida, tu, tu obra. A tus 87 años sigues practicando la “esperanza contra toda (des)esperanza”.

Espiritualidad liberadora

No quiero terminar sin decir unas palabras sobre la espiritualidad en tu vida y tu obra, inseparable de la liberación de los seres humanos empobrecidos y de la naturaleza depredada.

“Lo que sustenta la práctica y la teoría (teología) liberadoras -escribes- es una experiencia espiritual de encuentro con el Señor en los pobres. Por detrás de toda práctica innovadora de la Iglesia, en la raíz de toda teología verdadera y nueva se esconde latente una experiencia religiosa típica. Esta constituye la palabra-fuente; todo lo demás resulta de esta experiencia totalizadora, es esfuerzo de traducción en los marco de una realidad históricamente determinada”. 

Leonardo Boff
Leonardo Boff EFE

La espiritualidad eco-humana lleva derechamente a la práctica del cuidado, que constituye la esencia del ser humano y que defines como una relación no agresiva ni destructiva, sino amorosa y respetuosa con la realidad, con el planeta como totalidad, con los ecosistemas, con nuestro cuerpo, con nuestro ser interior. Se trata de un arte, más que de una técnica, e inaugura un nuevo paradigma de convivencia tridimensional: ser humano-vida-tierra. El presupuesto del cuidado es que los seres humanos somos parte de la naturaleza y miembros de la comunidad biótica y cósmica, y tenemos la responsabilidad de protegerla y regenerarla.

El cuidado activa nuestra sensibilidad hacia nosotros mismos y hacia todo lo que nos rodea. Comporta el reconocimiento y el respeto de la dignidad y los derechos de las otras y los otros y de la naturaleza. Si los seres humanos no nos cuidamos terminamos por deshumanizarnos. Si no cuidamos la naturaleza, que es nuestro hogar, nos quedamos a la intemperie, sin lugar donde vivir. El cuidado representa el lado subjetivo, afectivo, actitudinal, y la cultura constituye el eje vertebrador de la nueva relación eco-humana, que reformulas así: “O cuidamos la vida en todas sus formas, especialmente la vida humana, y cuidamos nuestra casa común, la Tierra, o podemos poner en peligro nuestra presencia en este planeta”[1].

El cuidado revoluciona la concepción de la inteligencia y de la razón que ha estado vigente durante siglos en la cultura occidental y que privilegiaba su carácter instrumental, analítico, utilitarista y funcional y se traducía en el principio “conocer es dominar”. En el nuevo paradigma se corrige tal concepción y se pone el acento en la razón sensible, cordial, compasiva y utópica. La ética del cuidado lleva a la compasión, que consiste en ver, sentir, vivir y pensar la realidad desde las víctimas, identificarse con sus sufrimientos y hacerlos propios[2].

No alargo más esta epístola, que solo quiere ser una expresión de amistad y una manifestación de agradecimiento. A veces has sido acusado de utópico, acusación que comparto contigo. No se dan cuenta nuestros críticos de que esa acusación, más que un insulto, es un elogio. Como en el poema de Eduardo Galeano, la utopía te sirve para caminar, que no es poco teniendo las piernas tan quebradas, razón por la cual, como dije en tu presentación en el Congreso de Amerindia de 2017 en la Ciudad de México, no puedes ni quieres arrodillarte ante el poder, cualquiera fuera este, incluido el del Vaticano. ¡Todo un milagro! El milagro de la esperanza y la utopía.Ad multos annos, Leonardo.

Tu amigo en la tribulación y la esperanza,

Juan José Tamayo

[1] Leonardo Boff, El cuidado necesario, p. 32.

[2] He desarrollado el tema de la compasión en Juan José Tamayo, La compasión en un mundo injusto, Fragmenta, Barcelona, 2023, 2ª ed.

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