Comentario a la lectura de la misa de hoy 27 de septiembre

Hoy escuchamos en la primera lectura una bella oración de Esdras donde manifiesta por un lado su abatimiento y su dolor ante el pecado de su pueblo que se ha alejado numerosas veces del proyecto de Dios pero, al mismo tiempo eleva una oración de agradecimiento porque la misericordia de Dios supera con creces las debilidades e infidelidades humanas. Quedémonos con una expresión que aparece en ese momento de acción de gracias cuando dice: “El Señor nuestro Dios nos ha otorgado la gracia de dejarnos un resto y de concedernos un lugar en el templo santo. El Señor ha iluminado nuestros ojos y nos ha dado un respiro en medio de nuestra esclavitud”.

En el evangelio vemos cómo Jesús envía a sus discípulos a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. La misión del discípulo de Jesús es la de anunciar una buena noticia (Evangelion) y la de sanar las heridas de la enfermedad.

Ser discípulos significa formar parte de ese “resto de Israel” del que hablaba Esdras, es decir, haber hecho el camino de conversión de una vida sin Dios a una vida plena en Dios a pesar de nuestras debilidades e incoherencias. Ser discípulo es ponerse en camino de conversión. Queremos ser parte de ese resto que tiene puestos sus ojos en el Señor y su plan de salvación para la humanidad. Pero ese resto tiene una misión: anunciar, ser testigos de la buena noticia del evangelio y pasar por la vida sanando y curando las dolencias de quienes vamos encontrando por el camino.
Jesús no dijo nunca: “cuando seas perfecto, ven y sígueme” sino más bien “sígueme y os haré pescadores de hombres”. Sigamos tras las huellas de nuestro Señor, fuente de todo bien.
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