In hoc signo vinces

Constantino adoptó esta frase griega "εν τούτῳ νίκα" (en este signo vencerás), como lema después de su visión de un Crismón en el cielo justo antes de la batalla del Puente Milvio contra Majencio el 12 de octubre del año 312. Batalla que ganará cambiando el rumbo de la historia del imperio romano abandonando la fe pagana y adoptando la fe cristiana.

Desde entonces la cruz multiplicará su presencia por todo el imperio y posteriormente por todo el mundo hasta nuestros días.

El 14 de septiembre celebramos en el calendario litúrgico la fiesta de la exaltación de la santa cruz. Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró supuestamente la Vera Cruz, la cruz en que murió Jesús. En el lugar mismo donde se encontró se construyó la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fue llevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz

La cruz es el signo de los cristianos. Signo y camino.

En Mateo 22, 36-40 leemos que le preguntaron a Jesús: "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Jesús le contestó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es parecido a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la ley y profetas dependen de estos dos mandamientos".

Amar a Dios con todo el corazón bien podría estar significado en el brazo vertical de la cruz. El lado que si está bien atendido y perseveramos nos lleva al lado horizontal de la cruz: amar a quien tengo a mi lado, al prójimo, al próximo.

De eso se trata, de AMAR. A Dios que es nuestra fuerza y nuestro todo, y al prójimo porque no se puede ser cristiano sin buscar la fraternidad universal y trabajar por ella.

Este es el camino de Jesús, sencillo y exigente. Basado en el amor a Dios y al próximo. Pero al ser humano le sigue atrayendo el camino de los fariseos, el camino de la apariencia, del cumplimiento y de las normas, muchas… cuantas más, mejor atado todo.

El amor nos deja libres y eso, a muchos, les da miedo.
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