Mirando a la muerte cara a cara

Hay un momento crucial en la vida de cualquier ser humano que es cuando tenemos cara a cara la MUERTE. No hay nadie absolutamente que pueda evitar tener que enfrentarse a ella tarde o temprano bien por la muerte de sus seres queridos bien por su propia muerte.
Sin embargo, la muerte sigue siendo un tema TABÚ en buena parte del mundo.
Pero ¿Cómo vivimos esto los creyentes? ¿La fe aporta algo a la hora de pasar por este trance? ¿No habría que educar también en la experiencia de la muerte como parte de la vida misma?
En 1 Corintios 15, 35-37 se nos dice:

Hermanos:
Alguno preguntará: « ¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán? » ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual
.”

La muerte aparece como un PASO necesario para seguir la continuidad de la vida, pero ya en Cristo.
En 2 Timoteo 4, 6-7 se nos dice:
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe”.
Hemos de aprender a mirar la vida como una carrera, como un combate no es el fin de mi existencia perpetuarme en mi cuerpo mortal. Y por más que nadie se empeñe en querer vivir cuando ha llegado la hora de partir no se puede evitar, se le escapa al ser humano el suspiro como el agua entre las manos.
Aprendamos a vivir la vida sin querer poseerla, dando pasos firmes en nuestra carrera y batalla personal para que merezcamos recibir el premio de la corona.
Y aunque sea doloroso el partir y el despedirse de los seres queridos que nuestro abatimiento no sea falto de esperanza como quien no tiene fe en la resurrección. Incluso en esos momentos tan duros y difíciles el cristiano está llamado a ser luz en la oscuridad, a dar testimonio en la desolación y la tristeza.
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