Novena a la Inmaculada. Mi reflexión 8º día

OCTAVO DÍA de la novena

7 de diciembre. María, Maestra de vida ordinaria


En la primera lectura del profeta Isaías se recoge una experiencia muy humana y muy común. Dice: “¿Por qué andas diciendo, Jacob, y por qué murmuras, Israel: «Al Señor no le importa mi destino, mi Dios pasa por alto mis derechos»?”

A menudo se escucha este lamento entre los creyentes cuando parece que el Señor calla ante nuestra oración y no responde. El tremendo misterio del silencio de Dios. Hasta el mismo Dios experimenta él mismo el silencio del Padre cuando sufre en la pasión del verbo encarnado… en el monte de los olivos Jesús pide al Padre que si puede ser pase este cáliz…. Pero el Padre no responde. En realidad ese pasaje es precisamente respuesta a nuestra duda… lo que Dios nos pide ante sus silencios es CONFIANZA, FE. Jesús así lo expresa tras sudar gotas de sangre de angustia humana ante la muerte… “pero hágase tu voluntad , no la mía”.


Hoy, Isaías, pone ante nosotros esa experiencia vital dura y a veces dolorosa.

¿Acaso no pensamos nosotros también en alguna ocasión que parece que a Dios no le importa mi sufrimiento, mi destino? Es una queja muy humana, un reclamo muy de las vísceras… reclamamos atención, queremos que Dios responda siempre a nuestra llamada y que responda como nosotros queremos que lo haga. Entramos en el peligro de una religiosidad mágica y supersticiosa. Voy a hacer tal cosa, tal promesa, tales oraciones a tal santo o, a nuestra amada María santísima porque así como que me aseguro intercesores que se hagan eco de mis intenciones… ahí hemos de discernir bien y mirar con sinceridad qué hay detrás de esas oraciones y promesas… hay sinceridad de corazón o hay interés, hay confianza o hay chantaje “si no me complace Dios abandono la fe…”


La respuesta ante nuestra duda y nuestra inquietud nos la da el mismo Isaías unos versículos más adelante… Dios “fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto”. Dios no vive al margen de nuestras preocupaciones ni tampoco es un dios como los dioses mitológicos paganos a los que hay que agasajar y engatusar para conseguir su favor… Dios te sostiene en la lucha, te da fortaleza en la batalla, es tu escudo ante las insidias del enemigo… pero quizás no te soluciona la papeleta como lo pretendes o esperas…

En el mismo Evangelio Jesús manifiesta lo que Isaías intuía o profetizaba… Jesús afirma “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Es una llamada a confiar, a abandonarnos, a dirigir bien nuestras oraciones… no tanto Señor quítame este problema cuanto Señor ayúdame a saber vivir este problema, dame la palabra y el gesto necesario para afrontarlo, sé tu mi inspiración y mi consuelo…


María así nos lo enseña… en las bodas de Caná le dice a los sirvientes “Haced lo que El os diga”, confiad en su palabra, confiad el problema en sus manos… El no se desentiende. Que María Inmaculada, Virgen de la Concepción interceda por nosotros y nos enseñe a hacer crecer y madurar nuestra fe y confianza en el poder de Dios…. Si tuviéramos un granito de mostaza…
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