Siempre es más fácil ser malo que bueno
Estamos de lleno en el año de la misericordia, sin duda un tiempo de gracia para vivir, experimentar y profundizar. Soy aficionado al cine. Siempre en las películas donde hay buenos y malos constato que es infinitamente más fácil ser malo que bueno. La maldad la tenemos todos al alcance de la mano. Es facilísimo hacer daño, facilísimo herir y lastimar con palabras o hechos a los demás. Ser malo malísimo no tiene ningún mérito.
Los cristianos estamos llamados a salir de la mediocridad de la maldad. Estamos llamados a ser santos, perfectos como nuestro Padre celestial es santo y perfecto. Y Jesús nos enseñó que el camino de la santidad y la perfección es uno solo: el AMOR.
Amar nos hace vulnerables, es fácil que nos hieran y difícil contenerse en devolver la misma coz. Pero en eso anda la cosa... en ejercitarse en el amor y la bondad.
Los malos creen que ganan siempre la batalla y puede parecerlo, ciertamente. En la vida misma de Jesús aparentemente ganan los malos colgándolo en la cruz y sesgando la vida de una voz incómoda y valiente pero, a la vez, compasiva y pacífica.
Siempre es más fácil ser malo que bueno. Pero nadie dijo que seguir a Jesús fuera un camino fácil. Los que insultan, ofenden, agreden a los demás piensan que son más fuertes pero la fortaleza es un don de luz, uno de los dones del Espíritu Santo no es un don del maligno.
Danos, Señor, el don de la fortaleza que sabe aguantar, tener paciencia, que soporta el insulto y la ofensa, que no devuelve mal por mal, que no entra en el juego de la violencia y que de nuestro corazón y nuestros labios solo salgan bendiciones.
Los cristianos estamos llamados a salir de la mediocridad de la maldad. Estamos llamados a ser santos, perfectos como nuestro Padre celestial es santo y perfecto. Y Jesús nos enseñó que el camino de la santidad y la perfección es uno solo: el AMOR.
Amar nos hace vulnerables, es fácil que nos hieran y difícil contenerse en devolver la misma coz. Pero en eso anda la cosa... en ejercitarse en el amor y la bondad.
Los malos creen que ganan siempre la batalla y puede parecerlo, ciertamente. En la vida misma de Jesús aparentemente ganan los malos colgándolo en la cruz y sesgando la vida de una voz incómoda y valiente pero, a la vez, compasiva y pacífica.
Siempre es más fácil ser malo que bueno. Pero nadie dijo que seguir a Jesús fuera un camino fácil. Los que insultan, ofenden, agreden a los demás piensan que son más fuertes pero la fortaleza es un don de luz, uno de los dones del Espíritu Santo no es un don del maligno.
Danos, Señor, el don de la fortaleza que sabe aguantar, tener paciencia, que soporta el insulto y la ofensa, que no devuelve mal por mal, que no entra en el juego de la violencia y que de nuestro corazón y nuestros labios solo salgan bendiciones.