liturgia La misa, ¿Una fiesta, un banquete?

En el artículo anterior partimos de una afirmación un tanto provocadora en el titular, si recuerdan: “La misa es aburrida”. Obviamente toda la reflexión posterior venía a tumbar esta afirmación que a veces se oye por ahí. Y dijimos que precisamente “la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial”(Ecclesia de Eucharistia, 3). Como afirma el documento conciliar Lumen Gentium (la Iglesia, luz de las gentes) en el nº 11 se nos enseña: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella”. Siendo algo tan central y que la Iglesia no se cansa de enseñar su importancia una y otra vez en todos sus documentos magisteriales deducimos, sin miedo a equivocarnos, que la misa lejos de ser aburrida es precisamente el alimento fundamental de la vida del cristiano. La centralidad del sacramento eucarístico en la vida de la comunidad eclesial se expresa de manera extraordinaria en el título de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” que nos regaló S. Juan Pablo II en 2003 que bien podría traducirse: "la Iglesia vive de la Eucaristía".

Vamos por lo tanto a ir pasito a pasito tratando de comprender mejor qué celebramos, cómo y por qué de los signos y la liturgia que se desarrolla en este bellísimo Sacramento.

Permítanme comenzar mencionando algunos términos que nos son familiares cuando hablamos de la santa misa y que conviene no perder de vista: Sacrificio, Banquete, Memorial, Misterio… todas estas palabras traen una carga de significado fundamental para entender bien lo que celebramos en la Eucaristía y están estrechamente unidas y relacionadas. Lamentaba S Juan Pablo II en el nº 10 de su encíclica antes mencionada “Desgraciadamente, junto a estas luces, no faltan sombras. En efecto, hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística. A esto se añaden, en diversos contextos eclesiales, ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento. Se nota a veces una comprensión muy limitada del Misterio eucarístico. Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor que el de un encuentro convival fraterno. Además, queda a veces oscurecida la necesidad del sacerdocio ministerial, que se funda en la sucesión apostólica, y la sacramentalidad de la Eucaristía se reduce únicamente a la eficacia del anuncio.” Este lamento del Papa le motivó a escribir esta hermosa encíclica y por muchos, por desgracia, aún desconocida, “Ecclesia de Eucharistia”.

Centremos nuestra mirada en una frase entresacada de estas palabras de S Juan Pablo II: “Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor que el de un encuentro convival fraterno”. ¡Cuántas veces hemos escuchado que la misa es un banquete, una fiesta! Y ciertamente también lo es, pero no solo ni esencialmente eso. Nos jugamos mucho en esto. Benedicto XVI en un hermoso libro que les recomiendo con el título “El espíritu de la liturgia” insiste una y otra vez que la forma de la Eucaristía es la oración, la acción de gracias. De hecho, eso significa la palabra griega Eucharistia. Alguno pensará que aún así sigue siendo una fiesta. ¡Sin duda! Pero con un matiz fundamental: si nos quedamos únicamente en el carácter festivo de un banquete nuestra mirada tiende a ser horizontal y acabamos mirándonos a nosotros mismos en lugar de mirar a quien es el destinatario de nuestra acción de gracias: Dios. Y es entonces cuando los mismos sacerdotes nos convertimos en “animadores” de la asamblea que nos las vemos y deseamos para que el pueblo “no se aburra” en la misa. Es entonces cuando aparece eso que lamentaba el Papa: “ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento”. En el próximo artículo ahondaremos en esta idea de la misa como acción de gracias, como oración

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