A propósito de la Santísima Trinidad...

La mejor catequesis sobre la Santísima Trinidad la encontramos en el credo nicenoconstantinopolitano que recitamos en comunión con toda la Iglesia cada domingo...

De DIOS podemos afirmar que es:

Padre (por lo tanto, nosotros somos sus hijos y, entre nosotros, hermanos)

Todopoderoso (por lo tanto, nada hay imposible para Dios, todo lo puede…)

Creador (por lo tanto, llevamos la huella de nuestro hacedor, hechos a su imagen y semejanza)

De JESUCRISTO podemos afirmar que es:
Hijo único de Dios, engendrado, comparte su misma naturaleza.
Verdadero Dios mismo como el Padre (por lo tanto quien le ha visto a Él ha visto al Padre)
Verdadero hombre, con carne y huesos, encarnado y hecho uno de nosotros (por lo tanto, que nació, creció, sufrió, amó y sintió en todo como nosotros, menos en el pecado)
Ha resucitado y está junto al Padre (por lo tanto, está vivo no muerto, la muerte no tiene poder sobre él y con él… tampoco sobre nosotros)
Ha ascendido al cielo (necesario para hacernos llegar la presencia vivificadora del Espíritu Santo)
Juez de vivos y muertos (y la misericordia se ríe del juicio como afirma Santiago 2, 13)
Del ESPÍRITU SANTO podemos afirmar que es:
Señor y dador de Vida (por lo tanto, todo fue creado a través suyo, todo recibe su aliento)
Que procede el Padre y el Hijo (por lo tanto, comparte la misma naturaleza y le damos la misma adoración)
Que habló por los profetas (y sigue hablando al corazón del ser humano que le abre el corazón y le escucha)
“Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.”
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