Teresa de Avila Teologia al alcance de todos

Una gozada de sencillez medieval en la Iglesia de San Jaume

Tal vez  por mi afición a lo representativo -por medio de la palabra o de la imagen- siempre he sido aficionada al teatro y, sobre todo, en su vertiente más intuitiva y ancestral, la del simbolismo religioso, ayer el día después de Reyes,  gocé intensamente contemplando "in situ" y desde dentro -actuando-  la representación de uno de los iconos más característicos de este estilo de pintura religiosa rusa: el Icono del Nacimiento.

Una llamada de uno de los Hermanitos del Cordero -que tan maravillosamente viven entre los pobres y para los pobres en Ciutat Vella- me sirvió de invitación a participar de pleno, representando a la "comadrona", simbolo de la figura de Eva, que con el agua del Bautismo que regenera a la humanidad, proclama que "donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia y la Misericordia". 

Y quiero aprovechar para hablar de uno de esos rincones de nuestra querida Barcelona de los que no sólo se habla poco, sino que generalmente o se ignora o se menosprecia por no comenzar con el otro prefijo más "des"preciativo.

Un grupo de mujeres y otro de hombres -cada uno en su rincón de esa querida Ciutat Vella o el Raval de Barccelona- viven sencillamente la pobreza evangélica al lado de los que sufren  la pobreza de recursos y son víctimas a menudo de la diferencia social de las grandes ciudades. Estas mujeres y hombres, con sus sencillos habitos de dril azul, son contemplativos en medio de la ciudad. Y no sólo contemplan las grandes verdades de la fe desde sus rincones monásticos, sino desde la realidad de Dios encarnado en la pobreza... 

Es una congregación que nació mucho después del Concilio Vaticano II, en 1983, la de las mujeres. Siete años después, la de los hombres. Aunque hay que saber que tienen una "prehistoria" que data  del año 1968 y que se inicia  en el seno de la  Congregación Romana de Santo Domingo  en París, en el corazón del Barrio latino, el barrio del Odéon, en plena revolución cultural  (Marx, Hegel... tuvieron gran influencia) y muchos religiosos abandonaron su compromiso. Pero otros, se afianzaron más... o se radicalizaron en algunos aspectos. Y fue en este ambiente y con un grupo de jóvenes universitarios donde creció la nueva manera de vivir la contemplación en la ciudad y entre los pobres.

No me detengo más en lo que no estoy autorizada a hablar, pero creo que es interesante saber que al ver a esas "hermanitas"  y esos "hermanitos" tan sencillos en los comendores sociales haciendo cola como ellos, en las calles, entre los más pobres, sepamos que su formación no tiene nada que envidiar a otras ramas de la orden dominicana...

Y, ¿porqué digo esto? Pues porque he sido testigo de una de las más bellas representaciones que se han podido realizar en estas fiestas navideñas. Un verdadero "Auto sacramental" en el más bello estilo del medievo religioso, y con la Teología que los artistas de la Edad Media empleaban con sus construcciones o con sus teatros religiosos para llegar al pueblo. 

Un Icono ruso, bellísimo y de una riqueza no sólo representativa sino teológica -el Icono del nacimiento- era el fondo de la narración y la representación. Dos locutoras -con una perfecta dicción y un sentido teatral bellísimo- narraban y presentaban a los distintos personajes que llenan el Icono. Toda una "Historia de salvación", perfectamente encajada en aquella tabla de distintos niveles y de diferentes momentos històricos hasta acabar con el gozo inmenso del mensaje de la Redención que trae ese Niño y que celebramos en la Navidad: "Donde abundó el pecado, sobreabundó el perdón y la Misericordia". El símbolo del agua que bellamente sostienen unas curiosas comadronas para atender al recien nacido es el símbolo del agua bautismal que nos purifica y nos salva. 

La iglesia de San Jaume, llena de gente sencilla que acompañan a la multitud de actores improvisados entre el pueblo -también sencillo- que rodea a estos "hermanitos y hermanitas" recibió ayer una lección maravillosa de buen hacer en el "Auto sacramental" sencillo y riquísimo al mismo tiempo que ojalá pudiera llegar a mucha más gente. La belleza del Icono, la de un guión perfectamente escrito, una puesta en escena sencilla y al mismo tiempo reveladora, unos actores improvisados y llenos de buena voluntad, un coro y una petita orquesta que dan a la representación un toque de belleza y de sensibildad poética  completen el conjunto armonioso de esta  obra que yo me he atrevido a clasificar entre los "autos sacramentales" del Medievo. 

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