"Éstos 'mandamientos' han sido, además, un pilar fundamental del clericalism0" José María Marin: "Habría que 'suspender' los tan usados y sobrevalorados 'mandamientos de la Iglesia'"

Mandamientos de la Iglesia
Mandamientos de la Iglesia

"En tiempos de pandemia, de escándalos en la comunidad cristiana… y en pleno proceso sinodal, algunos de estos Dichos nos pueden ayudar a la conversión personal y para la transformación evangélica de la Iglesia"

"No es difícil adivinar el cansancio al que la Institución eclesial está sometiendo al pueblo de Dios sencillo y humilde"

"El Sínodo bien pudiera ser considerado como “un antes y un después” en la conversión, el reconocimiento de los errores cometidos y en la reparación del daño causado, sin disimulos ni dilaciones"

"En este sentido me atrevería a proponer una profunda reflexión que nos lleve a 'suspender' los tan usados y sobre valorados 'mandamientos de la Iglesia': oír misa, confesarse, comulgar, ayunar y pagar"

Tiene san Juan de la Cruz algunos “Dichos de luz y amor”. Sencillas alertas espirituales, breves y de contenido diverso, que bien podemos actualizar para el itinerario sinodal como pistas espirituales “de luz para el camino y de amor en el caminar”, como él mismo afirma en su prólogo.

En tiempos de pandemia, de escándalos en la comunidad cristiana… y en pleno proceso sinodal, algunos de estos Dichos nos pueden ayudar a la conversión personal y para la transformación evangélica de la Iglesia que vamos a afrontar juntos, sin distinción ni privilegio alguno, todos los bautizados. Voy a utilizar especialmente uno de estos Dichos:

“El que anda en amor, ni cansa ni se cansa” (Dicho, 96). 

Andar en amor

Ni canses…

La gente sencilla, las personas con discapacidad y/o enfermedades importantes, los trabajadores (jóvenes y adultos sin recursos ni un sueldo digno), los humillados por su condición sexual y de género, las familias desahuciadas, los sin luz y sin agua, los refugiados, los inmigrantes… los pobres de la Tierra, están cansados de cargas y vejaciones, de palabras y escándalos. Pero siguen en pie, luchando por la vida, gritando justicia y amando, a pesar de todo. 

Frente a los últimos escándalos relacionados con “actuaciones” de la Iglesia: abusos a menores (por acción o por encubrimiento, resistencia a la investigación), corrupción y enriquecimiento (personal e institucional), inmatriculaciones (problema bastante serio y grave, especialmente en España); frente a la resistencia a la conversión que propone el Papa Francisco (y acusaciones veladas contra su persona y su magisterio)… no es difícil adivinar el cansancio al que la Institución eclesial está sometiendo al pueblo de Dios sencillo y humilde, a los laicos y laicas, a los movimientos y comunidades comprometidas en el diálogo con la sociedad actual y el servicio a los más vulnerables, y finalmente a las víctimas, los pobres y excluidos. 

Este Dicho del santo y poeta español me recuerda directamente las palabras del Evangelio con las que Jesús denunciaba las prácticas de los escribas y fariseos de su tiempo: “haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen.  Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de sus mantos…  (Mateo 23,4-5).

Sinodalidad
Sinodalidad

Todos sabemos lo alejados que andamos de ellas, especialmente en Roma y en todas las Curias. Es de agradecer que este Papa tenga verdadero empeño en ir mejorando: “La Curia, no olvidemos, no es sólo un instrumento logístico y burocrático para las necesidades de la Iglesia universal, no, sino que es el primer órgano llamado a dar testimonio, y por eso mismo adquiere más autoridad y eficacia cuando asume personalmente los retos de la conversión sinodal a la que también está llamada. La organización que debemos implementar no es de tipo corporativa, sino evangélica… la Navidad es el tiempo en el que cada uno ha de tener la valentía de quitarse la propia armadura, de desprenderse de los ropajes del propio papel, del reconocimiento social, del brillo de la gloria de este mundo, y asumir su misma humildad”, (Discurso del Papa Francisco a la Curia Romana para las felicitaciones de Navidad 2021).

El Sínodo bien pudiera ser considerado como “un antes y un después” en la conversión, el reconocimiento de los errores cometidos y en la reparación del daño causado, sin disimulos ni dilaciones. Bien podríamos también considerar el Sínodo como un kairós que apunte directamente a la esencia del Evangelio como fuente de inspiración para adecuar la identidad y la misión de la Iglesia frente a las necesidades de las personas y los desafíos del mundo y la cultura actual. 

En este sentido me atrevería a proponer una profunda reflexión que nos lleve a “suspender” los tan usados y sobre valorados “mandamientos de la Iglesia”: oír misa, confesarse, comulgar, ayunar y pagar. Con ellos se ha cargado al pueblo, y las conciencias, con obligaciones religiosas, sin espíritu ni libertad. Mandamientos de la Iglesia que han ido oscureciendo la luz del único Mandamiento de Cristo: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Mandamientos de la Iglesia que, en general, nos han ido alejando también del mensaje y del testimonio, humano y divino, del mismísimo Jesús el Señor: “Amaos como yo os he amado” (todos sabemos cómo amó Jesús, desde su nacimiento (lejos del Templo, en los márgenes de la ciudad, humilde y pobre) hasta su muerte como un proscrito de la religión y del Imperio. 

Mandamientos de la Iglesia

 El pueblo de Dios ya los ha abandonado. Por señalar algún ejemplo podemos citar algunas cifras: el 15% de los católicos convencidos se confiesan en contadas ocasiones, entre los católicos llamados no practicantes, el 80% no se confiesan nunca. El número de “asistencia a misa” sigue disminuyendo día a día y lo hace no únicamente por el laicismo y la superficialidad de la que tanto le acusan sus pastores; lo hace también, porque no encuentra en ellos ni luz ni amor, ni en la Eucaristía el verdadero alimento espiritual para su vida. Las estadísticas nos ofrecen la oportunidad de descubrir el “cansancio y el hartazgo” de tanta Ley y de tan escasa “ejemplaridad” en la unidad fe/vida. Las causas pueden ser efectivamente muy diversas pero una de ellas, si queremos ver la realidad con honestidad tiene mucho que ver con lo cansinas y aburridas que son nuestras doctrinas y liturgias. 

No cabe duda de que estos “mandamientos” han sido, además, un pilar fundamental del clericalismo y han puesto en evidencia que imponerlos, vigilar sigilosamente su cumplimiento y castigar la desobediencia, no ha sido el mejor camino para afianzar la finalidad esencial de todos y de cada uno de los ministerios en la Iglesia: el servicio. Expulsar, descartar, prohibir, impedir, vetar, desautorizar… han sido prácticas autoritarias justificadas con ellos.

Hoy, son estas prácticas las que hay que expulsar definitivamente del seno de la comunidad eclesial. Bien nos vendrá a los “ministros” de los sacramentos empezar a caminar junto a los demás bautizados y escuchar más a la comunidad cristiana. Otro de los Dichos apunta a esta misma actitud: “Cata que no te entremetas en cosas ajenas, ni aun las pases por tu memoria, porque quizá no podrás tú cumplir con tu tarea” (n. 60).

No canses, no agobies, no impongas, no juzgues, no condenes… son ecos de estos Dichos de amor y luz que escribió san Juan de la Cruz hace siglos y que ahora pueden y deben iluminar el camino sinodal de la Iglesia del tercer milenio. En eso debemos invertir nuestras capacidades, como nos invita a hacer el mismo autor: “aprende a amar como Dios quiere ser amado” (Dicho, 59).

andar en amor

Ni te canses…

 Dedicar un Sínodo a la sinodalidad de la Iglesia es una forma de agradecimiento a todos y todas las que, no exentas de dificultades y sufrimiento, no se han cansado aún y, por el contrario, siguen en pie con fe y verdadera confianza en la fuerza del Amor. Este Sínodo es, en sí mismo, un reconocimiento a la permanencia y fidelidad al Evangelio, sin reposo ni derrotismos, de todas las personas creyentes que se sienten, hoy y aquí, miembros de la Iglesia, con todo derecho y responsabilidad y asumen como propias sus luces y sus sombras. Los humildes ni cansan, ni se cansan, porque andan en el amor.

 A los laicos y laicas del pueblo de Dios y a tantos sacerdotes, religiosos y religiosas que caminan a su lado, siguiendo su misma ruta y su misma suerte, queremos dirigir esta segunda invitación de san Juan de la Cruz. También a algunos obispos, que los hay, y al propio Papa Francisco, queremos dirigir la segunda invitación del Dicho de san Juan de la Cruz: ¡no os canséis!

El camino iniciado hacia la sinodalidad será largo, y no exento de dificultades, de dudas y prejuicios. Necesita del caminar sereno y constante. No se trata de lanzar nuevas ideas, ni introducir cambios precipitados y superficiales. La meta apunta hacia una verdadera conversión sinodal de todos, en toda la Iglesia. La línea de salida (de esta maratón eclesial) está todavía muy lejos de la meta. Hay que armarse de valor, fortaleza y confianza. Habrá que seguir asumiendo la dosis de sufrimiento y paciencia que exige siempre todo alumbramiento.

Las ideas están claras “la iglesia es constitutivamente sinodal”, es decir: pueblo que camina junto hacia la misma meta, escuchando la voz del Espíritu. Los caminos recorridos estos últimos años (de espaldas al Vaticano II) han sido bastante pedregosos, no ponen fácil dar los primeros pasos. Por eso es importante recordar algunas de las “pistas espirituales” del autor de “La noche oscura”: “no te canses, porque la virtud y fuerza del alma en los trabajos de paciencia crece y se confirma” (Dicho 4). “No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu… (Dicho 40) Efectivamente, Cansados podemos perder la serenidad, quedarnos únicamente en lo negativo y abandonar el intento. 

Andar en amor

¡No te canses! Es mucho lo que está en juego y no podemos contentarnos con menos: “no repares en cuanto tus potencias pueden comprehender y tu sentido sentir, porque no te satisfagas con menos y pierda tu alma la ligereza conveniente para ir a Él” (Dicho 54). “En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás esforzado, y alumbrado y enseñado” (n. 65).

No puedo menos que admirar cuan apropiados son estos Dichos de luz y amor y de su actualidad a pesar de su lejanía en el tiempo (siglo XVI).

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Andar en el amor, sin cansar a nadie, ni cansarse en el camino… son actitudes que encajan perfectamente con la hermosa meta que nos plantea la sinodalidad. No obstante, no podemos olvidar que, si en algo hemos de empeñarnos todos, hasta perder el aliento, es en la defensa activa de la dignidad y los derechos de los pobres y que esto no estará exento de trabajos y fatigas: “…cuando estás cargado, estás junto a Dios, que es tu fortaleza, el cual está con los atribulados; cuando estás aliviado, estás junto a ti, que eres tu misma flaqueza (Dicho 4)”.

Es necesario ser realistas y reconocer nuestras limitaciones. Será necesario buscar cobijo y recuperar las fuerzas en Aquel que puede aliviarnos a todos, cada día y siempre. Una interesante traducción de sus palabras nos la ofrece también san Juan de la Cruz: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os recrearé -Mt.11,28-” (Dicho 18).

Andar en amor

Andar en el amor es consustancial a la existencia cristiana y el encuentro (personal y comunitario) con Jesucristo nuestra mayor fortaleza. Cuando te sientas agobiado de respirar entre dudas, cuando te duelan las heridas de los hombres y de la tierra, cuando te falten abrazos…, levántate después de cada caída, ponte en pie una y otra vez, porque el Dios encarnado (que sabe de nuestras dolencias y esperanzas) te acogerá siempre con su luz única y con su amor infinito. 

Primero, Religión Digital
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