Sínodo y discapacidad: "Ánimo, continuad" El Sínodo está ahora liderado por una persona con discapacidad

Papa Francisco
Papa Francisco

"Hace semanas que las Diócesis y los Movimientos recibieron el Documento de trabajo para la Etapa Continental del Sínodo. El documento de trabajo recoge en el nº 36, algunas de las aportaciones que desde la discapacidad llegaron a la Secretaría y al Papa en persona"

"El Sínodo está ahora liderado por una persona con discapacidad. Francisco usuario de una silla de ruedas, vive en su propia existencia lo que significa la limitación física, las consecuencias para su movilidad y la dependencia"

"El Papa, y con él la comunidad eclesial están recuperando lo que, aún desconocido para la mayoría, ha sido una reivindicación histórica y permanente, desoída y silenciada con los hechos: las personas con discapacidad, son agentes activos de la evangelización, protagonistas del Evangelio, generadores de valores y recursos y no meros receptores de las palabras, los proyectos y la compasión de los demás"

"Alegrémonos con el Papa Francisco y sigamos participando en el sínodo, sin detenernos en las dificultades y sin dejarnos contaminar de la 'acedia pastoral' que se respira en la mayoría de instituciones eclesiales"

Hace semanas que las Diócesis y los Movimientos recibieron el Documento de trabajo para la Etapa Continental del Sínodo. El documento debería estar trabajándose con celeridad ya que hay poco tiempo para que las aportaciones puedan ser incluidas en la síntesis que la Iglesia en Europa deberá presentar a la Secretaría del Sínodo. La realidad es que seguimos como hasta ahora, el clero en general poco o nada interesado, y muchos Obispos más de lo mismo: deberían haber constituido asambleas eclesiales y como mucho han enviado el cuestionario, con evidente retraso.

Síntesis de la consulta

El documento de trabajo recoge en el nº 36, algunas de las aportaciones que desde la discapacidad llegaron a la Secretaría y al Papa en persona: “Numerosas síntesis señalan la falta de estructuras y formas adecuadas para acompañar a las personas con discapacidad y reclaman nuevos modos para acoger sus aportaciones y promover su participación.

A pesar de sus propias enseñanzas, la Iglesia corre el peligro de imitar el modo en que la sociedad deja de lado a estas personas. ´Las formas de discriminación enumeradas —la falta de escucha, la violación del derecho a elegir dónde y con quién vivir, la negación de los sacramentos, la acusación de brujería, los abusos— y otras, describen la cultura del descarte en relación a las personas con discapacidad. No surgen por casualidad, sino que tienen en común la misma raíz: la idea de que la vida de las personas con discapacidad valga menos que la de los demás´” (Síntesis de la Consulta Sinodal Especial a las Personas con Discapacidad del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, 36).

"A pesar de sus propias enseñanzas, la Iglesia corre el peligro de imitar el modo en que la sociedad deja de lado a estas personas"

Dicho documento ha sido el fruto de un largo periodo de reflexión y participación. Aunque muchas cosas se han quedado en el tintero bien podemos considerar que se ha producido un importante avance. Las comunidades cristianas y los Movimientos han acogido la invitación que se les hizo a construir experiencias de sinodalidad y a reflexionar sobre lo que significa caminar juntos.

El texto citado en la síntesis final (nº 36), tiene algo de valiente y honesto al reconocer lo poco que se ha hecho “a pesar de sus propias enseñanzas/–palabras-”, que dicho sea de paso han sido excesivas, desafortunadas en muchas ocasiones y contradictorias. El texto, efectivamente, tiene algo de valiente porque afirma además la “falta de estructuras y formas adecuadas para acompañar a las personas con discapacidad” y el peligro de hacer como la misma sociedad hace: “dejar de lado a las personas”. “Se trata de un primer fruto tangible de nuestro trabajo común” afirmaba Enrique Alarcón, Presidente de Frater España, con verdadero entusiasmo al presentar el documento a todas las Fraternidades diocesanas. Enrique ha sido una de las personas que entregaron personalmente al Papa la síntesis de las aportaciones elaborada conjuntamente con la Secretaría del Sínodo. ¡Bién! podríamos decir si no fuera porque seguimos en el terreno de las palabras y las declaraciones.

Palabras que no son nuevas

Efectivamente, las palabras del Documento de Trabajo son alentadoras; pero no son nuevas, ni suficientes. No son nuevas porque ya en el Congreso Internacional de Frater, en Roma, en el que participaron representantes de tres Continentes. En la audiencia privada que tuvo lugar el 8 de abril de 1972, Pablo VI, visiblemente emocionado pronunció un importante discurso en el que daba carta de ciudadanía a la Fraternidad de Personas con Discapacidad como Movimiento de apostolado seglar, repitiendo las palabras de H. François (sacerdote francés, enfermo de tuberculosis que inició la Frater): “¿Quién va a ser el apóstol de los enfermos y minusválidos sino el propio enfermo y minusválido? “. Al finalizar la Audiencia, el Papa abrazó al padre François y le dijo: “Animo, continuad, esto es maravilloso”. Jamás tantas sillas de ruedas habían tomado los ascensores del Vaticano, pero lo importante fue el impulso que las palabras de Pablo VI dieron a las personas con discapacidad, como agentes de evangelización, protagonistas de la pastoral en sus ambientes.

Palabras insuficientes

No son suficientes porque les queda mucho camino para hacerse realidad en la inmensa mayoría de las diócesis, por falta de confianza en el laicado (sano o con discapacidad), por excesivo protagonismo del clero y por el interés de la sacramentalización frente a la pastoral y el compromiso. Es hora ya de que pasen del papel a la vida. Sólo estaremos satisfechos cuando comiencen “las obras” (Lucas 11, 27-18). Sabemos que un “edificio” únicamente está concluido los planos (y los presupuestos) ser depositan en el archivo, porque la casa ha sido finalmente construida; y sabemos que tendrá futuro y se mantendrá en pie solo si ha sido, construida “sobre cimientos firmes” (Mateo 7, 21-29).

Son siglos los que, un talante marcadamente dolorista y paternalista, han ido impregnando la doctrina, la liturgia, los sacramentos, el contacto y los servicios a los enfermos. Son verdaderas “montañas” de declaraciones, documentos y decretos que habrán de ser “trasladadas de lugar, con mucha fe” (Mateo 17, 20), porque no existe ni la sensibilidad ni la profesionalidad necesarias en la jerarquía clerical. En esto la sociedad civil no anda mejor que nosotros.

El exceso de burocracia, el interés partidista y la falta de verdadera escucha a las asociaciones y colectivos que hoy representa a la discapacidad en su diversidad, hace exactamente lo mismo: olvidar a las personas, priorizar intereses partidistas y económicos. Solo habría que echarle un vistazo a las reivindicaciones que los colectivos de la discapacidad están haciendo públicas este mismo año con ocasión del Día Internacional de las Personas con Discapacidad: listas de espera en ascenso alarmante que dejan a numerosas personas sin una plaza de Residencia o Centro de Día. Se gestionan los servicios y los presupuestos sin la participación de los afectados, ni a los colectivos y familias, se degrada la calidad de los servicios existentes convirtiéndolos en un “cajón de sastre” al que se derivan las solicitudes sin tener en cuenta el perfil y las necesidades de cada individuo…

“Animo, continuad”

No obstante, a pesar de este panorama, me atrevo a seguir confiando. Me atrevo a continuar animando a participar en el Sínodo, y me atrevo a seguir creyendo que las personas con discapacidad un día vivirán su fe incorporados plenamente a la comunidad eclesial, en el lugar y el espacio que ellos quieran, considerados como iguales y tratados como verdaderos evangelizadores de su ambiente y del mundo de la fragilidad.

El Sínodo está ahora liderado por una persona con discapacidad. Francisco usuario de una silla de ruedas, vive en su propia existencia lo que significa la limitación física, las consecuencias para su movilidad y la dependencia. Poco tiempo ha pasado de su “iniciación a la discapacidad física” pero ha sido suficiente para “mirar la realidad con ojos nuevos” (como él mismo afirma) y llevarle a escuchar, de otra manera a quienes son ya “doctores en fragilidad”, porque conviven con ella largos años, o toda su vida. Conocen perfectamente sus fortalezas y sus debilidades.

Con ocasión del pasado Día internacional de las Personas con Discapacidad (3 de diciembre) el Papa ha enviado su Mensaje. Este, con respecto a los tres años anteriores, suena ya con otra música: no hay quejas, ni pecados, ni sacrificios, ni sublimaciones doloristas; hay reconocimiento y valor.

El Mensaje retoma la síntesis de consulta sinodal: “El magisterio de la fragilidad es un carisma con el que ustedes —hermanas y hermanos con discapacidad— pueden enriquecer a la Iglesia. Vuestra presencia «puede ayudar a transformar las realidades en las que vivimos, haciéndolas más humanas y acogedoras. Sin vulnerabilidad, sin límites, sin obstáculos que superar, no habría verdadera humanidad». (Cf., nº 2).

El Papa, y con él la comunidad eclesial están recuperando lo que, aún desconocido para la mayoría, ha sido una reivindicación histórica y permanente, desoída y silenciada con los hechos: las personas con discapacidad, son agentes activos de la evangelización, protagonistas del Evangelio, generadores de valores y recursos y no meros receptores de las palabras, los proyectos y la compasión de los demás.

“Me alegra que el camino sinodal esté siendo una ocasión propicia para que también se escuche finalmente vuestra voz”. (Mensaje del Santo Padre para el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, 3 diciembre 2022, 2).

Alegrémonos con el Papa Francisco y sigamos participando en el sínodo, sin detenernos en las dificultades y sin dejarnos contaminar de la “acedia pastoral” que se respira en la mayoría de instituciones eclesiales. Con ánimo y entusiasmo evangelizador, segamos participando en esta y en cada etapa hasta conseguir la que la sinodalidad (caminar juntos) sea una realidad universal, en la Iglesia y en la sociedad.

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