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Francisco llama a "hacer frente al extremismo, un peligro que corroe la verdadera religión"
"Tenemos una gran responsabilidad ante Dios y los hombres, y debemos ser modelos creíbles de lo que predicamos, no sólo en nuestras comunidades y en nuestra casa —ya no es suficiente— sino en el mundo unificado y globalizado". El Papa Francisco se presentó, con el tradicional "As-salamu alaykum" propio del mundo árabe, ante el Consejo Musulmán de Ancianos, con un claro mensaje de paz y responsabilidad entre los líderes religiosos. Antes, había mantenido encuentros privados, entre otros, con el patriarca Bartolomé y el gran imán de Al-Azhar.
"Nosotros, que descendemos de Abraham, padre de los pueblos en la fe, no podemos preocuparnos sólo por “los nuestros”, sino que, cada vez más unidos, hemos de dirigirnos a la entera comunidad humana que puebla la tierra" trazó el Papa en su discurso, en el que animó a "promover la reconciliación para evitar divisiones y conflictos en las comunidades musulmanas", para hacer frente al "extremismo, un peligro que corroe la verdadera religión" y comprometerse en "disipar interpretaciones erradas que a través de la violencia tergiversan, instrumentalizan y dañan un credo religioso".
"Que la paz descienda y permanezca con ustedes, que desean difundirla inculcando en los corazones los valores del respeto, de la tolerancia y de la moderación; sobre ustedes, que se proponen fomentar relaciones amistosas, mutuo respeto y confianza recíproca con todos aquellos que, como yo, adhieren a una fe religiosa distinta; sobre ustedes, que quieren favorecer en los jóvenes una educación moral e intelectual que se oponga a cualquier forma de odio y de intolerancia", clamó Francisco.
El mensaje fue claro: "Dios es fuente de paz", y "el Dios de la paz nunca conduce a la guerra, nunca incita al odio, nunca respalda la violencia". Y los hombres y mujeres de fe "estamos llamados a promover la paz a través de instrumentos de paz, como el encuentro, las tratativas pacientes y el diálogo, que es el oxígeno de la convivencia común".
La paz no puede ser sólo proclamada, se debe consolidar. Y esto es posible removiendo las desigualdades y las discriminaciones, que producen inestabilidad y hostilidad", insistió el Pontífice, quien se definió "como un creyente en Dios, como un hermano y peregrino de paz".
El Papa se llevó la mano al corazón, como hacen en estas tierras al acoger a un huésped. "Creo que cada vez tenemos más necesidad de encontrarnos, de conocernos y de preocuparnos por los demás", en lugar de recordar "un pasado de hostilidad". Porque, apuntó, "¿cómo podrán los fieles de religiones y culturas distintas convivir, acogerse y estimarse mutuamente si nosotros seguimos siendo unos extraños los unos para los otros?".
"Son tareas que nos incumben a nosotros, los guías religiosos", insistió, "ante una humanidad cada vez más herida y desgarrada que, bajo el vestido de la globalización, respira con dificultad y miedo, las grandes religiones están llamadas a ser el corazón que une los miembros del cuerpo, el alma que da esperanza y vida a las más altas aspiraciones".
Volviendo al ejemplo del árbol de la vida, vinculado con la creación, el Papa lamentó que "el ser humano se ha alejado del Creador y del orden establecido por Él". "A partir de esto se originaron problemas y desequilibrios, que en la narración bíblica van uno detrás del otro: peleas y homicidios entre hermanos, desórdenes y devastaciones ambientales, soberbia y contrastes en la sociedad humana", recalcó: "un diluvio de maldad y de muerte que brota del corazón del hombre, de la chispa maligna desencadenada por el mal que está agazapado a la puerta de su corazón, para incendiar el jardín armónico del mundo".
Un mal que, añadió el Papa, "tiene su raíz en el rechazo a Dios y al hermano, en el perder de vista al Autor de la vida y en el no reconocernos ya como custodios de los hermanos". De ahí las dos preguntas de Dios a Caín: ¿Dónde estás? ¿Dónde está tu hermano?
"Queridos amigos, hermanos en Abraham, creyentes en el único Dios, los males sociales e internacionales, los económicos y los personales, así como la dramática crisis ambiental que caracteriza los tiempos actuales y sobre la que hoy se ha reflexionado, provienen a fin de cuentas del alejamiento de Dios y del prójimo", clamó el Papa, quien instó a "una tarea única e imprescindible, la de ayudar a reencontrar estas fuentes de vida olvidadas, de volver a llevar a la humanidad a beber de esta sabiduría antigua, de volver a acercar a los fieles a la adoración del Dios del cielo y también acercarlos a los hombres, para quienes Él hizo la tierra".
¿Cómo? A través de la oración y la fraternidad. "Estas son nuestras armas, humildes y eficaces", recalcó. "No nos debemos dejar tentar por otros instrumentos, por atajos indignos del Altísimo, cuyo nombre de Paz es insultado por quienes creen en las razones de la fuerza y alimentan la violencia, la guerra y el mercado de armas, 'el comercio de la muerte' que, con grandes sumas de dinero cada vez mayores, está transformando nuestra casa común en un gran arsenal".
"Cuántas tramas oscuras y cuántas dolorosas contradicciones hay detrás de todo esto", denunció, llamando la atención en las "personas se ven obligadas a migrar de su propia tierra a causa de los conflictos financiados por la compra de armamento anticuado a precios asequibles, para luego ser identificadas y rechazadas en otras fronteras por medio de equipamiento militar siempre más sofisticado".
"La esperanza es asesinada doblemente", lamentó Bergoglio, quien no obstante, "delante de estos escenarios trágicos, mientras el mundo sigue las quimeras de la fuerza, del poder y del dinero, nosotros estamos llamados a recordar, con la sabiduría de los ancianos y de los padres, que Dios y el prójimo son lo primero y más importante, que sólo la trascendencia y la fraternidad nos salvan".
"Depende de nosotros volver a abrir esas fuentes de vida, pues de lo contrario el desierto de la humanidad será siempre más árido y mortífero", trazó el Papa, pidiendo a los líderes religiosos "dar testimonio, más con los hechos que con las palabras, de que creemos en ello".
"Para muchos, anestesiados por un materialismo práctico y por un consumismo paralizante, estos mismos interrogantes yacen adormecidos, mientras que para otros están silenciados por las plagas deshumanas del hambre y de la pobreza" culminó Francisco, quien insistió a los líderes musulmanes que "entre los motivos que olvidan lo importante no se incluya nuestra negligencia, el escándalo de ocuparnos de otras cosas y no de anunciar al Dios que da paz a la vida y la paz que da vida a los hombres".
"Apoyémonos en esto mutuamente, demos seguimiento a nuestro encuentro del día de hoy, caminemos juntos. Seremos bendecidos por el Altísimo y por las creaturas más pequeñas y débiles que Él prefiere: por los pobres, los niños y los jóvenes, quienes después de tantas noches oscuras, esperan el surgir de un amanecer de luz y de paz", finalizó.
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