Francisco invita a Eslovaquia "a ser un mensaje de paz en el corazón de Europa" El Papa advierte de los "colonialismos ideológicos", la "superficialidad del consumo" y la corrupción

Francisco, con la presidenta de Eslovaquia
Francisco, con la presidenta de Eslovaquia

Que "Europa se distinga por una solidaridad que, atravesando las fronteras,  pueda volver a llevarla al centro de la historia"

"La riqueza verdadera no consiste tanto en multiplicar cuanto se  tiene, sino en compartirlo equitativamente con quien tenemos a nuestro alrededor"

"Que nadie sea estigmatizado o  discriminado. La mirada cristiana no ve en los más frágiles una carga o un problema, sino hermanos y  hermanas a quienes acompañar y cuidar"

"Es necesario esforzarse para construir un futuro en el que las leyes se  apliquen a todos por igual, sobre la base de una justicia que no esté nunca en venta. Y para que la justicia  no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una  seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad"

"En la base de una sociedad justa y fraterna rige el derecho de que a cada uno se  le conceda el pan del trabajo, para que nadie se sienta marginado y se vea obligado a dejar la familia y la  tierra de origen en busca de mejores oportunidades"

"Sin imposiciones y sin coacciones", ese es el camino, "no la lucha por la conquista de espacios y de  relevancia, sino el camino que indican los santos, el camino de las Bienaventuranzas. De allí, de las  Bienaventuranzas, surge la visión cristiana de la sociedad"

"No sirve recriminar el pasado, es necesario ponerse manos a la obra  para construir juntos el futuro"

Tras un primer día agotador, que concluyó con un encuentro privado a los jesuitas del país (cuyo contenido, seguramente, conoceremos en los próximos días), Francisco despertó en una Eslovaquia que espera sus palabras sobre el futuro de Europa, la paz entre las religiones y el cuidado de los más débiles.

A primera hora, tuvo lugar la ceremonia de bienvenida en el Palacio Presidencial de Bratislava, donde fue recibido por la presidenta Zuzana Čaputová, con la que mantuvo una visita de cortesía. Después, dirigió su primer discurso al cuerpo diplomático y las autoridades políticas y sociales del país, "un país joven pero de historia antigua". Una auténtica "Tierra Media" al más puro estilo del Señor de los Anillos.

"Estos territorios han sido frontera del Imperio romano y lugar  de interacción entre el cristianismo occidental y oriental", evocó el Papa, quien subrayó cómo este pueblo "ha sabido, en medio de no pocas pruebas, integrarse y distinguirse de un  modo esencialmente pacífico. Veintiocho años atrás el mundo admiró el nacimiento sin conflictos de dos  países independientes", República Checa y Eslovaquia.  

Una integración cada vez más necesaria

Por eso, llamó a "Eslovaquia a ser un mensaje de paz en el corazón de Europa", con una fraternidad necesaria para "promover una integración cada vez más necesaria". "Esta urge  ahora, en un momento en el que, después de durísimos meses de pandemia, se plantea, junto a muchas  dificultades, una anhelada reactivación económica, favorecida por los planes de recuperación de la Unión  Europea".

"Todavía se puede correr el riesgo de dejarse arrastrar por la prisa y la seducción de las  ganancias, generando una euforia pasajera que, más que unir, divide. Además, la sola recuperación  económica no es suficiente en un mundo donde todos estamos conectados", advirtió Begoglio, reclamando que "Europa se distinga por una solidaridad que, atravesando las fronteras,  pueda volver a llevarla al centro de la historia".  

El Papa, en Eslovaquia
El Papa, en Eslovaquia

Fraternidad y hospitalidad

Así, el Papa reivindicó el legado de Cirilio y Metodio, que "difundieron el Evangelio cuando los cristianos del continente  estaban unidos; y todavía hoy unen las confesiones de esta tierra". Portando las armas de la fraternidad. "Queridos amigos, que esta vocación a la fraternidad no desaparezca nunca de sus corazones, sino  que acompañe siempre la simpática autenticidad que los caracteriza".

"Ustedes saben reservar gran atención  a la hospitalidad. Me sorprenden las expresiones típicas de la acogida eslava, que ofrece a los visitantes el  pan y la sal", destacó. El Pan que fue el alimento "elegido por Dios para hacerse presente entre nosotros" y que hay que "compartir, no acumularlo".

Un pan "que siempre se parte", algo que sirve para la vida de hoy, que "nos dice que la riqueza verdadera no consiste tanto en multiplicar cuanto se  tiene, sino en compartirlo equitativamente con quien tenemos a nuestro alrededor". El pan, que "partiéndose  evoca la fragilidad, invita en particular a hacerse cargo de los más débiles", añadió, reclamando "que nadie sea estigmatizado o  discriminado. La mirada cristiana no ve en los más frágiles una carga o un problema, sino hermanos y  hermanas a quienes acompañar y cuidar".  

El Papa y la presidenta
El Papa y la presidenta

Contra la corrupción, por el trabajo y la dignidad

El pan, símbolo de la justicia y del futuro. "Es necesario esforzarse para construir un futuro en el que las leyes se  apliquen a todos por igual, sobre la base de una justicia que no esté nunca en venta. Y para que la justicia  no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una  seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad", insistió Bergoglio.  

El pan de cada día. "Sin pan no hay nutrición, sin  trabajo no hay dignidad", resaltó Francisco. Y es, añadió, "en la base de una sociedad justa y fraterna rige el derecho de que a cada uno se  le conceda el pan del trabajo, para que nadie se sienta marginado y se vea obligado a dejar la familia y la  tierra de origen en busca de mejores oportunidades". 

Junto al pan, la sal, que "da gusto a los alimentos, y lleva a pensar en ese sabor  sin el cual la vida se vuelve insípida". También en la vida social. "No bastan ciertamente estructuras organizadas y eficientes para  hacer buena la convivencia humana, se necesita sabor, se necesita el sabor de la solidaridad".

No hay renovación sin los jóvenes

"Y como la  sal sólo da sabor disolviéndose, así la sociedad encuentra gusto a través de la generosidad gratuita de  quien se entrega por los demás" proclamó el Papa, invitando a los responsables públicos a "motivar" a los jóvenes "para que se sientan protagonistas del futuro del país y lo tomen en serio, enriqueciendo con sus sueños y  su creatividad la historia que los ha precedido".

"No hay renovación sin los jóvenes, que a menudo son  engañados por un espíritu consumista que marchita la existencia. Muchos, demasiados en Europa se  arrastran en el cansancio y la frustración, estresados por ritmos de vida frenéticos y sin saber cómo  encontrar motivaciones y esperanza", lamentó Francisco.

Cardenales  y obispos escuchan al Papa
Cardenales y obispos escuchan al Papa

La sal, en los tiempos de Cristo, "además de dar sabor, servía para conservar los alimentos,  preservándolos del deterioro". Por ello, "me gustaría que nunca dejen que los fragantes sabores de sus mejores  tradiciones se estropeen por la superficialidad del consumo y las ganancias materiales. Y mucho menos  de los colonialismos ideológicos".

Eslovaquia, durante décadas, sufrió "un pensamiento único" que "coartaba la libertad". "Hoy otro pensamiento único la vacía de sentido, reconduciendo el progreso al  beneficio y los derechos sólo a las necesidades individualistas".

Guerras culturales vs Bienaventuranzas

Frente a ello, "hoy, como entonces, la sal de la fe no es  una respuesta según el mundo, no está en el ardor de llevar a cabo guerras culturales, sino en la siembra  humilde y paciente del Reino de Dios, principalmente con el testimonio de la caridad". "Sin imposiciones y sin coacciones", ese es el camino, "no la lucha por la conquista de espacios y de  relevancia, sino el camino que indican los santos, el camino de las Bienaventuranzas. De allí, de las  Bienaventuranzas, surge la visión cristiana de la sociedad". 

El sufrimiento también ha jalonado la historia de esta tierra, recordó Francisco, pero también los "luminosos ejemplos de valentía, coherencia y  resistencia a la injusticia. Y sobre todo de perdón. Esta es la sal de vuestra tierra". 

"La pandemia, en cambio, es el crisol de nuestro tiempo. Esta nos ha mostrado que es muy fácil, a  pesar de estar todos en la misma situación, disgregarse y pensar solamente en uno mismo. Volvamos a  comenzar reconociendo que todos somos frágiles y necesitados de los demás. Ninguno puede aislarse, ya  sea como individuo o como nación", finalizó el Papa, quien insistió en que "no sirve recriminar el pasado, es necesario ponerse manos a la obra  para construir juntos el futuro".

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