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“Hoy nos hará bien llegar a los cementerios y mirar hacia arriba”, afirma en el Cementerio Teutónico
Francisco celebró la misa de Difuntos en la iglesia del Cementerio Teutónico. Una ceremonia con apenas público (las religiosas del Divino Redentor, y los concelebrantes) por las restricciones motivadas por el coronavirus, tras la que Bergoglio se dirigió a las Grutas Vaticanas para orar, en privado, por el alma de los pontífices fallecidos.
La sobriedad se notó también en la homilía, que el Papa hizo ‘a braccio’ y en la que reivindicó las últimas palabras de Job, “derrotado, terminado en su existencia por la enfermedad, con la piel casi arrancada, a punto de morir, que tiene una certeza: yo sé que mi Redentor vive”. Una realidad que vivimos en todo el mundo azotado por la pandemia.
“Esta certeza del momento en que se está terminando la vida, es la esperanza cristiana. Una esperanza que es un don que tenemos que pedir: Señor, dame la esperanza”, proclamó Bergoglio, admitiendo que “hay tantas cosas feas que nos llevan a desesperar... que después de la muerte no hay nada”.
Sin embargo, añadió Francisco, “la esperanza no nos defrauda. La esperanza nos atrae, y nos da un sentido a la vida. Yo no veo el más allá, pero la esperanza es el don de Dios, que nos atrae hacia la vida y la alegría eternas”.
“La esperanza es un ancla al otro lado, nosotros nos agarramos a la cuerda”, destacó. “Yo sé que mi Redentor está vivo, y yo lo veré, y esto pensarlo en los momentos buenos, y en los momentos de muerte”, proclamó.
“Esta certeza es un don de Dios, porque nosotros nunca podremos tener esperanza por nuestras propias fuerzas. La esperanza es un don gratuito que nosotros no meditamos jamás. es dado, es gracia”, recordó el Papa, quien invitó a “ir hacia Jesús”, que nos espera desde el otro lado. “El Señor nos precede, es allí donde está el ancla”.
“Hoy, en el pensamiento de tantos hermanos y hermanas que se han ido, nos hará bien llegar a los cementerios y mirar hacia arriba, y repetir como Job, yo sé que está vivo mi redentor, y que al final lo veré, con mis propios ojos. Es el don gratuito que nos da la esperanza”, concluyó.
Tras la homilía, en las peticiones, se pidió por el Papa Francisco y “su trabajo de purificación de la Iglesia”, que sigue adelante, pese a las dificultades; por los migrantes, para que “sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados, porque de todos se puede aprender algo”; y por “los límites que la pandemia nos ha mostrado”, que nos hagan repensar la sociedad en la que vivimos; para que el pueblo de Dios “experimente una Iglesia más humana”; por “los difuntos sin rostro y sin nombre”.
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