El líder ortodoxo vuelve a condenar la actitud de Turquía delante del Papa La "vergüenza" de Francisco ante Jerónimo: "Acciones que no tienen nada que ver con Jesús y el Evangelio, han hecho marchitar la comunión"

Francisco y Jerónimos II, tomados de la mano
Francisco y Jerónimos II, tomados de la mano

"La historia tiene su peso y hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios  y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos"

"Hace cinco años nos encontramos en Lesbos, en la emergencia de uno de los dramas más grandes  de nuestro tiempo, el de tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la indiferencia  y vistos sólo como una carga que hay que gestionar o, todavía peor, que hay que delegar a otro"

"No nos tengamos miedo, ayudémonos a adorar a Dios y a servir al prójimo, sin hacer proselitismo  y respetando plenamente la libertad de los demás, porque —como escribió san Pablo— «donde está el  Espíritu del Señor hay libertad»"

"Desarrollemos juntos formas de cooperación en la caridad, abrámonos y colaboremos en  cuestiones de carácter ético y social para servir a los hombres de nuestro tiempo y llevarles la consolación del Evangelio. En efecto, el Espíritu nos llama, hoy más que en el pasado, a curar las heridas de la  humanidad con el óleo de la caridad"

Se inclinó, y pidió perdón. Como en tantas ocasiones a lo largo de la historia, pero tal vez -en este día- con mucha mayor sinceridad. Francisco pidió perdón a Jerónimo, los católicos a los ortodoxos. Y ambos se tomaron de la mano. "Con vergüenza —lo reconozco por la Iglesia católica— acciones y decisiones que tienen poco o nada  que ver con Jesús y con el Evangelio, basadas más bien en la sed de ganancias y de poder, han hecho  marchitar la comunión. De este modo hemos dejado que la fecundidad estuviera amenazada por las  divisiones. La historia tiene su peso y hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios  y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos".

Como ya hiciera Cristóstomos en Chipre y la presidenta de Grecia esta mañana, Jerónimo II también aprovechó la presencia del Papa para denunciar la actitud de Turquía ante los refugiados, especialmente en lo tocante a Afganistán. No está siendo fácil para Bergoglio soslayar a los vecinos otomanos: se nota que el dolor perdura en griegos y chipriotas.

Jerónimo II, durante su intervención
Jerónimo II, durante su intervención

Por su parte, Francisco inició su discurso en la Sala del Trono del Arzobispado ortodoxo de Grecia definiéndose como "peregrino, con gran respeto  y humildad, para renovar esa comunión apostólica y alimentar la caridad fraterna". 

"Hace cinco años nos encontramos en Lesbos, en la emergencia de uno de los dramas más grandes  de nuestro tiempo, el de tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la indiferencia  y vistos sólo como una carga que hay que gestionar o, todavía peor, que hay que delegar a otro", recordó. Ahora, "volvemos a encontrarnos para compartir la alegría de la fraternidad y mirar al Mediterráneo que nos rodea  no sólo como un lugar que preocupa y divide, sino también como un mar que nos une".

Raíces apostólicas, semillas del Evangelio

Y es que ortodoxos y católicos comparten raíces: "Son subterráneas, están escondidas, a menudo descuidadas, pero  existen y lo sostienen todo". ¿Cuáles son nuestras raíces comunes que han atravesado los siglos? "Son las  raíces apostólicas", que "han crecido de la semilla del Evangelio,  comenzaron a dar grandes frutos precisamente en la cultura helénica, pienso en tantos Padres y en los  primeros grandes Concilios ecuménicos". 

Encuentro de católicos y ortodoxos en el Salón del Trono
Encuentro de católicos y ortodoxos en el Salón del Trono

"Lamentablemente, después hemos crecido alejados", admitió el Papa. "Nos han contaminado venenos mortales, la  cizaña de la sospecha aumentó la distancia y dejamos de cultivar la comunión", prosiguió Francisco, quien pronunció una sonora petición de perdón, al estilo de la que, ya en 2001, hiciera Juan Pablo II también en Atenas.

Nos han contaminado venenos mortales, la  cizaña de la sospecha aumentó la distancia y dejamos de cultivar la comunión"

"Con vergüenza —lo reconozco por la Iglesia católica— acciones y decisiones que tienen poco o nada  que ver con Jesús y con el Evangelio, basadas más bien en la sed de ganancias y de poder, han hecho  marchitar la comunión. De este modo hemos dejado que la fecundidad estuviera amenazada por las  divisiones. La historia tiene su peso y hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios  y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos".

Al tiempo, vio como "un gran consuelo la certeza de saber que nuestras raíces son apostólicas y que, no obstante las distorsiones del tiempo, la planta de Dios  crece y da frutos en el mismo Espíritu. Y es una gracia que reconozcamos los unos los frutos de los otros y  que juntos agradezcamos al Señor por ello". 

Francisco, y Jerónimos II
Francisco, y Jerónimos II

Volviendo al símil del olivo, el Papa habló del aceite, que "ha proporcionado la  luz que iluminó las noches de la antigüedad". "El Espíritu Santo es, sobre todo, aceite de comunión", recordó. "Cuánto se necesita hoy reconocer el valor único que  resplandece en todo hombre, en cada hermano. Reconocer esta característica común de la humanidad es el  punto de partida para edificar la comunión".

Individualismo y rigidez

Una comunión que "parece tocar una cuerda sensible, un tema delicado, no sólo en la sociedad, sino a menudo  también entre los discípulos de Jesús en un mundo cristiano nutrido de individualismo y de rigidez  institucional", resaltó, alertando de la tentación de "atrincherarse y tomar distancia de los demás".

Frente a ello, "la comunión entre los hermanos trae consigo la bendición divina". Por eso, "no nos tengamos miedo, ayudémonos a adorar a Dios y a servir al prójimo, sin hacer proselitismo  y respetando plenamente la libertad de los demás, porque —como escribió san Pablo— «donde está el  Espíritu del Señor hay libertad»".

"¿Cómo  podemos dar testimonio al mundo de la concordia del Evangelio si nosotros cristianos todavía estamos  separados? ¿Cómo podemos anunciar el amor de Cristo que reúne a las gentes, si no estamos unidos entre  nosotros?"

"Rezo para que el Espíritu de caridad venza nuestras resistencias  y nos haga constructores de comunión", clamó el Papa, quien no obstante se preguntó "¿cómo  podemos dar testimonio al mundo de la concordia del Evangelio si nosotros cristianos todavía estamos  separados? ¿Cómo podemos anunciar el amor de Cristo que reúne a las gentes, si no estamos unidos entre  nosotros?".

"Invoquemos al Espíritu de comunión para que  nos impulse en sus caminos y nos ayude a fundar la comunión no en base a cálculos, estrategias y  conveniencias, sino sobre el único modelo al que hemos de mirar: la Santísima Trinidad", señaló. 

Ambos líderes, juntos
Ambos líderes, juntos

Volviendo al aceite, Francisco recordó que con él se ungió a Cristo "y desea inspirar a los  cristianos". "Quisiera en este sentido expresar mi reconocimiento por la importancia que da esta Iglesia ortodoxa,  heredera de la primera gran inculturación de la fe —la inculturación con la cultura helénica— a la formación  y a la preparación teológica", subrayó.

Consolar a los más débiles

Por último, el mismo Espíritu es aceite de consolación, "bálsamo  del alma, curación de nuestras heridas", para "proclamar la buena noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la libertad a los oprimidos", y "nos impulsa para que nos hagamos cargo de los más débiles y los más pobres, y para que su causa -primordial a los ojos de Dios— se dé a conocer al mundo".

El Papa, con Jerónimos II
El Papa, con Jerónimos II

"Desarrollemos juntos formas de cooperación en la caridad, abrámonos y colaboremos en  cuestiones de carácter ético y social para servir a los hombres de nuestro tiempo y llevarles la consolación del Evangelio. En efecto, el Espíritu nos llama, hoy más que en el pasado, a curar las heridas de la  humanidad con el óleo de la caridad". 

"También hoy desea que vigilemos y recemos. Para llevar  al mundo el consuelo de Dios y sanar nuestras relaciones heridas se necesita que recemos unos por otros", culminó Bergoglio, clamando por "la necesaria purificación de la memoria histórica" para entender el pasado y construir el futuro. En este sentido, recalcó cómo los católicos "acabamos de comenzar un itinerario para profundizar la sinodalidad y sentimos  que tenemos que aprender mucho de ustedes; lo deseamos con sinceridad".  

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