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El 38º viaje apostólico de Francisco, que tuvo lugar del 13 al 15 de septiembre en Kazajistán con motivo del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales, ha llegado a su fin. El Papa fue recibido en el aeropuerto de Nursultán por el Presidente Tokayev, a quien envió un telegrama agradeciendo su hospitalidad.
El avión que transporta al Papa está en vuelo hacia Roma. Francisco se dirigió al aeropuerto inmediatamente después de la clausura del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales. El acto concluyó con la lectura de la Declaración Final, que reafirmó el valor del Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común. A su llegada, el Papa fue recibido por el Presidente de Kazajstán, Kassym-Jomart K. Tokayev, en la Sala VIP de la Terminal Presidencial Vip, donde tuvo lugar un breve encuentro privado. El Jefe de Estado regaló al Papa un dombra, instrumento musical tradicional kazajo al que el Pontífice se había referido en su primer discurso público.
Tras la guardia de honor y el saludo de las respectivas delegaciones, el Papa embarcó en el Airbus A330 de Ita Airways para regresar a Italia. Está previsto que aterrice esta tarde al aeropuerto de Roma-Fiumicino en torno a las 20.30 horas (hora italiana). Durante el vuelo, está programada la habitual rueda de prensa con los aproximadamente 80 periodistas que viajan en el vuelo papal.
Desde su cuenta @Pontifex, el Santo Padre escribió un tuit expresando su gratitud al pueblo del país asiático: Les agradezco la acogida que me han dispensado y la oportunidad de vivir estos días de diálogo fraterno junto a los líderes de muchas religiones. Que el Altísimo bendiga la vocación de paz y unidad de #Kazajistán, país del encuentro.
Como es habitual, el Papa envió al Presidente un telegrama en el que volvió a expresar su "gratitud por la hospitalidad" recibida durante estos tres días y aseguró sus oraciones por todos los ciudadanos.
La visita del Papa Francisco a Kazajistán fue una “peregrinación de paz “como el mismo Pontífice afirmó en el Ángelus del domingo 11 de septiembre. "Paz de la que nuestro mundo está sediento”. Hablando al Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales, el Papa subrayó en particular que la violencia no debe justificarse nunca: "No permitamos que lo sagrado sea instrumentalizado por lo profano".
En su discurso final, el Santo Padre volvió a reiterar que la libertad religiosa no debe ser un concepto abstracto, sino un derecho concreto. La “paz” fue la piedra angular de su discurso y se construye luchando contra la injusticia. Francisco evidenció el papel fundamental de la mujer que “cuida y da vida al mundo” y de los jóvenes como “mensajeros de la unidad”.
Por otro lado, estos son algunos de los temas de los testimonios en el encuentro con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes de pastoral celebrado en la Catedral de la Madre de Dios del Perpetuo Socorro en Nursultán, capital de Kazajistán, donde está llegando a su fin el 38º viaje apostólico de Francisco
La hermana Clara, de la Comunidad de las Bienaventuranzas, se dirigió a Francisco hablando en nombre de las religiosas de Kazajistán. "Lo primero que me gustaría decir es una palabra de agradecimiento a Dios por mi vocación. La vocación es el misterio del amor entre Dios y el hombre. Para mí, ser monja significa ser espiritualmente una mamá para cada persona", comenzó diciendo. A continuación, subrayó cómo "cada día experimenta que nada es imposible para Dios".
Pero, ¿qué significa ser monja en Kazajistán? "Significa estar con las personas, acompañarlas, alegrarse cuando se alegran, apoyarlas cuando lloran. Es un testimonio – concluyó – de la presencia activa, el servicio sencillo y la misericordia de Dios.
Ruslan Rakhimberlinov, sacerdote de la diócesis de Karaganda y nuevo rector del Seminario Interdiocesano "María, Madre de la Iglesia", expresó inmediatamente su alegría y la de todos los fieles presentes porque "esta histórica visita al país ha hecho realidad un sueño".
Al recordar que Kazajistán es una nación multiétnica, multicultural y multi-religiosa, explicó que las personas sienten la necesidad de la presencia de un sacerdote "que celebre la Eucaristía, administre los Sacramentos, sea capaz de decir una buena palabra en una homilía, sea capaz de comprender y apoyar en los momentos difíciles y de alegrarse y animar en los momentos de consuelo". Nuestra Iglesia aquí en Kazajstán – añadió – es un pequeño rebaño de Cristo, y estoy seguro de que en esta situación hay oportunidades para cultivar el reino de Dios, para dar testimonio de la alegría del Evangelio, superando dificultades y obstáculos".
La señora Miroslava Galushka, esposa de un sacerdote greco-católico de la Administración Apostólica de los católicos de rito bizantino de Kazajistán y Asia Central, dijo en su testimonio que estaba "agradecida al Señor" porque su marido, hace una década, "respondió a la llamada del Espíritu Santo y decidió dejar su tierra natal para ir a ejercer su ministerio en esta nación, para compartir su vida con las personas que el Señor pone en el camino de la fe cristiana, sostenidas por el amor de Dios y la alegría del Evangelio".
A continuación, dio las gracias al Papa por "haber venido a Kazajistán como mensajero de la paz". Les agradezco sus oraciones y todos sus esfuerzos por restablecer la paz en mi patria, Ucrania".
"Soy el único hijo de padres divorciados, que no ha tenido la experiencia de una educación paterna ni de una familia completa y que, en consecuencia, ha crecido en el simple encierro egoísta de su ego, en el que está arraigada la conocida convicción de que todo se debe o de que se tiene derecho a todo".
Así comenzó su relato el señor Kirill Boreychuk, que habló en nombre de los laicos y las familias kazajas. "La vida cristiana reside para nosotros en la fórmula concisa del Apóstol San Pablo: no vivir para nosotros mismos. Quiero dar gloria a Dios Nuestro Señor – explicó entonces – por haberme llamado al camino de la vida cristiana en el seno de la Iglesia católica, que me abre nuevos horizontes y me libera de los prejuicios acumulados en distintos ámbitos de la infancia y de la vida adulta. "Mientras aprendemos en la Iglesia a pasar del egoísmo humano al amor esponsal incondicional, nos damos cuenta – concluyó – de nuestra prueba para contribuir como célula sana a la vida de la sociedad en nuestro país”.
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