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La foto con su nombre y el número de registro, de los años 50 ,aún se conserva en la Basílica
(Vatican News).- El Semanario Católico de Información, “Alfa y Omega”, en su número 1.209 – editada por la Fundación San Agustín, que está vinculada al Arzobispado de Madrid, España – dio a conocer la Carta que el Papa Francisco envió al periodista Lucas Schaerer tras recibir una foto de un registro de los años 50 con su nombre y un número.
«Me emocionó la fotocopia del libro sobre la adoración nocturna», asegura el Pontífice en su misiva. Es la primera vez que el Papa habla de este detalle de su vida, y lo hace conmovido tras recibir una foto sobre el registro, con su nombre manuscrito junto al de su hermano, que aún se conserva en la Basílica que no dejó de visitar durante su tiempo en Buenos Aires.
En la Carta, el Pontífice también explica que, «se comenzaba la adoración alrededor de las nueve de la noche, después de la predicación del padre Aristi». El principal impulsor de la cofradía que integró el joven Jorge Mario con 18 años fue el sacerdote español José Ramón Aristi. En aquel momento Bergoglio ya había vivido la llamada de Dios o, como él la define, «la experiencia de san José de Flores», la iglesia que lo vio crecer.
Pero fue este padre Aristi quien marcó la vida del Papa, tanto que fue su confesor y es su principal ejemplo de misericordia. Así lo explicó Francisco en el 2014, durante una reunión con sacerdotes en Roma. «Aristi era un confesor famoso en Buenos Aires. Casi todo el clero se confesaba con él. Fue provincial de su orden [sacramentinos], profesor… pero siempre confesor, y siempre había cola en la iglesia del Santísimo Sacramento».
El Semanario Católico de Información, “Alfa y Omega”, también recuerda a otro adorador nocturno, Eduardo Fernández Rojo, quien llevaba a las personas sin hogar a la adoración nocturna.
«Venían ataviados con las bolsas en las que metían sus escasas pertenencias», recuerda Fernández Rojo. «Además de rezar ante el Santísimo, podían usar el baño y descansar un poco», recuerda.
El adorador, en conversación con este semanario, alude a un recuerdo imborrable: «El padre Leopoldo Jiménez Montenegro [que falleció por COVID-19 hace unas semanas] un día me dijo que Bergoglio era un santo». Este sacerdote fallecido contaba cómo el Papa, recién ordenado como Obispo y siendo alguien aún desconocido en la diócesis, «destacaba en los corrillos por su austeridad». Se decía «que ayudaba mucho a los curas jóvenes, que se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar, y que había sido desde joven adorador nocturno, como nosotros».
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